Política en suspenso: la antesala del 2025
La política colombiana, con su eterna inestabilidad, promete seguir siendo un campo de batalla donde lo urgente siempre parece desplazar lo importante
07:29 a. m.
El 2024 ha sido el año menos electoral que hemos vivido desde el 2018, y ahora, a tan solo 15 días de su final, la política nos deja grandes experiencias que nos permiten vislumbrar lo que traerá el 2025. Y es que este año ha sido tan turbulento a nivel político que parece increíble que tantas cosas hayan sucedido en menos de 365 días.
Desde el escenario político nacional, con las movidas del poder en el Gobierno central, el arranque de los gobiernos locales y regionales, pasando por las estrategias de una oposición con serios problemas de cohesión, hasta el impacto de la política internacional en Colombia, el panorama ha sido un reflejo de nuestra histórica inestabilidad política. Puesto que, si hay una palabra que describe el pasado y el presente de Colombia, es esa, la inestabilidad. A dos años y medio del Gobierno de Gustavo Petro, la retórica política sigue siendo tan lamentable como en el pasado.
En 2024, la salud se consolidó como la principal (y creciente) preocupación de los colombianos, debido a la crisis en la atención primaria, el descontento con los sistemas de aseguramiento y las demoras en soluciones estructurales, dejando a amplios sectores vulnerables. Este problema ha erosionado la confianza en el Gobierno y fortalecido a sus detractores. Además, los escándalos de corrupción en la UNGRD, a pesar de las promesas de transparencia, han alimentando la idea de que el “cambio” fue solo un discurso.
Por otro lado, este año los nuevos alcaldes y gobernadores comenzaron su primer año de mandato, visibilizando la voluntad de gestionar desde lo local y regional para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, una de las tensiones más evidentes ha sido el interés de las regiones por obtener mayor autonomía presupuestal, en contraposición a la dependencia histórica del Gobierno central. Esta discusión, aunque necesaria, ha estado marcada más por discursos políticos que por argumentos técnicos. En 2025, seguramente cobrará más relevancia dentro del marco del llamado "Acuerdo Nacional", donde el Gobierno buscará capitalizar las demandas regionales para obtener réditos políticos en un año preelectoral.
En cuanto a la oposición, el 21 de abril de 2024 marcó un momento simbólico con las marchas en contra del Gobierno Petro, un reflejo del malestar ciudadano. Sin embargo, más allá de las calles, la oposición ha permanecido fragmentada, careciendo de un liderazgo unificado que logre canalizar efectivamente ese descontento hacia una propuesta de derecha.
Por su parte, la política internacional no ha pasado inadvertida. Las tensiones con Estados Unidos por la política de drogas, el distanciamiento con países clave de la región y el fallido protagonismo en foros internacionales han puesto en evidencia los vacíos estratégicos del Gobierno en este frente. La imagen de Colombia en el exterior ha sufrido un desgaste, y las oportunidades de cooperación económica con otros bloques, como Asia, siguen siendo un reto pendiente.
A nivel global, 2024 también nos dejó lecciones sobre la vulnerabilidad de las democracias en un mundo polarizado. Las elecciones en América Latina, las crisis humanitarias, la guerra y el avance de la tecnología en la política, con el uso de inteligencia artificial en campañas, nos hacen reflexionar sobre cómo los liderazgos tradicionales están quedando rezagados frente a las dinámicas de un ciudadano más informado e interconectado.
El balance del 2024 deja incertidumbre: el Gobierno Petro enfrenta el desgaste de la mitad de su mandato y problemas estructurales sin resolver. La oposición, aunque crítica, sigue siendo ineficaz. Mientras tanto, los colombianos esperan soluciones a urgentes problemas como la salud, la seguridad, la corrupción y la inestabilidad económica. El próximo año será clave para definir si Colombia le sigue apostando a la izquierda en el 2026 o si se consolida un liderazgo que unifique a la derecha de cara a las legislativas y presidenciales.
El 2025 no será un año electoral, pero será la antesala preelectoral del 2026. La política colombiana, con su eterna inestabilidad, promete seguir siendo un campo de batalla donde lo urgente siempre parece desplazar lo importante. Sin embargo, este período de transición puede ser una oportunidad para que la clase política reflexione, se reestructure y comience a construir con una visión de largo plazo.
¿Será posible? Eso depende de si realmente queremos salir del círculo vicioso de improvisación que ha marcado nuestra historia, o si seguiremos atrapados en la inercia del corto plazo.