Colombia, una novela escrita con emoticones
El eufemismo “del país de la belleza” parece estarse escribiendo con la premisa de hablar con propiedad de lo que no se tiene ni la más remota idea.
06:00 a. m.
Ad portas de la discusión de una reforma laboral proyectada con emoticones, likes, pancartas, desconocimiento, y mucha fantasía técnica, surge una contradicción vergonzosa sobre la tercerización de oficios con las vainas más retorcidas que hayamos leído por estos días.
Conductores cuidando emprendimientos frutales, influenciadores ejerciendo de embajadores, de representantes o de ministros, abogados pagados con contratos públicos para defender causas individuales, solicitudes de porcentajes de contratos para fines desconocidos, medios de comunicación públicos convertidos en espacios de ataque editorial personal #NoPasarán, en fin, el borrador de una telenovela ambientada en la necesidad de defendernos de los excesos de ellos mismos.
El eufemismo “del país de la belleza” parece estarse escribiendo con la premisa de hablar con propiedad de lo que no se tiene ni la más remota idea. Cada idea, argumento, postura y cifra, parece un informe de Ecomoda, y no por la estética de la corbata presidencial, sino por el desconocimiento insolente y la carencia técnica que surge de la retórica infantil de algo que parece más una venganza.
Y es que no son las equivocaciones que podemos tener todos al calor de un debate. Hablar de trabajar 60 horas diarias, o 10 mil billones de deuda con el fondo de estabilización, o el gas hasta 2037, por poner algunos ejemplos, lo que hace que sea extraña cada postura, es justamente el convencimiento que se genera como argumento a partir de ese mismo error. Una novela mal contada y encontrada bajo el efecto tintero de las estrellas de la galaxia en donde los datos y las cifras no son determinantes, sino que juegan un papel de interpretación y exageración para el eufemismo socialista de la carencia y el escándalo.
Todo es con símbolos. El queso en La Alpujarra, el partido del tomate, los videos exitosos de exportaciones de aguacate en otros países pero adoptados como propios, el Fruver, en fin, la verdolaga completa con “Beto” Reyes y todo, diseñando estrategias de comunicación escandalosas para ofrecerse como solucionadores con sueños de trenes aéreos desde la agitación editorial y política de la pobreza, mientras se ataca y sataniza a la fuente del empleo y la generación de recursos.
Tristemente no podemos ser el país de la belleza que todos deseamos mientras no estudiemos ni para escribir bien un trino. No podemos ser el país de la belleza mientras las páginas de esta historia la siguen escribiendo las insaciables bodegas, pagadas con recursos públicos, que no bajan a la oposición de los más insultantes improperios.
Presentan reformas sin estudiar los datos y las diferencias de los conceptos, peor aún, como la de la salud, la vuelven a presentar exactamente igual a la que ya estaba hundida. No podemos ser el país de la belleza con mentiras, con una paz que no se hizo a los 3 meses, con unas medidas que no afectan solo a los 4 mil más ricos, con una asfixia permanente hacía la clase trabajadora y el emprendimiento.
No somos viables mientras le juguemos a hacernos los locos con Maduro, que la mirada nos llegue más fácil a Palestina que al Cauca, que nuestros niños mueran de hambre en La Guajira mientras andamos de gira por el mundo simplemente atacando el progreso. Nuestros helicópteros no se pueden seguir cayendo con valientes soldados simplemente porque presuntamente se acabaron los mantenimientos; no podemos estar reduciendo fondos para el deporte mientras se monetiza la delincuencia. Un profesor, un deportista, un emprendedor, un artista, tanta gente valiosa que sí merecería el reconocimiento de “gestor de paz” no debería estar mendigando algo para reconocerle su esfuerzo.
Nuestro país de la belleza se está quedando sin justificaciones en una historia que tiene “la nevera llena” para poder serlo, pero que quienes la escriben no tienen el interés de merecerlo.