Ser mujer trans y enfrentarse a todos con el filo de un tacón
La historia de Cinderella, “La Madre” trans del barrio Santa Fe y a quien muchas personas allí consideran como “su mejor amiga”.
Noticias RCN
10:13 a. m.
Ser homosexual y transexual fue un delito en Colombia hasta 1980. Hoy, tres décadas después de su despenalización, las personas de la comunidad LGBTIQ+ persisten en la lucha por la defensa y garantía de sus derechos. Entre ellas está Cindy Núñez —conocida como La Madre* trans de la localidad Santa Fe en la capital colombiana—, quien en su juventud vivió de cerca muchas problemáticas sociales que atravesaban al país y que permeaban la vida de las personas que hacían parte de la comunidad.
Cindy es una mujer de 61 años, “muy bien vividos”, a su juicio. Su alegría se evidencia en las arrugas de su rostro y su experiencia acumulada decora de blanco su cabello. Se muestra como una persona fuerte, sana y jovial, no le teme al paso del tiempo. Es una mujer firme, al igual que su par de senos, los cuales resalta cada vez que puede con orgullo porque con ellos se siente aún muy llamativa y hermosa.
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Desde niña Cindy vivió violencia y discriminación por su identidad y, cuando creció, fue testigo de la persecución de las autoridades a todas las personas trans que trabajaban en labores sexuales. Ella fue agredida físicamente por miembros de las autoridades, amarrada y esposada. Según Cindy, a muchas mujeres trans que ejercían labores sexuales las llevaban a los cerros y las mataban; a otras las dejaban tiradas sobre la Avenida Circunvalar y después morían porque quienes pasaban por allí las miraban como basura.
“Teníamos que salir solo en las noches y trabajar en las calles, porque a nosotras las trans nos tocaba en el frío de la avenida Troncal Caracas —entre las Calles 19 y 26— enfrentándonos a policías y rateros. Mientras que a las mujeres biológicas sí les tocaba en los locales detrás de una reja encerradas por sus proxenetas”, recuerda Cindy con lucidez. Relata que, en medio de las persecuciones, a todas les tocaba ocultarse en los techos de los edificios, sin tacones y en silencio para no ser encontradas por los policías, quienes las golpeaban y amenazaban con “meterles el bolillo culo arriba” porque ser “marica” era un delito y tener las uñas pintadas, pelucas o aretes debía ser pagado con cárcel.
La Madre permitió que este recuerdo llevara a su mente a dar un salto en el tiempo y regresó a la localidad de Santa Fe en las décadas de los años 70 y 80. A las ocho de la noche, mujeres como ella debían estar peinadas, maquilladas y vestidas con minifaldas, abrigos y tacones en la puerta del edificio El Florida, sobre la Calle 20 con avenida Caracas. En ese lugar —un putiadero en palabras de Cindy—, les pagaban cada trago o botella vendida con fichas de diferentes colores y valores que luego canjeaban a fin de mes por efectivo o cheques. Era un escenario común en las casas de citas de la época.
También eran cotidianas las agresiones contra las mujeres trans por parte de ciudadanos —que las catalogaban como portadoras del recién conocido VIH-SIDA— y de sus clientes. La Madre cuenta que un cliente que pagaba por los servicios de varias mujeres trans de su zona contrajo esta enfermedad y, en venganza, comenzó a asesinar a varias de sus compañeras.
A mediados de los 90 Cindy decidió probar suerte en Europa. Trabajó en Alemania, Italia, España —donde vivió por seis meses— y Roma, en donde se radicó durante seis años. Con gracia y emoción comentó que trabajó, fumó y se divirtió en La Casa Campo y en el reconocido Parque del Oeste en Madrid, donde conoció y compartió momentos con la icónica Cristina Ortiz —más conocida como Veneno—, la primera mujer transexual en salir en televisión nacional y mostrar la realidad social de muchas en España.
En el Viejo Continente Cindy tuvo una buena vida, la recuerda con ilusión y deseo por revivir algunos momentos, como cuando aprendió idiomas para poder hablar con sus clientes. Pero después de 16 años en el exterior tuvo que regresar a Colombia antes de que la deportaran, las autoridades europeas tenían registro de su participación en la venta de drogas.
Al llegar a Bogotá se encontró con una nueva versión del barrio Santa Fe. Entre risas y un gesto de asombro, recordó: “Era un lugar lleno de empoderamiento, fundaciones, redes y colectivos. También había discotecas, putas, maricas, bulla las 24 horas y estaba Raimundo y todo el mundo. Dije: ‘Uy, marica, ¿qué pasó?’, esto no era así.”
