Greg LeMond no deja de levantarse del asfalto
Cuando su carrera brillaba, le dispararon por accidente en la espalda. Se recuperó y volvió a ser el mejor. Ahora lucha contra una leucemia.
Noticias RCN
03:25 p. m.
En 1987 el ciclismo era suyo. El año anterior había ganado el Tour de Francia. Estaba en forma plena y ya había ganado el Campeonato Mundial. Sus adentros, felices. Era todo perfecto. Estaba cazando en un rancho propiedad de su familia, en su natal California. El aroma era encantador y reía junto a su cuñado.
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Llegó la tragedia. Su acompañante lo confundió con un alce y le disparó en la espalda. Greg LeMond cayó al suelo y perdió cerca del 65 % de su sangre. Un helicóptero, por casualidad, volaba por ahí y lo llevó a un hospital. Si no, hubiera fallecido. Después de un suceso así, era previsible que no volviera a correr. Lo importante era que volviera a vivir.
Vivió y corrió. Volvió a pedalear como si fuera el del 86 y en 1989, una de las mejores ediciones del Tour de Francia de la historia, le quitó la camiseta amarilla al local Laurent Fignon con una contrarreloj final antológica. El estadounidense fue campeón con ocho segundos de ventaja sobre un francés sorprendido por el desempeño del hombre que casi muere en un día de caza.
Y en ese 89, además, LeMond fue campeón mundial, una vez más. No paró. En el 90 alcanzó su tercer Tour, con más de dos minutos de diferencia sobre el italiano Claudio Chiappucci. En el 91, el español Luis Ocaña —ganador de la Vuelta a España 1970 y el Tour de Francia 1973— le tiró en la radio una sentencia a LeMond: “Mirad qué culo tiene, con ese culo no se puede ganar el Tour”.
No lo ganó. De hecho, el rendimiento del californiano comenzó a descender. Y aunque sus deseos estaban enfocados en la crono de los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, en el 94 confirmó la noticia: “Me retiro”. Los daños por los impactos que recibió su espalda no habían desaparecido. No obstante, podía vivir bien. Ya sin su amada bicicleta. Esa que no soltaba desde que se iba en ella a la escuela.
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Después de convertirse en el primer ciclista no europeo en conquistar la carrera más prestigiosa del planeta, surgió otro estadounidense que parecía ser un extraterrestre. Lance Armstrong triunfó en siete Tours, que luego le arrebataron al comprobarse sus constantes dopajes, contra los que luchó, ya desde afuera de las carreteras, Greg LeMond.
Y Armstrong lo amenazó con hablar públicamente sobre los abusos sexuales que había sufrido cuando era niño. El propio LeMond se refirió a esas agresiones que padeció por parte de un pariente, quedó satisfecho con las sanciones a su compatriota y continuó con una existencia que recientemente le presentó otra dificultad.
“Me han diagnosticado una leucemia mieloide crónica. Afortunadamente es un tipo de cáncer que puede curarse y un tipo de leucemia que no pone la vida en peligro. Pasé por unas semanas con fatiga que me llevaron a someterme a un control, incluyendo análisis de sangre. Después de una serie de exámenes, y de una biopsia de la médula ósea, recibí el diagnóstico oficial el pasado viernes. El pronóstico a largo plazo es favorable”, informó recientemente.
Este domingo cumple 61 años y anhela acompañar al pelotón en la edición 2023 del Tour de Francia, el evento que no deja de hacerlo feliz.
Por: Sebastián Arenas / @SebasArenas10