Javier no es Jair: Cómo entender el fenómeno Milei en Argentina

Para millones de votantes desesperados, jugársela por el único candidato que entiende las ideas de la libertad puede ser la apuesta más segura.


Daniel Raisbeck
agosto 22 de 2023
10:57 a. m.
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Si usted lee la prensa mundial, puede tener la impresión de que Javier Milei, el ganador en las elecciones primarias o PASO de Argentina, es un clon de Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil, a quien varios medios de comunicación apodaron “el Trump de los trópicos”. 

Es cierto que Bolsonaro apoyó a Milei antes de las elecciones. En una entrevista de 2021, Milei dijo que tenía un alineamiento “casi natural” tanto con Bolsonaro como con Donald Trump dada su “clara agenda contra el socialismo y el comunismo”. Cuando Milei fue elegido por primera vez como diputado en noviembre de 2021, el diario El País informó que algunos de sus partidarios llevaban pins y camisetas con el lema “Libertad, Guns, Bolsonaro, Trump, LGBT,” agregando que era una “tergiversación de las siglas que se identifican mundialmente con la diversidad sexual”. La indignación del periodista era evidente.

Al igual que Bolsonaro y Trump, Milei rompe con la etiqueta política –mediante el uso táctico de obscenidades– y hace caso omiso del discurso políticamente correcto. Sin embargo, más allá de los acrónimos y las declaraciones generales, las diferencias de Milei con Trump y Bolsonaro son tan significativas como las similitudes.

Mencionaré brevemente las segundas. Milei ha defendido a Trump sobre todo en cuanto a sus recortes de impuestos. En el 2018, dijo lo siguiente en una entrevista con su habitual lenguaje florido: “¿Cómo querés que no lo vayan a p*tear si bajó los impuestos? Para las m*erdas estas que tenemos nosotros de políticos, es una herejía lo que él hizo”. Declaración que se alinea perfectamente con la filosofía liberal de Milei (más allá del hecho de que Trump no haya acompañado sus recortes de impuestos con recortes al gasto público, como ha debido hacer).

En cuanto al derecho a portar armas, un derecho casi inexistente en Latinoamérica, tanto Milei como Bolsonaro están a favor, lo cual habla muy bien de ellos. También comparten una posición en contra del aborto, lo cual meramente deja a Milei del lado de los muchos libertarios pro-vida de Estados Unidos, entre ellos el excandidato presidencial Ron Paul.

Ahora las diferencias. En una de sus famosas declaraciones, Bolsonaro dijo lo siguiente sobre la homosexualidad: “No lucharé contra ella ni la discriminaré, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, les daré una paliza”. Por otro lado, cuando un periodista le preguntó a Milei si la homosexualidad le molestaba, el argentino respondió: “Para nada. Yo soy liberal así que.... si vos decidís ser homosexual, ¿en qué afecta eso a mi vida? Nada. ¿A mi libertad? Nada. ¿A mi propiedad? Nada. Por lo tanto, no tengo nada que decir”. Milei también considera que el matrimonio es un asunto privado y contractual, en el cual no debería entrometerse el Estado. Esta, de nuevo, es una tradicional posición libertaria.

Acerca de la transexualidad, Milei le dijo lo siguiente a una periodista: “si querés percibirte como un puma, hacelo, a mí me da lo mismo. Mientras que no me hagas pagar la cuenta, hacé lo que quieras… Pero no me lo impongas por el Estado”. Por su parte, Bolsonaro asumió el tradicional discurso del combate contra la ideología de género.

Las diferencias, sin embargo, van mucho más allá de los asuntos sociales. Bolsonaro es un oficial del ejército retirado y fue congresista durante 27 años, durante los cuales votaba con frecuencia en contra de medidas de libre mercado como la privatización de empresas estatales. Bolsonaro admira al régimen militar que, como escribió Marcela Ayres de Reuters, implementó un “modelo industrial dirigido por el Estado” entre 1964 y 1985. El ascenso de Bolsonaro al poder en 2018 coincidió con el surgimiento del movimiento libertario de Brasil, el cual jugó un papel clave en las masivas protestas contra Dilma Rousseff, la expresidenta socialista que fue destituida en 2016. Al percibir el cambio de la opinión pública, Bolsonaro anunció durante su campaña que, de ser elegido, su ministro de Hacienda sería Paulo Guedes, un economista pro-mercado formado en la Universidad de Chicago y ex-gestor de fondos de cobertura.

Aunque Guedes fue una fuerza benévola en su gobierno, Bolsonaro nunca abandonó sus instintos estatistas. Meses antes de las elecciones de 2022, lanzó un paquete de 7.600 millones de dólares de “gasto social” que, como informó Reuters, modificaba la constitución “para eludir el tope de gasto del país y aumentar las prestaciones sociales”. Pese al derroche financiado por los contribuyentes, el ex presidente no logró su reelección.

Milei es diferente; para empezar, no es un político de carrera ya que entró al Congreso por primera vez hace menos de dos años. Milei es un economista de formación con sólidos conocimientos de los principios de la Escuela Austriaca. Es el producto intelectual de la rica tradición argentina de pensamiento liberal clásico. Su mentor es el también economista Alberto Benegas Lynch (h), cuyo padre fundó el Centro de Estudios para la Libertad en los años 50 y fue anfitrión en Buenos Aires de Ludwig von Mises, entre otros distinguidos académicos.