Fue por esa época cuando conoció a la Red Comunitaria Trans, a la Red Somos y a Sebastián Reyes, entonces director creativo de Olimpo Lab (un espacio cultural) y quien hoy es su amigo y mano derecha. Para Reyes, “La Madre Cindy es como mi mejor amiga. Es una relación muy bacana, como de madre e hijo, es una relación de protección, ella me enseña y me aconseja poniendo de espejo su vida.”
El origen de Cinderella
Para la década de los 80, Cindy ofrecía sus servicios como trabajadora sexual en Bogotá. Tenía días buenos y otros malos, en los que la violencia y la discriminación permeaban su vida.
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Un día, un cliente le ofreció muy poco dinero a cambio de sus servicios. Así lo recuerda: “No podía decir que no, esa semana viajaba a Pereira y con eso podía ir a la plaza a comprar una gallina para llevar y comer en el camino. Acepté y le propuse que fuéramos al potrero del frente, le dije al man que caminara delante de mí para no boletiarme. Luego de un rato, escuché un disparo y creí que habían matado a otra de mis compañeras, pero luego sentí algo caliente bajando por mi pecho y cuando me toqué y miré a la luz vi la sangre en mis manos. Me había disparado”.
Cindy fue a buscar ayuda y luego de una hora y media llegaron uniformados de la policía y la subieron a un taxi que la llevó a un centro médico. En medio del susto y con un disparo entre su pecho y espalda, Cindy rogaba por llegar rápido a urgencias, aferrada a la vida.
Esta noticia llegó a oídos de doña Anita, la madre de Cindy, quien la creía muerta desde años atrás. Fue ella misma quien le contó la historia: viajó a su casa en el Llano, se metió a la cocina sin ser vista y esperó a que entrara su mamá. Al ver la piel trigueña, pequeños ojos cafés y cabellera abundante de Cindy, Anita casi se desmaya, pensó que estaba viendo el fantasma de su hija porque un año atrás supuestamente se le había presentado en medio de una sesión espiritista con una vidente y le pidió a su madre que “me dejen descansar ya, siento el frío del cuerpo”.
Cindy respondió de manera jocosa: “Quizá lo que yo sentía era el frío de estar puteando a medianoche en la esquina de la calle 19 con carrera décima”. Luego de un suspiro de alivio y de frotarse los ojos con fuerza, su madre pudo confirmar que sí era su hija en vida, a quien abrazó como si quisiera reconstruir sus heridas y tapar los huecos de las balas con sus manos.
Doña Anita, después de un rato de observar el cuerpo de Cindy —modificado con hormonas por ella misma desde los 10 años— le preguntó:
— Mijo, ¿usted cómo quiere que lo llame, como hombre o como mujer?
— Como mujer, como Cinderella—, respondió. Ese nombre lo adoptó porque siempre usaba unas sandalias marca Cinderella y todos la reconocían por estas en la región del llano.
La mamá de Cinderella fue la gran inspiración de la exposición Moda con Historias: Laboratorio de reciclaje y co-creación textil en el Museo Nacional de Colombia. Gracias a ella, a Cindy le interesaron los brillos, las lentejuelas, las telas, hilos y otros materiales que ahora le permiten crear piezas como la que hizo parte de la mencionada muestra de arte a través de la moda: un diseño en tonos oscuros, pero asemejando lo que se usaba en los años 1810 y 1820. Sus creaciones representan su vida y todo lo que ha pasado en ella. También lo son otros tantos vestidos que tiene guardados en un cuarto especial en su casa en Bogotá.
“Lo que ha hecho Cindy es demostrar que las transexuales no solo tienen que ser prostitutas o estilistas, sino que pueden llegar a ser mucho más. Pueden llegar a saber de idiomas, diseño de modas y culinaria, como es su caso y también pueden llegar a exponer sus obras de arte en museos y exposiciones internacionales” – manifestó Dennis Acosta, licenciada en Educación Comunitaria. Acosta ha participado en proyectos sociales en el barrio Santa Fe, conoció a Cindy en uno de ellos.
Cindy, La Madre, es sincera, espontánea, abierta y sin tapujos. Ella se define como una mujer astuta y observadora, que no le tiene miedo a la vida. Destaca uno de sus motores en la vida: “Siempre hay que disfrutar el ahora. Las maricas se deben concentrar en estudiar y luchar por lo suyo, por tener en dónde meter la cabeza, ya que en Colombia ser transexual es como enfrentarse a cincuenta millones de personas con tan solo el filo de un tacón”.
*Madre es un rol que la comunidad trans le asigna a mujeres de generaciones pasadas. Son ellas quienes cuidan, enseñan y reciben a otras mujeres trans o personas de la comunidad LGBTIQ+ que necesitan un hogar y una familia.
Por: Santiago Serna Díaz - CrossmediaLab de la Tadeo.