Mujeres que inspiran: Las huerteras de la comuna 8
La experiencia nació como un cultivo de pancoger, pero fue apalancada y, de a poco, se ha convertido en un ambicioso emprendimiento.
Noticias RCN
01:01 p. m.
Medellín no solo es la ciudad de las flores, también de frutas, verduras, hortalizas, aromáticas y otras bendiciones de la tierra. Y de eso dan fe las “huerteras de la comuna 8”, como ahora son reconocidas varias habitantes del centro oriente de la capital antioqueña.
En esta zona de la ciudad, varias paisas se unieron y convirtieron su barrio, ubicado en la parte alta de la comuna de Villa Hermosa, en un campo agrícola muy productivo.
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Empinadas zonas de ladera, que antes eran montes y rastrojos, son ahora organizadas huertas, donde humildes mujeres cultivan orégano, perejil, albahaca, acelga, espinaca, yerbabuena, lechuga, ají, brevas, romero, cidra, aguacate, yuca, cilantro, col, cebolla y deliciosas aromáticas.
Una de ellas es Myriam Quiceno, quien, a sus 39 años, con tres hijos y muchas dificultades económicas, encontró en estas plantaciones un alivio para la economía del hogar. “Me sostengo con muchas cosas para mi casa, las cuales no tengo que comprarlas”, dice orgullosa.
La experiencia nació como eso, como un cultivo de pancoger. Pero la iniciativa fue apalancada y, de a poco, se ha convertido en un ambicioso emprendimiento. Algunos de los productos, incluso procesados en deliciosas salsas, galletas, aderezos y mermeladas, ya son comercializados en ferias y eventos públicos como los mercados campesinos.
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En este sector periférico, conocido como Pinares de Oriente, ya hay 20 mujeres huerteras. Muchas de ellas son desplazadas por la violencia. Por fuerza mayor tuvieron que abandonar el campo, pero ese conocimiento de la ruralidad, de las prácticas agrícolas, lo evidencian en esta cadena citadina.
Una de las líderes es Elizabeth Henao, casada y con cuatro hijos. Desde hace más de una década vive en Medellín, pero se siente como si estuviera en Ciudad Bolívar, su pueblo natal. Atrás quedó ese doloroso pasado y así resume su presente y su feliz estadía en la capital del departamento. “Esto es prácticamente una finca en medio de la ciudad. Es demostrarle a la ciudad que en la ciudad también se puede sembrar comida”.
Y hay razones para soñar, para crecer. De la mano de aliados públicos y privados, estas luchadoras esperan convertir la zona en un cinturón verde, donde turistas vivan una experiencia campesina sin salir de la ciudad. “Hacer turismo comunitario, ofrecerles nuestros productos, que el turista llegue y si se antojó, si se enamoró de una penca sábila, que él mismo la coja y se la lleve”, es el deseo de Elizabeth.
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Y allí están. En una humilde barriada paisa. En medio de caseríos, ladrillos y cemento, se erigen hermosos jardines y nutritivos cultivos, fruto del esfuerzo, la tenacidad y las ganas de emprender de unas mujeres que inspiran.