Colombia no merece este trato
Quién necesita aliados cuando se tienen regímenes como los de Venezuela, Cuba y Haití para respaldarnos.
04:01 p. m.
Colombia merece respeto, sí, pero ese respeto no se mendiga ni se decreta: se gana. Y ese proceso comienza desde casa. Mientras algunos populistas exigen a otros países que “nos respeten”, aquí se gobierna desde la improvisación, sin rigor y sin una hoja de ruta clara para manejar nuestras relaciones exteriores. Lo que debería ser un ejercicio serio de diplomacia se ha convertido en un espectáculo de desorden que socava la estabilidad de la nación.
La estabilidad de Colombia no puede estar sujeta al vaivén de trinos incendiarios en X (Twitter) a medianoche, plagados de arrogancia y carentes de sustancia. Este país no merece ser “gobernado” con mensajes impulsivos que buscan protagonismo antes que soluciones. Ahora que tanto se habla de “dignidad”, urge devolverle dignidad a instituciones como la Presidencia y a la carrera diplomática, ambas desprestigiadas por la politiquería que tanto daño le hace a Colombia.
Es básico, casi elemental, entender cuáles son los aliados estratégicos que sustentan nuestro comercio, nuestra seguridad y nuestro desarrollo económico. Pero aquí parece que el narcisismo de algunos líderes, obsesionados con monopolizar la narrativa, ha puesto en riesgo esa estabilidad. Este país no puede seguir siendo víctima de políticos que priorizan su imagen personal sobre los intereses de la nación.
El discurso de la “dignidad”, tan usado como pretexto, ha demostrado (nuevamente) ser selectivo y conveniente. En 2024, por ejemplo, la administración de Joe Biden deportó más de 14.000 colombianos en situación irregular, y en ese momento nadie habló de dignidad ultrajada. Lo mismo ocurre con las dictaduras: la dureza para condenarlas desaparece entre los elogios y la complicidad hacia regímenes autoritarios. La coherencia, al parecer, no tiene cabida en esta narrativa.
Colombia, en poco tiempo, ha perdido aliados estratégicos clave. La relación con Israel, vital para la seguridad, quedó rota. El Reino Unido volvió a imponer visas para los colombianos, y las relaciones con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, están en entredicho. Pero, según el discurso oficial, ¿quién necesita aliados cuando se tienen regímenes como los de Venezuela, Cuba y Haití para respaldarnos?
Hoy, Colombia navega a la deriva, sin un rumbo definido, mientras su diplomacia está a merced de improvisaciones y decisiones arrebatadas. Donde reina la improvisación, la inestabilidad se convierte en política de Estado. Y, para cerrar el círculo, en un giro que parece una cruel ironía, la carrera diplomática es ridiculizada con anuncios como el de Laura Sarabia, quien ahora encabezará la Cancillería como si fuera un campo de pasantías.
Colombia no merece este trato. Ni de sus líderes ni de su diplomacia. Es hora de dejar la retórica vacía y el show político. Es hora de ser serios.