Una maestra cambia vidas con su granja experimental en un colegio de Trujillo, Valle
Tienen su propia huerta y quienes guían los recorridos por ella son los estudiantes, que conocen cada producto. También cuentan con un criadero de animales.
Noticias RCN
09:39 p. m.
En Trujillo, Valle del Cauca, se encuentra la escuela Manuel María Mallarino, que además de abrir las puertas a los estudiantes para su aprendizaje académico, les enseña un valor adicional: el de la tierra. Este lugar no parece un colegio, sino un mercado en el que se cultiva, procesa y vende de todo.
La creadora de esta idea es Gabriela Arango, una mujer nacida en Itagüí. Vive en Tuluá y todos los días hace un recorrido de 50 minutos para llegar al colegio. Allí les enseña a sus alumnos la importancia de los alimentos, el campo y la agricultura.
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Ella es consiente de que cambia vidas con la granja experimental que creó. “Es un potenciador del paisaje cultural cafetero que es nuestra esencia. A pesar de que yo no sea de aquí, amo a Trujillo y lo quiero ver renaciente”, explica.
Granja experimental en un colegio de Trujillo
La lista de productos que se producen en la escuela es amplia: mermeladas, mantequilla, quesos, conservas, platanitos, arepas, postres, tortas, helados y salpicón.
Tienen su propia huerta, y quienes guían los recorridos por ella son los estudiantes, que conocen cada producto. “En el salón ya hemos comercializado nuestro propio cilantro y también lo vendemos en el mercado campesino”, cuenta Gabriela.
Pero allí no solo hay alimentos, también animales. Cuentan con su propio criadero de cerdos, gallinas y pollos, y con su comercialización reciben ingresos para todos.
El objetivo de esta maestra es que los niños se enamoren del campo. También busca evitar que abandonen la tierra. Gabriela describe a Trujillo como un lugar lleno de gente valiente, que a pesar de todo continua hacia adelante. “Es un pueblo resiliente, de familias empoderadas que, a pesar de haber vivido etapas de violencia, hay gente pujante”.
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Trujillo sufrió en los años 50 y 60 una violencia política que casi acaba con el municipio. Pero sus habitantes lo sacaron adelante. Muchos emprendieron y ahora, les apuestan a sus propios negocios. Un ejemplo de ello es la familia Rivera Gómez, que empezó a vender obleas y ahora hace mermeladas con la que logran sostenerse económicamente.