Trazando esperanza: la historia de un venezolano que, desde Bogotá, ayuda a niños deportistas en su país

Nos disponíamos a realizar una asamblea de ciudadanos con unos venezolanos que trabajan como domiciliarios para una reconocida aplicación en Bogotá. Eran más de diez y culminaban un turno alrededor de las tres de la tarde; este bono que les brinda la aplicación lo realizan con mucha ambición, pues si cubren cierta cantidad de domicilios en la hora pico de la aplicación, la recompensa es una remuneración significativa.

Se notaban cansados, pero entusiastas. Los acentos, por supuesto, eran notables: algunos eran de Maracaibo, otros del centro del país; ninguno era de la región oriental o insular. Aun así, en esa cancha de fútbol ubicada en Usaquén Pueblo, había un pequeño país que se disponía a organizarse para hablar de la patria que extrañaban.

Uno de ellos se llama Carlos y es oriundo de Maracaibo. Emprendió un negocio relacionado con los domicilios al que nombró “D’afán”; este es el sustento de su hogar, conformado por una familia de cuatro personas. Además, es el domiciliario de confianza de muchas personas, como pudimos ver en las conversaciones que él nos mostró en su WhatsApp Business. Ha creado sus propias redes de apoyo en esta comunidad de domiciliarios y en la de sus clientes. Carlos, quien viajó por unos días a Maracaibo en las fechas decembrinas, se vio obligado a regresar por los compromisos de la microempresa que ha creado, pues la señora Gloria, del estrato más alto de este país y con problemas de salud que le impiden salir de su hogar, lo requería.

Antes de retornar a la ciudad que considera su nuevo hogar, Carlos decidió hacer una pequeña actividad con niños deportistas de su ciudad natal, pero se encontró con algo frustrante: los pequeños jugaban descalzos bajo el inclemente sol marabino y con una pelota hecha de trapos. El paisaje, por supuesto, era desolador, pero la energía de los pequeños contrastaba con esa triste realidad que lo llevó a realizar una acción social que aún agradecen al día de hoy.

Carlos usó sus redes de apoyo en la capital colombiana para ayudar a un pequeño grupo de niños deportistas con implementos para el desarrollo de sus actividades físicas. Los dotó de lo más básico, pero para ellos era sin duda el mejor regalo de navidad. Nadie en esa ciudad que los está viendo crecer los vio, pero Carlos, el fundador de D’afán que vive desde hace unos años en Bogotá, vio en ellos el futuro del país al que les han arrebatado pedazos a su corta edad.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) de Venezuela, presentada por la Universidad Católica Andrés Bello, 190 mil alumnos abandonaron el sistema educativo entre 2021 y 2022. La deserción escolar en Venezuela frente a la crisis humanitaria compleja es alarmante, por lo que ver a niños y niñas sin acceso a la educación o, peor aún, siendo explotados laboralmente, quizás se ha convertido en algo habitual en el país. Frente a esta realidad atroz, el deporte es quizás el único refugio de estos infantes de los cuales el futuro es incierto, y Carlos, el venezolano que vive en Bogotá y viajó a ver a su familia, quiso hacer algo en lo que pudo intervenir positivamente.

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) de Venezuela, presentada por la Universidad Católica Andrés Bello, 190 mil alumnos abandonaron el sistema educativo entre 2021 y 2022. La deserción escolar en Venezuela frente a la crisis humanitaria compleja es alarmante, por lo que ver a niños y niñas sin un oficio educativo, o peor aún, siendo explotados laboralmente, quizás se convirtió en algo habitual en el país.

Así es el venezolano migrante, refugiado y desplazado por la crisis humanitaria compleja venezolana: trabajador y honrado, visionario y optimista.  A pesar de no estar en su país, late en su corazón una melodía ensordecedora solidaria para con los suyos.

En Bogotá actualmente somos 614,974 venezolanos. Seguiremos contando sus historias.

Fundación Juntos Se Puede