La literatura llega a la plaza de mercado más antigua de Bogotá
El punto de lectura de la plaza de Las Cruces ofrece cada mañana, entre los jueves y domingos, la opción de aprovechar el tiempo libre leyendo un cuento infantil o un clásico de la literatura universal.
Noticias RCN
noviembre 24 de 2015
05:42 p. m.
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El puesto de lectura es de los más nuevos; la plaza de mercado donde se instaló, la más antigua de Bogotá.
Traspasar su intacta fachada de estilo ecléctico europeo es como emprender un viaje al pasado con los aromas del campo y las historias de los vivanderos: los huérfanos de las guerras republicanas que tras llevar alimento a los soldados dieron origen a estos lugares de acopio y encuentro.
90 años después, la plaza de mercado del barrio las Cruces ya no luce tan colorida y abundante como describían las crónicas de hace dos siglos. Pero la idea de poner a funcionar una biblioteca en medio de sus estantes llenos de aguacates y tomates, de desinfectantes y plantas medicinales, le da un nuevo sentido a este espacio y a sus ocupantes.
La propuesta germinó en el año 2005 de la inquietud de la líder comunitaria Gloria González, cuando, contra todos los escepticismos, se atrevió a irrumpir con un primer montaje teatral en la plaza San Benito. Buscaba inicialmente desdibujar en la mente de los más pequeños la injusta relación entre ser campesino y ser analfabeta.
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“Surgió a partir del montaje de una obra de teatro sobre los campesinos y ningún niño quería hacer el papel de campesino y pregunté por qué y dijeron que porque son brutos e ignorantes.”
A partir del 2007 los gobiernos de la Capital le apostaron paulatinamente al plan de incluir talleres de lectura en la cotidianidad de los comerciantes y sus hijos, tan proclives al trabajo duro desde muy temprano, y por ende, a la deserción escolar.
Con donaciones y cortos presupuestos de entidades públicas como el Instituto para la Economía Social, IPES, el programa BibloRed de la Secretaría de Cultura y el Instituto Distrital de las Artes, IDARTES, se abrieron paso entre bultos de frutas y verduras, entre los regateos a gritos y las promociones del día, incipientes bibliotecas alimentadas con cuentos, fábulas y clásicos de la literatura universal hasta un punto en el que ya hoy son 12, de 19, los mercados públicos de la capital que cuentan con sus propios puestos de lectura.
El de esta plaza funcionará de jueves a domingo entre las 8 de la mañana y las 12 del mediodía y cuenta además con un computador que servirá de herramienta extra para consultar o hacer tareas.
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“La idea del Instituto es que no halla trabajo de niños en las Plazas de Mercado. Por eso este va a ser un espacio para que cambien de actividad y seamos gestores de paz y de lectura. Mentalizarlos para que cambien de actividad siempre respetando lo que hacen sus padres de años anteriores”, dice Edwin Reyes, coordinador de la plaza de mercado del barrio Las Cruces.
El último censo del DANE en 2014 con respecto al trabajo infantil arrojó que el 56% de los cerca de 121.200 menores que trabajan en Bogotá lo hacen en el sector comercial. De ellos, el 38% se desempeña en ventas al por menor donde clasifica el trabajo en las plazas de mercado. Fue de la razones claves que tuvo el gobierno local para impulsar la llegada de la literatura a estos escenarios populares a través de sesiones de lectura en voz alta, obras de teatro, trueques y préstamo de libros...Dylan Pinzón, con 10 años, es familiar de uno de los comerciantes de las Cruces. Cada vez que visita el mercado va tras su lectura predilecta
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“me encanta porque uno coge los libros y aprende de los libros. Me leí las pinturas de Willy que es un mono que crea cuadros. A Willy le encanta pintar y mirar cuadros y sabe que cada uno relata una historia”.
Pero la iniciativa de llevar libros a los mercados públicos como el de las Cruces en la localidad de Santa Fe no encontró en los menores a sus únicos y más asiduos lectores.
Los adultos han descubierto en estos rincones culturales la mejor manera de entender en la práctica el término “inclusión”. Comerciantes, clientes, parientes y cualquiera que gravite en torno a la vida de la plaza tiene la misma oportunidad que un niño de acceder a un libro, atraídos no solo por los títulos sino por el hecho de experimentar los beneficios de leer.
Aprovechar las horas de bajo tráfico, ejercitar la memoria, abrir la mente. Así lo reconoce Doralí Pérez quien dice que “es muy bueno porque cuando no hay mucha gente y uno se está durmiendo va al punto de lectura, pide un libro y se pone a leer y te distraes y no te va a dar pereza porque uno leyendo quiere profundizar en la lectura y quiere saber que va pasando hasta que se acaba de leer el libro.”
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La plaza de mercado del barrio Las Cruces cuenta hoy con medio centenar de puestos de venta. El más antiguo es el de Víctor Humberto Garzón, quien desde los 14 años aprendió el oficio de “comerciar víveres”. Por todo lo que ha visto correr desde la década del 50 en sus pasillos y despensas el sí que es un “libro andante”. Comparable a los que atesora hoy la plaza que lo reconoce como de sus personajes más célebres e interesantes cuando describe algo de ese nostálgico pasado: “la Plaza de las Cruces tiene muchas cosas. Recuerdos desde 1925 hasta la presente. Porque este barrio fue uno de los primeros en Bogotá y luego siguió la Candelaria, Chapinero, Teusaquillo y de esta plaza se alimentaron todos estos barrios que acabo de nombrar.”
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Preguntarle qué opina de la llegada de la literatura a las Cruces después de que en su época esto hubiera sido leído como de las más desafiantes acciones contra el sistema, los prejuicios y el parecer social es dar cuenta del poder transformador de la lectura aun en el más castizo y tradicional de los escenarios colombianos como es una plaza de mercado.
Monica Vengoechea/NoticiasRCN.com