Sobre el dólar, la deuda y la necedad
Es tan válido decir que la fortaleza del dólar se debe a la tendencia global, como decir que se debe a salidas en falso de varios funcionarios del gobierno.
09:39 a. m.
Al mejor estilo de Halloween, lo que se vive en Colombia por cuenta de la volatilidad del tipo de cambio es un cuento de terror con todos los componentes de un “thriller” americano a la colombiana, claro está. A modo de relato, el pasado viernes 14 de octubre a las 12:38:58 p.m. aparece en pantalla de los que negociamos la divisa una posición de USD 250.000 con un precio de cierre de $4.707 pesos por dólar, precio que encendió las alarmas y la discusión en las redes sociales y medios de comunicación y no es para menos, pues estábamos ante el nuevo máximo histórico en Colombia y a costa de creerme quiromante experto en las artes adivinatorias y la predicción del dólar, me atrevo a decir que no será la primera vez en las próximas semanas que el dólar será noticia de primera plana, puesto que el entorno tanto interno como externo se coordinan para que así sea.
Antes avanzar, es importante leer este artículo a la luz del siguiente dato: entre el 2023 y el 2026, Colombia tendrá que hacerle frente al pago del 24,66% del total de la deuda externa equivalente a 18,093 millones de dólares, contemplados a una tasa de cambio promedio de $4.532,07 pesos por dólar. Esta cifra permite inferir que por cada 1% de aumento en el dólar, el saldo de la deuda aumenta cerca de 850.000 millones de pesos colombianos para ese periodo; así mismo, solo para tener contexto general, esa misma variación del 1% representa aumentos en aproximadamente 3.5 billones de pesos del total del saldo de la deuda en dólares, que representa el 40,49% del total de la deuda pública colombiana, de ahí la importancia del dólar para la discusión en finanzas públicas y, por supuesto, en las redes. (Datos tomados a corte del 30 septiembre, ministerio de hacienda).
Dicho lo anterior y volviendo al viernes, las redes estallaron entre simpatizantes y contradictores del gobierno actual, todos con interés de justificar lo que pasa -y lo que no pasa- desde su orilla política. Sin embargo, y con ánimo de mediar en esta polémica en donde las culpas se lanzan con retrovisor, pero se perciben en el parabrisas, será válido decir que colocar el dólar en el centro de la discusión como el termómetro para medir los resultados de una gestión política es, por no encontrar otro adjetivo, deshonesto; pero decir que no importa sería exactamente igual o más deshonesto.
Quizá sea polémico y levante ampollas entre amigos y detractores por igual, pero en franca lid del análisis debemos sopesar factores tanto internos como externos cuando hablamos del tipo de cambio, pues en la realidad económica una moneda puede depreciarse si hay un buen o mal gobierno de turno en función del contexto internacional, lo que cambiará radicalmente será la magnitud y velocidad en la que nuestra moneda se acoge a ese contexto. El símil aplica también en sentido contrario para una apreciación. No obstante, no podemos dejar de reconocer casos en donde la heterodoxia económica logra cortar con esa tendencia.
Es tan válido decir que la fortaleza actual del dólar se debe a la tendencia global -incluso desde el 2008 sería válido este argumento- como decir que se debe a las salidas en falso de varios funcionarios del gobierno actual.
Mucho se discute si una declaración, o incluso un trino, de los actuales ministros tiene un efecto directo en el comportamiento del dólar o en los mercados financieros de deuda, solo por colocar sobre la mesa un par de ejemplos y la verdad es que es poco probable que algún comentario aislado genere un efecto “sell off” en los mercados locales, el verdadero problema radica en la insistencia y sumatoria de los comentarios, dado que estos dejan de parecer un desacierto eventual y parecen enmarcar una agenda bien planeada de trabajo. Es allí donde los hacedores de políticas públicas pasan del desconocimiento al desprestigio con facilidad y es, ahí mismo, en donde nuestro tipo de cambio, junto a otros mercados, parecen reaccionar.
Un ejemplo, de los múltiples que existen, es el desafortunado conjunto de trinos de la “farándula política local” que salieron a flote esta semana a propósito de la venta del 67% de las reservas de oro por parte del Banco de la República en junio de 2020, al cual atribuyen abiertamente, incluso con rigurosa estigmatización que la debilidad del peso se debe a dicha venta, lo cual tendría un ápice de sentido si estuviéramos en 1970, pero que en la actualidad es un comentario anacrónico y ponzoñoso.
Como aclaración, la deuda pública -por lo menos la colombiana- no está respaldada en oro sino en las reservas de dólares que administra el banco central, en ese sentido, X cantidad de oro representa Y cantidad de dólares en nuestras reservas, por tanto, una venta de oro al mercado simplemente representa un cambio de bolsillo; pero esta es una lógica que escapa a muchos de los más ilustres personajes de la ya mencionada “farándula política local” que exponen y comentan erróneamente, sin sonrojarse y con soberbia, sobre extractos bancarios o declaraciones de renta y, paralelamente, opinan y recomiendan -también sin sonrojo- sobre control de precios, política monetaria y banca central.
Podemos concluir entonces que las culpas son compartidas entre el contexto internacional y la coyuntura económica y política local y, en ese orden de ideas, la mesura debe reinar sobre la ideología disfrazada de necedad, más cuando nos urge, por bienestar fiscal, generar confianza inversionista a toda costa de cara a lo que vaticina en materia económica para el año 2023.
Podemos echarle la culpa a cualquier mandatario -o varios-, pero lo que es un hecho es que al gobierno actual tendrá que lidiar con este escenario y, en ese contexto, tiene en su poder todo para empeorar la situación o comenzar a remediarla. No es momento de culpas, es momento de soluciones.
Alexander Ríos
Analista económico.
Inverxia. @inverxia_co