Una dosis de patriotismo
“Uno que nos enseñe a construir desde adentro hacia afuera, no desde la comparación ni la imitación”.
12:01 p. m.
En Colombia, solemos mirar con admiración — a veces con obsesión — a países como Estados Unidos, Japón, Alemania o China. Los observamos como modelos de desarrollo, como metas que anhelamos alcanzar, como ejemplos del orden, la riqueza y el progreso que quisiéramos tener. Pero pocas veces nos detenemos a pensar ¿qué fue lo que realmente los llevó hasta allí?
La respuesta más sensata a esa pregunta abarca múltiples dimensiones — y merecería al menos un libro para ser analizada a fondo —, pero en esta ocasión quiero centrarme en un factor que marca una profunda diferencia con esos países: la dosis de patriotismo que, desde el origen, alimentó sus proyectos de nación. Un patriotismo que va mucho más allá del orgullo por una bandera o un himno; que se traduce en visión compartida, sentido de pertenencia, unidad en la diversidad y compromiso con el futuro.
En Semana Santa, muchos colombianos tenemos la oportunidad de viajar. Recorrer Colombia es confirmar lo que ya deberíamos tener claro: que realmente somos el país de la belleza. Nuestros paisajes, nuestras culturas, nuestras expresiones religiosas y nuestras formas de vivir las festividades son únicas. Pero también es innegable el contraste: la belleza va de la mano con el subdesarrollo, la pobreza y la desigualdad. Esa es nuestra paradoja.
Nos cuesta reconocernos como iguales. Vivimos divididos, fragmentados, atrapados en disputas territoriales, políticas, raciales y sociales que han marcado nuestra historia. En vez de construir puentes, levantamos muros entre nosotros. En vez de buscar acuerdos, buscamos culpables. Nos acostumbramos a vivir en guerra con el vecino, con la familia, con el país. Y así, ¿cómo se construye una visión de futuro? ¿Cómo se fortalece una nación?
Nos falta una dosis urgente y genuina de patriotismo. No uno vacío ni manipulado por intereses partidistas, sino uno que parta de conocernos, reconocernos y aceptarnos en nuestra diferencia. Uno que nos ayude a ver lo que nos une entre negros, blancos, indígenas, campesinos, citadinos, costeños, llaneros, montañeros… todos colombianos al fin y al cabo. Uno que nos enseñe a construir desde adentro hacia afuera, no desde la comparación ni la imitación.
Está bien mirar a los países desarrollados y aprender de sus logros. Pero tenemos que aceptar que ellos tienen su historia y nosotros la nuestra. Y nuestra historia, por dolorosa o contradictoria que sea, también tiene todo el potencial para ser una historia de grandeza si logramos narrarla desde la unidad.
Siempre será un buen momento para reconciliarnos con nuestra identidad nacional y enfrentar nuestras propias contradicciones. Para redescubrir el país no como un lugar ajeno, sino como el hogar que aún estamos a tiempo de construir juntos. Una dosis de patriotismo, bien entendida, podría ser el punto de partida.