Niños Wayuu también se ven obligados a comer basura en La Guajira
Las familias indígenas deambulan entre el basurero y el mercado de Riohacha, viven en la pobreza y la necesidad.
Noticias RCN
12:29 p. m.
Las mantas Wayuu aparecen en medio del blanco y negro de las bolsas de basura. Las primeras en llegar al basurero de Riohacha, ubicado detrás del mercado, son dos menores de 15 y 16 años, en sus manos llevan dos filosos cuchillos.
Después, abren los sacos de cebolla, mucha ya está descompuesta. También buscan y esperan encontrar algo que puedan llevar a casa.
El batallón de moscas es insoportable, en especial con el sol guajiro, que después del mediodía calienta con toda su intensidad, no obstante, las niñas persisten porque aún sus cuatro hermanos no han desayunado.
“Encontré papa y un cebollín, todos los días lo hago en la mañana”, narra una de las pequeñas.
Con tomate, cebolla y algunos alimentos parten con sus hermanos a casa. El fuerte olor se extiende a varias calles a la redonda.
“Mucha gente que viene de vez encuando salen los sábados y domingos. Yo pido una ayuda para cada barrio, a veces vienen de noche para coger comida para sobrevivir”, dice Daniel Iphuana, indígena Wayuu.
Cuando el sol se va a descansar y el mercado baja sus esteras, aparecen los tanques de basura.
Esta menor de 16 años llega con su familia a buscar algo de alimento. Ella está embarazada y proviene de una ranchería de Venezuela.
Tiene seis meses de embarazo y aún no ha podido sentir el corazón de su pequeño.
La joven corre con su prima de 13 años para ver quién llega primero al tanque de basura que traen los del aseo.
Por otro lado, una pequeña busca hasta que encuentra una arepa, es su primer alimento del día, pese a que el reloj en las casas colombianas anuncia que es hora de la cena.
“Ya la situación está muy difícil no sabemos qué comer, hoy hemos conseguido pocas cosas”, afirma.
Esta es una escena dramática que se repite día a día: niños y adultos mayores que entre desechos buscan alimentos.
La noche llega y los zancudos aparecen. Para estas familias es mejor la basura que morir de hambre, se acostumbraron al silencio elocuente de las autoridades.
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