Este es el hombre que vendía diarios en Buenos Aires y terminó siendo amigo del papa Francisco
Jamás imaginó que aquel cura que hablaba de fútbol y política se convertiría en el líder de la Iglesia Católica.
Noticias RCN
08:46 p. m.
En una esquina de Buenos Aires, entre los años 80 y 90, un puesto de diarios se convirtió en testigo silencioso de encuentros que hoy parecen sacados de una historia improbable.
Antonio Plastina atendía allí, día tras día, sin saber que uno de sus clientes habituales, un hombre vestido con sotana y zapatos negros, se transformaría décadas más tarde en el Papa Francisco.
Ese sacerdote era Jorge Bergoglio, quien en ese entonces oficiaba misa en una iglesia cercana. La relación que nació entre ambos fue más que comercial: fue una amistad construida en la cotidianidad.
El hombre que vendía diarios en Buenos Aires y terminó siendo amigo del papa
Antonio Plastina no se dedicaba a la teología ni trabajaba en ningún entorno eclesiástico. Era un canillita, como se les dice en Argentina a los vendedores de periódicos.
Su rutina transcurría entre titulares del día, páginas desplegadas en la vereda y saludos fugaces de clientes apurados. Sin embargo, había alguien que se detenía. Alguien que, cada vez que salía de dar misa, se acercaba a conversar. Era el padre Jorge Bergoglio.
Ese sacerdote no pasaba de largo. Se quedaba a hablar. Preguntaba. Escuchaba. Compraba el diario.
"Hablábamos de fútbol, de política, de lo que pasaba en el país, todas esas cosas cotidianas”, recuerda hoy Antonio.
Jamás pensó que aquel hombre sencillo, que no se negaba a ninguna charla, que respondía con amabilidad cualquier inquietud, terminaría siendo elegido como el máximo pontífice de la Iglesia Católica.
Plastina lo dice sin rodeos:
Era una persona maravillosa, era un héroe de la vida. Le preguntabas cualquier cosa y contestaba.
Y esa cercanía no quedó solo en diálogos de calle. Con los años, la relación se fortaleció al punto de que Bergoglio ofició la ceremonia de confirmación de sus hijos. El vínculo se volvió parte de la vida de la familia.
Su hija recibió la confirmación por quien se convertiría en el papa
Una de las personas que también conserva con claridad ese lazo es Luciana Plastina, hija de Antonio.
Ella tenía apenas 10 años cuando fue confirmada por el entonces sacerdote Bergoglio. Aquel día fue inmortalizado en una fotografía que aún conserva con cariño.
“Acá tengo la foto con Bergoglio, Papa Francisco, que me confirmó cuando tenía 10 años, en el colegio de Nuestra Señora de la Paz”, cuenta Luciana, al mostrar la imagen rescatada de su cajón.
Para ella, los recuerdos son tan claros como el rostro de quien la bendijo:
Era un padre muy cercano. Yo me acuerdo, te puedo decir las palabras de chica, como que era ese sacerdote cercano con el que vos podías charlar.
El tiempo pasó. El puesto de diarios ya no está. Las calles cambiaron. La iglesia también. Pero lo que permanece es el testimonio de una amistad, tejida entre páginas impresas y charlas de barrio, con un hombre que jamás usó su rol religioso para imponer distancia.
Un hombre que un día se convirtió en Papa, pero que para Antonio y su familia, sigue siendo aquel cura de sotana oscura y alma sencilla que pasaba a hablar de la vida.