Su infancia, su familia y su relación con Cristina: Carla Giraldo se sinceró en Noticias RCN
La presentadora de La Casa de los Famosos habló con nuestro director sobre algunos de los aspectos más íntimos de su vida.
Carla Giraldo es una de las actrices más recordadas del país, además de ser una de las figuras más especiales de nuestra casa televisiva.
Su paso como presentadora en La Casa de los Famosos Colombia se convirtió en el renacer de su carrera y en la oportunidad perfecta para que nuestro director de Noticias, José Manuel Acevedo, compartiera con ella un espacio único para hablar sobre su vida, sus sueños y esos momentos en los que ha sentido que no puede más.
Desde que tenía 11 años, Carla llegó a la televisión, a protagonizar ‘Me llaman Lolita’ y a iniciar una carrera artística que le marcaría la vida.
José Manuel Acevedo: ¿Cómo fue tu infancia?
Carla Giraldo: Estudiaba, era muy feliz, era una niña en todo el sentido y tenía un mundo mágico que podía abrir de vez en cuando, porque mi mamá era maquilladora de televisión, entonces siempre estuvo acá y cada vez que tenía vacaciones llegaba a este mundo que era mi Disney.
J. M. A.: ¿Cuándo se abre la posibilidad de estar en la pantalla?
C. G.: Era el año 1999, John Bolívar era el jefe de casting, me llamó y me dijo: yo creo que eres perfecta para este personaje. Es una niña que se va a enamorar de un hombre mayor (ya no podemos hacer ese tipo de cosas), pero era un amor idealizado, nunca iba a pasar. Sí, se oía raro, pero nunca pasó nada con él.
Yo fui a hacer el casting en el estudio más chiquito de RCN, hasta que vi a Marcelo Cezán. Él era además mi amor platónico, yo iba a interpretar el papel perfecto.
J. M. A.: ¿Eso no fue sacarte de tu mundo natural siendo tan joven?
C. G.: Yo creo que como estaba ya un poco metida dentro del medio, no fue tan duro a como sería si fuera completamente ajena. Pero sí, perdí muchas cosas de mi infancia, yo no volví al colegio, solo presentaba unos exámenes y si me iba bien pasaba de año. El facilismo que me gustaba porque no tenía que matarme en el colegio, ya no tenía amigos de la cuadra, todos mis amigos eran grandes.
No volví a tener amigos de mi edad, sino hasta que llegué a ‘Francisco, el matemático’, que medio volví a tenerlos, porque ellos ya eran mayores y yo tenía hasta ahora 14 años.
Sí perdí muchas cosas, pero la vida me regaló otras.
J. M. A.: ¿Cómo te parece cuando te ves en tus fotos de pequeña?
C. G.: Siento a veces como si la vida no pasara y digo: “ay tengo la misma edad”, peor no, yo ya estoy vieja. Pero ella era tan linda, inocente, chistosa, me reía, todo me importaba cinco, pero uno no tiene problema a los 11 años.
J. M. A.: ¿Qué pasó a los 14 años?
C. G.: A los 14 estaba en francisco el matemático y quería parchar con mis amigos, y mi mamá no me quería dejar, yo me creía grande, entonces decidí irme de la casa.
Me volé además del canal. El canal lo cerraron, eso fue divino. Entre por la portería uno y me volé por la dos.
J. M. A.: ¿De qué te estabas escapando?
C. G.: Yo creo que la relación con mis papás siempre fue muy disfuncional, nunca se la llevaron bien, mi mamá tenía un problema de alcoholismo serio. Mi papá muy trabajador, mi mamá también, pero tuvo que dejarlo por estar conmigo y cuidarme. Yo creo que, si mi mamá me hubiera buscado una nana y se hubiera quedado con su trabajo, las cosas hubieran sido diferentes porque ella siempre fue muy sobreprotectora, porque fui su bebé, me adoptó.
J. M. A.: ¿Cómo se vivió ese alcoholismo en casa?
C. G.: Como yo creo que lo vive la mayoría de las personas que tienen ese flagelo dentro de la casa. Era una persona que se descontrolaba, perdía la razón, se desquitaba conmigo y me golpeaba, o con mi papá, o con ella misma.
Es una persona que siempre se dio duro y no vio sus capacidades y lo grande que era, sino al contrario, cada día era más y más, y ahí es imposible ayudar. Cuando alguien no es consciente del problema que tiene, es imposible salir adelante.
