Pacto entre corruptos

Nos están robando. y no pasa nada. Más de 700.000 millones de pesos de los colombianos están embolatados. Todos estos ceros indican que el problema es peor de lo que calculamos a comienzos de este año cuando estalló el bochornoso escándalo de los carrotanques, que, por cierto, resultó ser solo el campanero que alertaba que lo más turbio estaba en otro lado.

Muy seguramente, en este país, en donde viven 16,7 millones de personas en la pobreza, nadie ha visto tanta plata junta y la mayoría, muy probablemente, no alcanza a dimensionar lo que significa todo ese dinero que se embolsillaron y que repartió el Gobierno a diestra y siniestra entre sus amigos.

Estamos hablando de que la plata que se robaron en la Unidad de Gestión de Riesgo, los 700.000 millones de pesos, es 10 veces más el dinero de Centros Poblados, aquel contrato por el que lapidaron a la exministra Karen Abudiden y por el que arrastraron su apellido cuando vociferaban que “se habían abudineado el dinero”.

La entonces ministra Karen Abudinen renunció después de que la prensa revelara el escándalo; y el entonces candidato Gustavo Petro lanzaba dardos desde sus redes sociales. En 2021 escribió en su cuenta “la renuncia de la señora Abudinen no es solo la demostración del enorme fracaso de la clase política tradicional en gobernar a Colombia. Es la incapacidad del mismo gobierno de Duque hundido en la corrupción y el autoritarismo. Un triunfo de la prensa libre y @paoherrerac”.

¿Les suena familiar? de este trino podríamos cambiar simplemente los apellidos y el escenario sería el mismo. O no. En realidad es peor, porque a la corrupción actual se le suma la promesa incumplida de un candidato que aseguró gobernar sin corruptos.

Es así como vemos que se nos está yendo el cambio entre maletines llenos de billetes, en contratos asignados a políticos, en coimas y en sobrecostos. Este Gobierno se convirtió en lo que tanto criticó, pero con un agravante: sostienen su inacción con engaños.

La muestra más clara está en lo que dijo el presidente Petro esta semana “el hecho yo mismo de haber echado a Olmedo que nadie más lo echó. Esto no fue como la ministra de Comunicaciones que cuando la prensa se dio cuenta de que se estaban robando el dinero de los niños del internet, entonces Duque la mantuvo hasta el último día del gobierno …. yo apenas supe del robo de Olmedo, lo eché…”

Una vez más miente el presidente Gustavo Petro. Recuerden que Abudinen renunció el 9 de septiembre de 2021, es decir, dos meses después de que el país conociera los enredos del contrato de Centros Poblados. Es decir, casi un año antes de que finalizara el mandato de Duque. No como dice el mandatario.

Pero no caigamos en la trampa que nos pone el mismo Gobierno: el de mirar al pasado para tapar el presente. Mejor sigamos desmintiendo. Al señor Olmedo López, el presidente Petro, quien lo trajo a su gobierno y quien le dio la llave de la caja fuerte, lo mantuvo en el cargo y solo hasta el 29 de febrero Olmedo, ya sin salida, presentó su renuncia. No lo echaron, nadie lo echó. Simplemente, con el agua hasta el cuello Olmedo decidió dimitir.

Lo más grave es que sin asomo de vergüenza tenemos que ver que en Colombia ya no solo se pierde la plata, ahora se inventan emergencias sociales donde no las hay y algo peor, se “pierde” la evidencia de las picardías que habrían cometido nuestros gobernantes. ¿Quién tendrá la memoria, el disco duro y el computador que, mágicamente desapareció? ¿A quién le conviene la pérdida de estos elementos?

Nos queda sentarnos a esperar que la Fiscalía se sacuda, se mueva y empiece a mostrar resultados pronto. Ya por lo menos anunció el ente investigador que abrió un proceso al ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla; al director nacional de Inteligencia, Carlos Ramón González; al exministro del Interior Luis Fernando Velasco, y la exconsejera para las Regiones Sandra Ortiz.

Señores del Gobierno, ya es hora de guardar el retrovisor, dejar de mencionar a los anteriores mandatarios, dejar de justificar tanta fechoría argumentando que no es un problema de ahora y dejar de criminalizar a la prensa que, como Julian Assange, está revelando y destapando la sucia corrupción que dejó en pañales el tan anunciado cambio.