Informe Especial: El día que cayó 'El Mexicano'
Luego de 30 años del operativo contra Rodríguez Gacha, la unidad de contenidos especiales de Noticias RCN recuerda cómo fue el hecho y analiza qué pasó después.

Noticias RCN
08:15 a. m.
Horas antes de que Gonzalo Rodríguez Gacha cayera abatido en un sembradío cerca a Tolú, Sucre, ya había alcanzado a fugarse dos veces. Por eso el cerco que intentaba la Policía debía ser preciso y con el control de todas las variables y vías de escape.
La persecución que terminó en el predio conocido como El Tesoro, en medio de la balacera intensa y de ráfagas de ametralladora, había empezado dos días antes en Cartagena y Turbaco, Bolívar.
El brigadier general retirado Leonardo Gallego era entonces mayor de la Policía. Estaba en la base de operaciones especiales, en Sibaté, Cundinamarca, cuando fue contactado por la dirección general y recibió la orden de preparar un comando especial, de 20 hombres, para una operación riesgosa y secreta.
El oficial viajó a Cartagena junto con su escuadrón y solo horas antes de las primeras acciones fue informado que se trataba de una operación a gran escala contra el temido y sanginario narcotraficante conocido como 'El Mexicano'.
El alto mando le explicó al oficial que la que quedaba a su cargo era la última fase de una acción compleja. “Se adelantó esa operación en diferentres fases”, recuerda hoy Gallego. “Hubo una primera que fue exclusivamente de inteligencia, cumplida por unidades especializadas. No tuve participación en esa etapa de la operación”.
El primer movimiento de Rodríguez Gacha al detectar que le seguían los pasos fue intempestivo, de Cartagena a Turbaco. Allí, alcanzó a salir de una cabaña en la que estaba, segundos antes de que entraran los hombres del cuerpo élite. Y entonces huyó en lancha a Tolú.
“Había un conjunto residencial de casas muy amplias, como recién construidas —recuerda Gallego—, y toda la información procesada por las unidades de inteligencia indicaba que se encontraba en una de esas casas, custodiado, protegido, por un total de 25 guardespaldas”.
Los hombres que custodiaban a Rodríguez Gacha portaban un arsenal que no solo incluía pistolas atumáticas sino fusiles y granadas de mano. El plan original que había diseñado el mayor Gallego contemplaba el asalto en Turbaco. Pero un movimiento inesperado en la madrugada salvó a 'El Mexicano' de ese primer enfrentamiento.
Con lo que no contaba Rodríguez Gacha es que los agentes de inteligencia lo tenían infiltrado con informantes. Por eso lo volvieron a ubicar rápidamente en Sucre.
La intensa búsqueda
El comando al mando del mayor Gallego ubicó en las playas de Tolú a una persona que decendía de una lancha, acompañado de tres hombres fuertemente armados. El oficial requirió al sospechoso, que se identificó como funcionario del Congreso de la República y dijo que estaba acompañado por sus escoltas autorizados.
Gallego notó con facilidad que tanto la versión, como los carnés que mostraba, eran falsos. El detenido ofreció un millonario soborno y entonces Gallego no tuvo dudas: era un eslabón del capo mayor que él andaba buscando.
Semanas después pudo comprobar que era el jefe del cartel de Medellín en la costa, con la misión de apoyar en todo a su jefe máximo, y que había participado en el traslado de Turbaco a Tolú que había hecho Rodríguez Gacha.
Y esa detención, además, le indicaba que estaban muy cerca. Lo malo fue que cumplirla descompletó sus comando especial: porque al menos cinco hombres quedaron con la misión de trasladar a los arrestados.
El caso es que para ese momento 'El Mexicano' ya planeaba su tercer escape en menos de 24 horas. “De allá de Turbaco, de ese conjunto residencial, se fugó por completo —reconoce hoy el General Gallego—. En realidad quedamos muy confundidos, bastante desconcertados, y apenas con unos pocos datos sobre los diferentes planes de fuga que él acostumbraba”.
