Petro en la ONU ¿qué significó?
El discurso de Gustavo Petro en la ONU para inaugurar el 77° periodo de sesiones de la Asamblea General ha dado mucho para hablar.
06:37 a. m.
Para muchos, rompe la historia de las alocuciones medidas e inscritas en los márgenes estrechos de las formas diplomáticas, por lo que ha sido visto como una reivindicación justa, luego de décadas de mensajes más bien timoratos. En contraste, para un sector representativo de la oposición, el mensaje fue equivocado y sostienen que el tono fue pendenciero e inadecuado para un escenario como el de Naciones Unidas. ¿Cuál fue el significado? ¿Qué aciertos y errores se pueden identificar? ¿Tendrá algún alcance o efecto, o fue simplemente una declaración en el vacío?
El discurso sorprende hasta cierto punto, pues si bien se sabía que Petro incluiría demandas históricas relativas a la forma como se ha afectado el medio ambiente por la industria extractiva y el consumo desbordado, los gobiernos colombianos no suelen apelar a lo emocional en este tipo de escenarios y la ideología suele pasar a un segundo plano, el país ha sido siempre conservador en ese aspecto. En esta alocución en contraste, se quiso marcar una postura, para lo cual se debe tener en cuenta que era la primera aparición de Petro como presidente en un espacio global.
Si bien en el pasado varios presidentes habían evocado el principio de la responsabilidad compartida para el tema de las drogas (Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Juan Manuel Santos), jamás se había hecho con ese ahínco, y menos aún, se había vinculado con el tema ambiental. Con esto Petro parece cumplir su palabra respecto al cambio.
Una de las reivindicaciones del ambientalismo respecto de la producción de drogas pasa por los efectos que tiene su cultivo sobre el suelo y el vertimiento de químicos sobre los ríos. Esto evidencia un giro en el pensamiento del progresismo latinoamericano para incluir dentro de su agenda al ambiente y un enfoque flexible frente a las drogas, un tema al que los gobiernos de izquierda de comienzos de siglo como Hugo Chávez, Rafael Correa, o Néstor Kirchner no le dieron relevancia. La mayoría recurrió al enfoque extractivista tan criticado por Petro en las Naciones Unidas, por eso su ataque al petróleo implica una distancia infranqueable con el modelo chavista y algunos de los progresismos de comienzos de siglo. Tal mensaje busca ubicarlo como líder latinoamericano en momentos en que, a pesar de que varios países estén gobernados por el progresismo, no asoman voces que cubran a la región, en buena medida por los acuciantes problemas que se viven en Argentina y Chile.
El gran acierto fue haber demostrado que el país debe tener una voz para temas que son de su vital interés como el medio ambiente, el fracaso constatable de la guerra contra las drogas y la exigencia del fin de las guerras (en plural). En todos, Colombia parece gozar de autoridad por su vulnerabilidad, su historia y los esfuerzos comprobados por lograr la paz interna.
La principal omisión en el discurso se dio por la ausencia sorpresiva de alusiones al proceso de paz con los grupos armados, en especial el ELN. Causa extrañeza que no se hubiese aprovechado esa tribuna para conseguir un apoyo masivo al proceso que empieza y cuya participación internacional ha comprobado en el pasado ser esencial en su viabilidad.
A quienes se preguntan por el efecto, urge recordar que Naciones Unidas no es un gobierno mundial y la Asamblea General no es un parlamento. Es un escenario de discusión donde los Estados presentan sus posturas, pero su mandato no reside en la acción. El mensaje de Petro ubica a Colombia como vocera de algunos temas ligados al medioambiente y a la lucha contra las drogas. Hasta acá hemos fracaso en la defensa de la Amazonía y la pertenencia a la Organización de Tratado de Cooperación Amazonia (OTCA) ha sido estéril. El gobierno anterior intentó sin éxito relanzar el proceso, pero se chocó con un Brasil desinteresado y una cancillería que él mismo desinstitucionalizó. La vocación amazónica, hasta ahora ausente de nuestras reivindicaciones diplomáticas, es una novedad mayor. Así como cuando Pastrana convirtió “la diplomacia por la paz” en el principal eslogan de Colombia en el mundo, o Álvaro Uribe hizo lo propio con la seguridad democrática.
Es apenas coherente con lo prometido por el Pacto Histórico que ve una oportunidad única e irrepetible para convertir a Petro en cabeza del progresismo regional. No será fácil en una América Latina dividida donde las prioridades serán internas y en un mundo con poquísima disposición para modificar la estrategia contra las drogas (en especial en Medio Oriente y Asia) y poco consciente sobre el cambio climático. No obstante, agitar la bandera del Sur Global, otrora tercer mundo o periferia, no significa polarización, sino un recordatorio que estos países son mayoría, aunque carezcan de los grandes atributos de poder. Sorprende que, en el centro, quienes por décadas han exigido una postura más digna en política exterior, se escandalicen por un reclamo que parece lógico.
@mauricio181212
Profesor de la Universidad del Rosario