La burla del ELN
Son más las exigencias, las condiciones y los reclamos de parte de los guerrilleros del ELN, que la intención real de lograr la paz.
06:00 p. m.
La historia de este país nos ha dejado claro que en cuatro años no se puede acabar una guerra que lleva décadas. También nos ha enseñado que tampoco, de la noche a la mañana, se pueden desarmar grupos criminales que, por años, han estado desangrando a Colombia con el señuelo de la revolución. Pero si lo tenemos claro nosotros, ¿por qué el presidente, siendo candidato, decía y prometía lo contrario? Eso fue lo que le aseguró a la revista Semana: “A los tres meses de ser presidente se acaba el ELN en Colombia”, afirmó sin titubear.
Y no solo no se acabó el ELN, sino que tomó fuerza y se burló, una vez más, del sueño de los colombianos de vivir en paz. El ELN se niega a dejarnos en paz. Está bien intentarlo, pero por qué a costa de la vida de los colombianos, de jóvenes como los que fueron asesinados esta semana en Puerto Jordán, Arauca.
De este departamento se adueñaron sin que nadie los detuviera. Una población que creyó en la promesa del primer Gobierno de izquierda en Colombia. En los municipios de Saravena y Fortul, desde agosto a la fecha, se han registrado cuatro ataques a oleoductos, tres atentados a la fuerza pública y varios combates.
Entre ciclo y ciclo de conversaciones nos fueron contentando con pañitos de agua tibia. Desde Venezuela, México y Cuba marrullaban con falsos dilemas como el del secuestro con fines económicos o retenciones económicas, como se atreven a llamar esa abominable práctica.
Delito del que han sido víctimas decenas de colombianos, incluyendo al ‘Mane’ Díaz, el papá de nuestro querido futbolista Luis Díaz. Ni ese escándalo mundial hizo que el Gobierno le pusieran punto final a ese proceso que, desde el principio, fue letra muerta.
Ese punto acordado de no secuestrar les duró muy poco, porque en mayo, con un cinismo abismal, anunciaron que regresaban al camino del secuestro argumentando, que lo hacían porque el Gobierno no les daba “donaciones” de la comunidad internacional.
No nos engañemos. Son más las exigencias, las condiciones y los reclamos de parte de los guerrilleros del ELN, que la intención real de lograr la paz. Y han sido más los días de crisis que los de consenso.
Y si hablamos de reclamos no podemos pasar por alto la ira que desató que, paralelamente, el Gobierno mantuviera conversaciones con el frente Comuneros del Sur, una fracción del ELN que decidió desmarcarse de las directrices de ese grupo, liderado por Antonio García.
Ahora hablemos de consensos fallidos y estériles. ¿Creen ustedes en una paz total sin dejar las armas a un lado? Si es que son ellos mismos los que han dicho: “ni asomos de discusión de que vamos a dejar las armas. Olvídense de eso. si esa es la condición, no hay acuerdo”.
¿Creen en un proceso que les permita a los guerrilleros del ELN matar mientras hablan de paz? Han sido enfáticos aseguran que lo que se está negociando “no tiene nada que ver con desmovilización. Por ese camino ni hemos andado ni vamos a andar”.
Este no ha sido un proceso de camino hacia la paz, ha sido un proceso de fortalecimiento. Al Gobierno no se le puede olvidar que por encima de los caprichos de un grupo criminal estamos los colombianos, los mismos que hemos sufrido paros armados, confinamientos, atentados y, sobre todo, burlas.
El despiadado ataque a la base en Arauca solo mereció un tibio comunicado del Gobierno en el que anunciaba “suspender” el proceso con el ELN. ¿No hubiera sido mejor terminar que suspender? ¿Cuántas oportunidades más regalará el presidente a estos señores que siguen matando sin piedad?
Presidente, los enemigos de la paz no somos nosotros, sí lo son quienes se niegan a desarmarse y dan órdenes de matar mientras pasean por La Habana.