VIDEO: El oficial a cargo del operativo que terminó con la muerte de Gonzalo Rodriguez Gacha, en entrevista con Noticias RCN recuerda cómo se desarrolló la acción y narra de qué forma el capo de la mafia estuvo muy cerca de escapar del cerco que le tendió la Policía Nacional.
El golpe final
En realidad el comando especial se encontraba más cerca que nunca. El rastreo en la zona, que verificaban finca a finca, los llevó a las cabañas del predio El Tesoro y allí se encontraron de frente con su objetivo.
“El intercambio de fuego fue nutrido”, recuerda Gallego. Los secuaces de 'El Mexicano”' recibieron al comando con sendas ráfagas de fusil.
“Y mientras el cordón de seguridad de ellos intentaba contenernos a nosotros —continúa Gallego—, logicamente trató de volver a escapar. En ese recorrido es cuando se apodera de un camión que encuentra en una de las fincas y toma la carretera a Tolú, trata de irse por ella pero más adelante alcanza a ver un retén que había de la infantería de Marina”.
Cuando el camión avanzaba entró en escena el helicóptero artillado con una ametralladora M-60.
El Mexicano' avanzaba hacia el retén y en la retaguardia tenía una mira que lo apuntaba.
Por eso se bajó del camión e intentó camuflarse entre las hojas inmensas de un cultivo de plátano.
Dos escoltas que seguían custodiándolo y el propio Rodríguez Gacha soltaron varias ráfagas intentando derribar el helicóptero.
“Se les imparte la orden de detenerse, de entregarse, pero no lo hacen y lógicamente la tripulación del helicóptero tiene que responder el fuego y en ese intercambio de disparos es precisamente donde cae abatido”, agrega el general Gallego.
El cuerpo de Rodríguez Gacha quedó irreconocible, con media cabeza mutilada, lo que ha hecho crecer el mito de un posible suicidio con un artefacto. Gallego descarta esa versión e indica que las demás señales del cuerpo no correspondían con el efecto de una explosión.
El crimen no paga
Además del golpe estratégico que significó, en la lucha del Estado contra las mafias y el Cartel del Medellín, la operación contra 'El Mexicano' marcó un hito pues era la manera con la que el establecimiento podía mostrar que no todo estaba perdido.
Terminaba 1989, que fue quizá el año más violento en la historia del país, por la cantidad de atentados y magnicidios que ocurrieron en esos 12 meses.
“Realmente el 89es un año como de eclosión de todas las violencias”, dice la periodista María Elvira Samper, quien acaba de publicar con la editorial Planeta el libro 1989, donde propone una mirada analítica y trasversal a todos los hechos de violencia de aquel cierre de década.
El recuento de hechos es extenso: la masacre de la Rochela, el magnicidio de Luis Carlos Galán, el exterminio de la UP que seguía, con asesinatos ese año como el de José Antequera, y atentados con carros bomba como los que ocurrieron contra la sede de El Espectador y el Edificio del DAS.
“Antes de la muerte de Galán se habían producido toda clase de allanamientos —recuerda Samper—, habían capturado gente y los organismos de inteligencia y militares estaban diciendo bueno, lo estamos logrando, aquí no va haber más. Y sí hubo más: que fue el asesinato de Galán”.
Es decir, el magnicidio del líder liberal también motivó que la lucha contra los capos pasara a otra fase y tuviera algún resultado. Cuatro meses después, caía 'El Mexicano'.
Y uno de los retos de la fuerza pública no solo era ubicar al capo sino evitar las posibles y muy frecuentes fugas de información. “La preocupación que había de la infiltración y de la coptación de los paramilitares del Magdalena medio, captados por unidades militares y trabajo en conjunto”, recuerda Samper.
Pero además el Estado estaba urgido de entregar un mensaje: el crimen no paga y los narcotraficantes no son invulnerables. “También fue como un mensaje de esperanza —dice María Elvira—, que dentro de las instiuciones sí se podía”.
