Las buenas intenciones nunca son suficientes
No todo lo que suena bien y le gusta a la mayoría de los ciudadanos conlleva a un mayor bienestar social.
06:00 a. m.
Muchas veces las soluciones populares terminan empeorando el problema, y a su vez, resultan siendo regresivas al beneficiar a los más ricos en contravía de los más vulnerables.
Una de estas “ideas maravillosas” es el salario mínimo. Si lo analizamos desde las buenas intenciones, vemos que se busca establecer un salario justo que satisfaga las necesidades básicas y garantice la protección del trabajador. Sin embargo, al tratar de proteger a los trabajadores más vulnerables, los estamos condenando a la informalidad o a perder su empleo, siendo obligados a trabajar en peores condiciones y fuera de la regulación. Lo anterior termina impulsando normativamente la existencia de un sector informal, que destruye la productividad y repercute negativamente sobre el mercado laboral. Bien lo indica Santiago Levy al decir que estamos acostumbrando al mercado a crear empresas pequeñas, intensivas en mano de obra informal y con incentivos a mantenerse poco productivas para no crecer y quedarse por fuera del radar del Estado.
El día sin IVA es otro claro ejemplo de esas buenas intenciones que conllevan a efectos no deseados. Desde la óptica de las buenas intenciones, esta medida permite a personas adquirir productos a un menor precio y dinamiza la actividad comercial. En la práctica, esta medida resulta siendo regresiva ya que beneficia a aquellos que pueden postergar sus decisiones de consumo hasta ese día, es decir, aquellos hogares de más alto ingreso. En cambio, es una medida que se estima erosiona el recaudo en cerca de 600 mil millones de pesos e incentiva la cultura del no pago de impuestos, lo cual termina afectando a los más vulnerables; ya que no es claro que el posible aumento en consumo logre compensar las pérdidas por recaudo. Tampoco son claros los efectos de esta medida sobre el crecimiento económico, pues aunque las compras se elevan por un día, estas son realizadas en artículos que los hogares no vuelven a adquirir por un buen tiempo. Bueno y ni hablar del día sin IVA solo para productos nacionales, ya se imaginarán los problemas…
Reza el viejo dicho que el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones. Las políticas públicas populistas, por deseables que suenen, pueden esconder resultados indeseados donde la cura puede resultar peor que la enfermedad. Debemos siempre dudar de las políticas públicas que pintan muy bonito, que son populares, en las que aparentemente todos ganamos y no hay costos importantes asociados a la medida. La dura realidad detrás de esto es que para solucionar de forma estructural los problemas que están medidas intentan atacar (como el empleo digno y la productividad), se deben promover consensos en todos los sectores de la sociedad. Los resultados no serán inmediatos, pero si lo hacemos bien, sí serán definitivos.
@mcforerolo
Economista de la Universidad de Los Andes y experta en pensiones