J. M. A.: De ese tema tenemos que empezar a hablar más en público y en voz alta
C. G.: Yo pienso que a la gente le da pena. No pasa nada, así como tenemos un familiar enfermo de cáncer, del azúcar o la tensión, el alcohol es igual o más importante porque los va matando poco a poco y no nos damos cuenta. No hay que normalizarlo porque lo puedes conseguir en la tienda fácilmente.
J. M. A.: ¿Qué pasó después de que te escapaste?
C. G.: Me fui al Bienestar Familiar, comí bienestarina, me levantaban a las 4 de la mañana. Pero fue maravilloso pasar por esa etapa en la que te das cuenta todo lo que tienes y no valoraste, o todo lo que estás perdiendo.
J. M. A.: ¿Has reconectado con tu familia o te cuesta?
C. G.: Sí, me cuesta mucho trabajo, pero trato. Conecto muchas veces, pero abandono. Me desacostumbré.
J. M. A.: ¿Tú también pasaste por el alcoholismo y el acceso a las drogas?
C. G.: No. Ahora me gusta el alcohol (risas). Tenía tanto miedo y el espejo que fue lo que hizo que no. Y trabajé con la Fundación La Luz. Lo que pasa es que como vivía en esa Fundación, porque ellos fueron como ángeles, la gente decía que yo estaba allá rehabilitándome. Pero no, yo estaba haciendo mi curso de buen comportamiento a ver como enderezaba mi vida.
J. M. A.: ¿Cuál ha sido el momento más duro de tu vida?
C. G.: Yo creo que fue ahorita la muerte de mi mamá. Fue el día antes del inicio de La Casa, no tenía fuerzas, pesaba 43 kilos, estaba flaquísima, todo el mundo me daba palo. Cuando a uno le cae una, le caen todas.
Pero fue un aprendizaje maravilloso, me enseñó a tener fortaleza, me enseñó que tengo un ángel que me dio luz y que me ayudó a brillar. No fue un momento fácil, pero nada es fácil.
J. M. A.: Si pudieras decirle una última cosa, ¿qué sería?
C. G.: Que nada fue tan importante, que todo pasa y nada pasa. Que al final siempre es mejor la reconciliación, sobre todo por la familia.
J. M. A.: ¿Qué es lo que más te hace falta?
C. G.: Sus llamadas, aunque a veces me daba rabia porque pensaba que estaba por ahí tomando. Pero aparecía y era como: ahí está mi mamá.
Yo perdí contacto con ella desde los 16 hasta los 28 o 29 años. Ella aparecía y llamaba de vez en cuando, pero en medio de mi arrogancia y el dolor, no le hablaba.
J. M. A.: ¿Qué pasó después de que ganaste MasterChef?
C. G.: Creo que el juego sacó cosas muy feas mías. Me encantó jugar, quería sacarlos a todos y así pasó, y muchas veces me porté mal.
J. M. A.: ¿Cómo manejas tu salud mental?
C. G.: Creo que hay que tener la capacidad de aceptación de los errores, virtudes y éxitos. Hablarlo, entenderlo, no es fácil. Leo las cosas malas, leo todo. Me quedo con lo que me sirva, con los consejos mal dados a veces, pero que tienen razón.
J. M. A.: ¿Qué le dices a la gente que sí se da palo?
C. G.: Que en vez de darse palo, deberían amarse y aceptarse mucho, para empezar un proceso de cambio.
J. M. A.: ¿Qué te deja tu paso por La Casa de los Famosos?
C. G.: Me deja un aprendizaje tremendo, una nueva carrera, ganas de seguir. Aprendí a valorar a cada persona, por diferente que sea.
Llegó la paz, la amistad, el final y con ese final, la reconciliación.
Cristina es una trabajadora incansable, una presentadora tesa. Me parece fantástico haber llegado a brillar juntas sin necesidad de darnos duro la una a la otra, aunque mis comentarios ácidos nunca van a dejar de existir.
Ella ya lo entendió, yo entendí muchas cosas, nada más lindo que hablar, y creo que todo fue un malentendido.
J. M. A.: ¿Qué te diría la Carla de 11 años y qué le dirías tú?
C. G.: Que todo se puede. Puedes luchar y hacer y todo lo vas a cumplir. Creo que todo lo que uno manda al universo, lo logra.
Le diría que todo va a estar bien, que nada es para siempre.