Video: La experimentada periodista, y analista de RCN Radio, explica de qué manera la muerte de Gonzalo Rodríguez Gacha fue un hito clave para la institucionalidad en Colombia. La también autora del libro 1989 explica cómo ese hecho, que ocurre justo cuando cierra ese año, fue fundamental para enviarle un mensaje a la sociedad y para que el Estado mostrara que la lucha contra la criminalidad no estaba perdida.
El fin de los grandes capos
Tres décadas después sabemos que el golpe contra Rodríguez Gacha resultó el primero en la intensa lucha que el Estado, y la sociedad colombiana, siguen librado contra el narcotráfico. Ariel Ávila, el analista de la Fundación Paz y Reconciliación (PARES) identifica tres momentos históricos en la lucha contra los grandes carteles y el crimen organizado.
“La primera generación de estructuras criminales son los carteles, tipo Escobar, Rodríguez Gacha o los hermanos Rodríguez Orejuela —dice Ávila—; había una persona y era una pirámide en la que a medida que se iba descendiendo había más personas. Había un negocio que para uno entrar tenía que pedir permiso”.
Ese modelo de Gran Capo, considera Ávila, se acabó al inicio de los años 2000 y le dio comienzo a otro modelo dentro de las organizaciones criminales. “La segunda generación, que es donde el aparato armado se pone por encima del negocio: todo el paramilitarismo, o el caso de las Farc, que se meten de lleno en el narcotráfico y desplazan a los narcotraficantes”, agrega Ávila.
Pero con los procesos que terminaron con el modelo paramilitar o de las Farc, como se conocieron durante décadas, esa segunda fase acabó también. La tercera generación de narcos funciona con el modelo que los expertos llaman “rueda de bicicleta”.
“El mejor ejemplo es el Cartel de Juárez y en Colombia el Clan del Golfo —continúa Ávila—. Es un cuerpo directivo de cinco personas. Luego hay unos mandos medios, que son 51 mandos medios. Cada mando medio tiene su ejército de sicarios, pero todos contibuyen con una plata a un Ejército élite, que aquí se les llama autodefensas gaitanistas”.
Video: El subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, experto en conflicto, explica cómo cambió el modelo de capos de la mafia después de los operativos contra capos como Rodríguez Gacha o Pablo Escobar. El negocio ilegal de venta de droga sigue vivo, pero bajo otros modelos de funcionamiento que Ávila explica.
La lucha sigue
Lo cierto es que el fin de los grandes capos no fue el fin del negocio. “El problema es que el narcotráfico es un fenómeno no solo local sino internacional y mientras las drogas sigan siendo declaradas ilegales el narcotráfico es un negocio muy próspero”, dice María Elvira Samper.
En contraste, voces como las del general Gallego son partidarias de una lucha frontal contra los cultivosy las nuevas estructuras criminales que surjan. Ávila cree que aunque los capos se acabaron y el negocio sigue, lo que ocurre hoy en la lucha antidrogas sí es distinto a lo que pasó en los 80.
“En términos de seguridad este es un país mucho mejor que hace 30 años —dice Ávila—. Hemos avanzado en la lucha contra organizaciones criminales. Pero no en la lucha contra las economías ilegales. La gran tragedia de hoy es que tenemos igual número de coca que teníamos en las marchas cocaleras. Combatimos muy bien las organizaciones cirminales pero no sabemos combatir las economías ilegales: ahí nos falta avanzar mucho”.
Otra conclusión del general Gallego está enfocada a la cultura de la legalidad. Dice que cualquier narcotraficante siempre tendrá el mismo destino. “Finalmente terminan en una prisión o en una tumba. Y durante la vida criminal activa siemprte están escondiéndose”, agrega el oficial retirado.
Lo cierto es que cada 15 de diciembre es una fecha para recordar que, de muchas maneras, la operación que concluyó en medio de las matas de plátano, y con aquel despliegue inédito de fuerza para la época, sí fue el primer peldaño de un camino que aún hoy el país transita.