¿Cuál es la razón para que Bojayá siempre sea blanco de la violencia?
La respuesta parece no estar solamente en ese lugar, sino, en una amplia zona que comprende el suroriente antiqueño y el océano Pacífico.
Noticias RCN
07:52 p. m.
La maldición de Bojayá es su ubicación en el mapa de Colombia y no porque cada uno de sus habitantes, los de las veredas y poblados que hay por todas las márgenes del río Atrato no tengan el derecho de vivir allí, sino porque, sin proponérselo, quedaron en exactamente en el medio del negocio de los grupos ilegales.
Más allá del Chocó y de Antioquia, en la mitad entre el océano Pacífico y el suroeste antioqueño. Más preciso: en el paso entre Nabugá y Urrao.
La tragedia de la iglesia de Bojayá no acabó la guerra en ese territorio. Esos 79 muertos de mayo de 2002 fueron el resultado de una guerra declarada que nunca se terminó del todo.
Las Farc no se fueron de la zona y durante décadas controlaron la región. Cuando se movieron como parte de los acuerdos en la negociación de paz, pidieron estar en un pequeño corregimiento: Vidri. Un lugar perteneciente al municipio antioqueño de Vigía del Fuerte pero más chocoano que cualquiera.
Vea también: Gobierno visitó veredas de Bojayá para garantizar seguridad
Los albergó por un par de años. Con muchas dificultades e irregularidades en su manejo, lejano de los cascos urbanos, pero en la ladera del río Arquía, una vía de comunicación que termina en Urrao, una población que también carga en su espalda una historia de violencia cruda.
La coca que se procesa en todo el suroeste antioqueño sale por ahí, toma el río Arquía y termina en Nabugá.
El intercambio incluye las armas que desembarcan en el Pacífico y terminan en el interior del país.
Las rutas hacia el oriente o al occidente obligan primero el paso por el río Atrato y llegar a Tagachí. Desde ahí hasta Vigía del Fuerte se cuentan hasta un par de horas.
Cuando las Farc se concentraron, el ELN llegó a toda el margen occidental del río y la ocupó.
Al borde del Pacífico, los hombres de las Autodefensas Gaitanistas, disidentes de los paramilitares de las AUC, controlan toda la playa.
Las lujosas casas construidas por los hombres del cartel del norte del Valle fueron convertidas en zona de embarque de droga. Los paramilitares y los narcotraficantes controlan el Pacífico en todo este golfo.
Ese era el escenario hasta que a comienzos de 2019 se movieron hacia el oriente y se encontraron con el ELN.
Las rutas, los recursos naturales, las promesas de explotaciones mineras, el dominio de las poblaciones y el control de toda la zona, son algunas de las razones que los llevan a completar ya varios meses con enfrentamientos armados continuos.
Y en la mitad, los habitantes que hoy no pueden hablar por teléfono porque ponen sus vidas en riesgo o porque ya no tienen torres de comunicaciones que lo permitan.
Y tienen que recibir ganado y regalos en Navidad ofrecidos con un fusil al hombro.