Petro no puede embaucar al mercado

Los primeros meses del gobierno de Petro demuestran claras señales de un incipiente caos económico, tal como se advirtió durante la última campaña presidencial.


Daniel Raisbeck
octubre 13 de 2022
08:49 a. m.
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Los primeros meses del gobierno de Petro ya demuestran claras señales de un incipiente caos económico, tal como se advirtió durante la última campaña presidencial. Tenemos una ley confiscatoria (conocida como “reforma tributaria”) que dejará de rodillas al sector privado y a los usuales contribuyentes al fisco. Tenemos a un gobierno que insiste en no permitir la exploración de petróleo y gas, ¡y esto en medio de una crisis energética global! 

También está la propuesta de Petro- negada poco después por su ministro de Hacienda- de imponer controles e impuestos sobre los “capitales golondrina”. Y qué decir de la arremetida del presidente contra el Banco de la República- cuya junta directiva incluye al ministro de Hacienda- por subir las tasas de interés para frenar la inflación. ¿Recuerdan, por cierto, cuando el candidato Petro aseguraba que había que imprimir dinero sin límites porque la impresión no había generado inflación en EEUU?    

No sorprende, entonces, que el peso ya se haya hundido hasta alcanzar su valor mínimo frente al dólar (COP $4.657), ni que la acción de Ecopetrol (cotizada en la bolsa de Nueva York) haya caído un 29 % este año en medio de un gran auge de las materias primas (para comparar, la acción de Petrobras se ha valorizado en un 25 % en el 2022). Tampoco sorprende que JP Morgan, en su reciente informe, justifique sus “posiciones de tendencia bajista” en Colombia. Traducción: la institución financiera más grande de Estados Unidos está apostando en contra del mercado colombiano.

Petro no puede embaucar al mercado

Es importante entender, sin embargo, que Petro sólo ha exacerbado la crisis colombiana. Su elección fue el resultado más reciente de dicha crisis, cuyas causas han sido sistémicas. Durante las últimas décadas, la tecnocracia colombiana- en conjunto con una clase política puramente transaccional y rentista- escogió un modelo de bajo crecimiento económico. Crearon altos impuestos, subsidios y redistribución de riqueza, creciente gasto publico, alta deuda, déficit fiscal crónico, proteccionismo, rigidez laboral y una moneda excesivamente débil. No es un modelo de desarrollo, sino de estancamiento, con crecientes riesgos escondidos detrás de la fachada de la “estabilidad macroeconómica”.

En la medida que se sostuvo el sistema, fue gracias a una política monetaria relativamente responsable, más allá de la brutal devaluación del peso. Pero, sobre todo, fue gracias a las rentas petroleras y a la agresiva explotación de la ínfima base (el 5 % de la población) que contribuye la inmensa mayoría del recaudo. Dada la volatilidad de los precios del petróleo- ver el caso del 2020-, la explotación tributaria se tornó constantemente más agresiva. Esto introdujo un fuerte elemento de inestabilidad jurídica, con “reformas tributarias” prácticamente anuales. Nadie puede atenerse a unas reglas del juego que cambian cada seis meses.   

El electorado del 2022 rechazó el status quo con buena razón. El bajo crecimiento perpetúa el subdesarrollo; la rigidez laboral garantiza altos niveles de desempleo y de informalidad; la redistribución genera una perniciosa cultura de dependencia; el déficit, la deuda y los impuestos altos atrofian al sector productivo y ahuyentan la inversión; el proteccionismo y la moneda devaluada encarecen los productos disponibles y devastan la capacidad de compra del ciudadano de a pie. 

Pero los votantes cometieron un costosísimo error al elegir como “el cambio” a un presidente que no sólo empeora cada uno de estos problemas, sino que también dinamita cada uno de los pilares que sostenían al modelo del estancamiento. 

En cuanto a la política monetaria, las claras tendencias inflacionarias de Petro son lo suficientemente explosivas. Su reforma tributaria actual, al ser aún más agresiva que las anteriores, sólo invita al 5 % que financia el recaudo a irse del país. Pero la guerra de Petro y su ministra de Minas y Energía contra todo el sector minero-energético- aquel que impulsa las economías de Canadá, Noruega y Australia- es absolutamente suicida. Si antes el crecimiento era insuficiente, por lo menos los gobiernos no promovían la risible tesis del “decrecimiento”, ni impedían el funcionamiento de un sector esencial para la economía.  Tampoco se les hubiera ocurrido hacerlo justo cuando el petróleo y el gas natural escasean en el mundo. 

Petro aumentó su crédula audiencia política al explotar lo que el novelista Anthony Trollope llamó “las glorias fáciles de la oposición”. Una vez en el poder, Petro movió las fichas del clientelismo que lo eligió para asegurar que la oposición en su contra fuera mínima e ineficaz. Su desgobierno, sin embargo, no puede embaucar al inversionista- grande o pequeño- que se juega el pellejo con su propio capital. Como escribí antes de que se posesionara el actual mandatario, los mercados cambiarios y de capitales son la verdadera oposición al delirante proyecto petrista.

@DanielRaisbeck
Analista de Políticas en América Latina

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