Así fue mi día como cadete en el Buque Escuela Gloria
Esteban Pérez, periodista de Noticias RCN se le midió al reto de ser cadete por un día. Ejercicios, subir por alto y dormir en hamaca fueron algunas de las pruebas.
Desde el inicio de la travesía de El Azul Que Nos Une, un equipo de Noticias RCN acompaña a la tripulación en el Buque Escuela Gloria. Esta vez, el periodista Esteban Pérez se atrevió, por un día, a ser un cadete. Esta es su experiencia:
Medírsele al ritmo que llevan los alumnos del Buque Escuela Gloria no es tarea fácil, yo me le medí a tratar de ser cadete por un día. Una de las pruebas de fuego es dormir en el mismo lugar donde descansan los alumnos en formación y no por convivir con 73 personalidades distintas, sino por desafiar los movimientos de una hamaca. Se duerme por ratos porque el frío en la madrugada es intenso y porque los ruidos de los que llegan de guardia son inevitables.
Se madruga y no propiamente a comer, sino a hacer deporte. Claro, y a los que no estamos acostumbrados cada ejercicio nos pega mucho más fuerte.
Luego del deporte, llegó el momento para organizarnos y desayunar, pero me tocó comer rápido porque no llegué a la hora exacta y porque la primera clase del día estaba por comenzar.
Ya listos, el siguiente reto: tratar de comprender los conceptos de las ciencias navales que se enseñan en clase. El suboficial tercero Oscar Arévalo es uno de los profesores a bordo, dicta la asignatura navegación astronómica, esa misma que en mi primer acercamiento fue un poco difícil de asimilar. Como en toda clase se toma nota, se participa y también se divierte mientras se aprende. Aunque, no entendí nada.
Tras la jornada de la mañana y de almorzar, era el momento de prepararse para la real prueba de fuego: subir por alto y ensayar las maniobras de zarpe y atraque que se avecinan en el norte de Europa.
Aunque no era mi primera vez subiendo por alto siempre existirán los nervios y al ser tal vez el más experimentado en la maniobra, el reto era mayor, subir unos metros más que los alumnos de la fase y moverme sobre el marchapies hasta la esquina de la verga.
Ya arriba, asegurado, con algo de frío y enfrentando los miedos, fue el momento de disfrutar de la vista y de volver a reconocer el trabajo que hace la tripulación del buque insignia de la Armada Nacional.
De reconocer la gallardía que tienen los cadetes y guardiamarinas para afrontar las condiciones del mar y las duras pruebas que diariamente les impone su proceso de formación como futuros marinos a bordo del único embajador de Colombia en los mares del mundo.