El camino fácil
Después de la instalación del Congreso del pasado 20 de julio, aquí en Colombia se perciben riesgos que bien vale la pena alertar.
12:16 p. m.
En esta columna es ya habitual que hablemos sobre democracia y los valores cívicos pero, al parecer, por lo que ocurre en nuestras instituciones, el tema no se agota, a la vez que demuestra una ausencia de formación y pedagogía sobre ella y su vínculo con los valores.
Después de la instalación del Congreso del pasado 20 de julio, aquí en Colombia se perciben riesgos que bien vale la pena alertar, dado que esperamos cuatro años en los que nos vaya bien a todos los ciudadanos y a por supuesto al país y al gobierno del presidente Petro.
Si bien unidad no es lo mismo que unanimismo, que representa literariamente la conciencia colectiva de las masas, sí debe la unidad, propender siempre por el respeto de las diferencias, más en los recintos de alto nivel de la democracia y ante la más sencilla y a la vez alta autoridad democrática: El pueblo.
La democracia, a pesar de todas las complejidades, es considerada como una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía. En una democracia ideal la participación de la ciudadanía es el factor que materializa los cambios, por lo que es necesario que entre gobernantes y ciudadanos establezcan un diálogo para alcanzar objetivos comunes y claro esta entré los que piensan de manera similar y con los que piensan distinto.
El porcentaje de sufragantes en esta reciente elección presidencial ha sido el más alto desde el año 1998. El 58,17 % de los ciudadanos habilitados salió a votar el pasado 19 de junio. Por ello, el índice de abstención obtuvo una reducción del 4,24%, en relación la con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2018.
Cada uno tiene una manera de interpretar este aumento del compromiso ciudadano de mayor participación con el voto; en mi caso pienso que el cambio que muchos reclaman, no incluye protagonizar la gestión a través del irrespeto o el agravio con quien tiene la palabra, por el contrario, es precisamente el argumento y la dialéctica el origen del cambio y la transformación que Colombia necesita.
El llamado al Congreso es a construir y mejorar las condiciones que hoy urgen para millones de colombianos; para ello, sobran los gritos, las palabras ofensivas y descalificadoras, que deslucen de la labor del congresista. Si no están de acuerdo con el discurso del presidente Duque, tomen cada una de las afirmaciones y argumenten su punto de vista, pero no bloqueen a gritos la intervención, ni nos irrespeten a los ciudadanos, con un mal ejemplo.
Los gritos siempre son acciones de falta de control y para cambiar la democracia debemos dialogar y dejar atrás el camino fácil de la agresión.