Nos quejamos, pero …

Nos quejamos, pero creemos en aquello de que “hecha la ley, hecha la trampa”, en que “el vivo vive del bobo”, y que romper las reglas nos hace muy ‘abejas’.


Carlos Valencia
agosto 11 de 2024
06:00 a. m.
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La Real Academia Española describe a la sociedad como el “conjunto de personas, pueblos o naciones que conviven bajo normas comunes”, que es “organizada para cooperar en la consecución de determinados fines”. No es difícil de interpretar: trabajamos todos juntos con un objetivo en común. Claro, como individuos tenemos nuestras propias metas, pero debe haber un equilibrio entre el yo y el todos.

Tal vez en el afán de concentrarnos por conseguir beneficios propios estamos cayendo en prácticas que afectan a los demás, directa o indirectamente. Así se rompe el bien común.

Claro que sí, somos víctimas de malas decisiones, de robos a gran escala que quedan en la impunidad, de discursos políticos con saliva, pero sin alma, de promesas que nacen en la tarima y mueren rápidamente al alejarse del atril, de aquellas acciones que dejan comunidades enteras afectadas. Pero creo que si todos empujamos hacia el mismo lugar, podría ser el principio de un mejor país.

La fuerza del pueblo es inconmensurable, pero no hemos encontrado aún aquello que nos una de una vez por todas para encontrar esa chispa que se volvería una inextinguible llamarada; y así trabajar por el bien común, uno que perdure y englobe la justicia, la igualdad y la equidad.

De nuevo sí… Pocos son los gobernantes que a su vez son líderes y trabajan para el pueblo, y contados los que le funcionan al público; pero tampoco podemos caer, o más bien seguir en la misma dinámica, debemos ser coherentes con nuestro discurso, con lo que queremos y ofrecemos. Algo que funciona para muchos aspectos de la vida.

Y es que nos quejamos, pero creemos en aquello de que “hecha la ley, hecha la trampa”; en que saltarnos las reglas nos cataloga como dignos representantes de la premisa “el vivo vive del bobo”. Los pequeños actos de corrupción no se condenan, sino que se aplauden porque es que somos muy ‘abejas’.

Entonces nos quejamos, pero arrojamos basura a la calle, alteramos el taxímetro para cobrar un ‘poquito más’, inflamos ciertos precios amparados en una – a veces – falsa idea de oferta y demanda; le regateamos al pequeño empresario, no hacemos fila en las entidades ni en la vía con los vehículos; sobornamos y permitimos que nos solucionen de ‘$50.000 formas’.

Nos quejamos, pero no pagamos impuestos, hacemos trampa en los exámenes, desperdiciamos los servicios públicos, vendemos y/o compramos votos; falsificamos documentos, y para no ir tan lejos, por ejemplo, los certificados médicos.

Discriminamos a nuestros semejantes, por las razones que sean: género, raza, religión, edad, condición socioeconómica, orientación sexual, ideología, nacionalidad, motivos de discapacidad, entre otros no menos importantes.

Actuando así no podemos esperar mucho de nuestros representantes en el Gobierno. Vienen siendo un reflejo, por decirlo de alguna manera, de esa sociedad.

¿Qué es lo que nos hace falta para unirnos? Hemos pasado por mucho, y aún siento que no alcanzamos esa anhelada meta, no hemos podido dar el primer paso, y si alguien está intentando darlo, no le acompañamos.

Somos teclas de un piano, las cuerdas de una guitarra; somos notas musicales con todo el potencial de formar una hermosa melodía de esas que ponen la piel de gallina y hacen que se nos humedezcan los ojos, y que vibre lo más profundo de nuestro ser. Pero no.

Falta el centavo para el peso. Y aunque casi la totalidad de esta columna sea una crítica, también debo resaltar a quienes hacen país, cumplen las reglas, son justos en sus acciones, e incluso los que dan un poquito más y trabajan por las comunidades, los animales, en pro de la sociedad.

¿Cuál puede ser la solución? Actuar conforme a la ley del sitio en donde nos encontremos, y a los correctos comportamientos. Allí empieza el cambio, logrando suprimir de nuestro día a día ciertas conductas. De lo micro a lo macro.

Sueño con ese futuro, y trato de mejorar cada día para ser parte de la solución. Es un ejercicio difícil, pero en algunos años, mirando hacia el pasado, diremos que valió todo el esfuerzo.

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