Desde entonces, Argentina ha desarrollado la red más sofisticada de think tanks de libre mercado de América Latina. Como suele suceder con estas cosas, su influencia podría haber parecido nula en un país peronista. En su reciente discurso de victoria, sin embargo, Milei citó a Benegas Lynch (h) para explicar al país los principios básicos de su filosofía política:

“El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad. Cuyas instituciones son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia entendida como libre entrada y salida (de los mercados), la división del trabajo y la cooperación social, donde solamente es posible ser exitoso sirviendo al prójimo con bienes de mejor calidad o un mejor precio y donde los resultados están a la vista, porque aquellos países que son más libres son ocho veces más ricos que los reprimidos”.

Semejante disertación, por cierto, debería avergonzar al Partido Liberal Colombiano por portar el nombre del liberalismo sin representarlo. En cuanto a Bolsonaro, es poco probable que alguien haya escuchado tal definición en un evento de campaña suyo. De por sí, esto sugiere que el fenómeno Milei debe entenderse según la historia de Argentina, no en términos de la política contemporánea de un país vecino.

Como escribí en 2020, Argentina se convirtió en uno de los países más ricos del mundo a finales del siglo XIX porque siguió los preceptos de Juan Bautista Alberdi, el polímata liberal cuyos escritos inspiraron la esencia de la Constitución de 1853. Tras escapar del régimen de Juan Manuel de Rosas, un tirano particularmente brutal, Alberdi se opuso al militarismo y abogó por “la inmigración libre, la libertad de comercio, los caminos de fierro (y) la industria sin trabas”. En términos generales, éste fue el modelo que implementaron los gobiernos entre 1880 y 1916, período que coincide aproximadamente con la edad dorada de Argentina como potencia exportadora. Buenos Aires se convirtió en un rival de Nueva York en el ámbito comercial, de París en lo estético.

¿Qué cambió desde entonces? Los liberales se volcaron al nacionalismo económico –el Presidente Hipólito Yrigoyen (1916-1922, 1928-1930) limitó la capacidad de las empresas extranjeras para administrar los ferrocarriles y fundó la primera empresa petrolera estatal del mundo en 1922. Como tal, le allanaron el camino al mandamás corporativista Juan Domingo Perón, cuyo legado ha dominado la política argentina con escasas interrupciones desde la década de 1940. Sin duda alguna, la era peronista ha traído un tremendo declive nacional. La pregunta ahora es si Argentina está ante el inicio de una nueva era.

Benegas Lynch (h) – un feroz crítico de Trump– considera a Milei un heredero ideológico de Alberdi y le atribuye el mérito de haber reintroducido las ideas liberales clásicas en la política argentina tras 80 años de ausencia. El propio Milei se refiere constantemente a Alberdi y dice que pretende reivindicar su legado. Tras ganar las PASO, dijo a sus partidarios que, si Argentina redescubre su tradición de libertad, puede volver a ser una potencia mundial dentro de unas décadas. ¿Es esto comparable al nacionalismo de Trump? Sólo si se ignoran los métodos que Milei ha dicho que piensa emplear.

Las principales propuestas de Milei incluyen una apertura comercial unilateral para una Argentina altamente proteccionista, cerrar el banco central, y deshacerse de la moneda nacional mediante la dolarización de la economía. Todo lo cual dista mucho del nacionalismo económico de Trump. De hecho, los nacionalistas tanto de izquierda como de derecha se oponen a Milei por su intención de dolarizar. Sin embargo, como argumento junto a mi colega Gabriela Calderón en un reciente estudio del Instituto Cato, la dolarización es la política adecuada para vencer la altísima inflación- muy superior al 100 % anual- que actualmente aflige a los argentinos. Milei es el único político que se atrevió a asumir el estandarte de la dolarización.

¿Pasaría el programa político de Milei todas las pruebas de pureza liberal? No si se tienen en cuenta, por ejemplo, sus promesas políticas no financiables, como la de cerrar ministerios sin despedir a ningún empleado público. Milei también dice que se opone a liberalizar las leyes anti-droga porque los adictos hacen uso del sistema público de salud, creando así una externalidad a costa de los contribuyentes. Para mí, esta es una manera sagaz de atraer a votantes más conservadores sin perder credibilidad entre liberales. Desde el punto de vista electoral, la apuesta ha dado resultado hasta ahora.

El problema con una presidencia potencial de Milei no es su ideología, sino la inherente contradicción entre la búsqueda del poder con el único fin de limitar dicho poder. Un pilar del liberalismo, expresado por sus máximos referentes desde Publius hasta Lord Acton, es que el poder inevitablemente corrompe. Si Milei gobierna, enfrentará toda tentación para traicionar los principios que hasta ahora ha profesado. ¿Puede sucumbir dada su notoria irascibilidad? ¿Actuará como el caudillo que desde ya denuncian sus críticos? Por otro lado, puede fracasar por causa de la inexperiencia ejecutiva, la incompetencia, el sabotaje interno o una combinación de dichos factores. Los escollos son innumerables. 

No obstante, le sugiero al lector que considere el estado actual de Argentina. Una nación antiguamente próspera está empobrecida y carcomida por la inflación. Un imán de inmigrantes se ha convertido en un exportador de cerebros fugados. Un poder económico de antaño es un deudor moroso crónico ante sus acreedores internacionales. Para resumir, el país se encuentra postrado. Para millones de votantes desesperados, jugársela por el único candidato que entiende las ideas de la libertad puede ser la apuesta más segura.

@DanielRaisbeck
Analista de Políticas en América Latina

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