Los colegios debemos salir del closet
La diversidad no es una amenaza; es una oportunidad para construir una sociedad más justa y equitativa.
03:20 p. m.
La Corte Constitucional emitió la Sentencia C-478 tras el caso de Sergio Urrego, una persona joven que enfrentó discriminación sistemática en su colegio debido a su orientación sexual. Sergio decidió quitarse la vida tras ser acusado injustamente por miembros del cuerpo directivo de violar el Manual de Convivencia. Este fallo marcó un precedente, exigiendo la revisión de los manuales de convivencia escolar para garantizar el respeto por la orientación sexual e identidad de género y promover una sana convivencia.
Sin embargo, en 2024, un nuevo caso demostró que seguimos lejos de alcanzar este objetivo. Una estudiante con identidad de género diversa fue discriminada por un colegio privado de Bogotá que se negó a reconocer su identidad. La Corte calificó al colegio de "inoperante", señalando su falta de protocolos claros para proteger los derechos fundamentales de la estudiante y garantizar su bienestar. Este fallo es importante no solo por su llamado frente a la diversidad sexual, sino también por lo que implica en relación con la neurodiversidad.
Este caso evidencia la desconexión entre los avances legales y su implementación en las aulas, particularmente en la atención a estudiantes en tránsito de género. Las personas con orientaciones sexuales diversas e identidades de género no normativas enfrentan desafíos que requieren un acompañamiento integral desde los ámbitos emocional, administrativo y social. Sin protocolos claros, las instituciones educativas improvisan o, peor aún, ignoran estrategias pedagógicas esenciales para proteger a la comunidad LGBTQ+. Esto deja a las personas en una posición de vulnerabilidad extrema, agravada por la falta de normas claras sobre uniformes, baños, instalaciones acordes con su identidad o, incluso, el reconocimiento de sus nombres y pronombres.
El "Informe de Clima Escolar LGBT" (Sentiido, 2024) refuerza esta preocupación. Según el informe, el 67% de las personas LGBT en Colombia reportaron sentirse inseguras en sus colegios, mientras que el 71% sufrió acoso verbal relacionado con su expresión de género. Más alarmante aún, el 37% señaló haber sido agredido directamente por docentes. Solo un 10% de quienes participaron en el informe consideraron que sus colegios contaban con manuales de convivencia inclusivos.
Además, algunas instituciones educativas optan por rechazar a estudiantes LGBTQ+ bajo el pretexto de no estar preparadas o de no contar con normas que permitan su integración. Esto perpetúa un sistema que legitima la exclusión, refuerza prejuicios y deja a muchas personas sin un entorno seguro donde desarrollar su identidad sin trabas.
Una de las barreras más significativas que enfrentan las instituciones educativas es el temor a la reacción de las familias o la comunidad. Algunos directivos temen el retiro masivo de estudiantes, conflictos internos o casos de acoso difíciles de manejar. Sin embargo, este miedo no puede justificar la inacción. Es necesario crear espacios de diálogo y aprendizaje con las familias para abordar estos temas con sensibilidad.
Fortalecer las escuelas de familias es un primer paso. Sesiones educativas sobre diversidad de género, talleres de resolución de conflictos y grupos de diálogo estructurado pueden ayudar a construir una comunidad informada que entienda que la inclusión no es una amenaza, sino una oportunidad para el aprendizaje y la convivencia. Por parte de las instituciones educativas, es clave construir protocolos claros para quienes experimentan identidades de género diversas, capacitar continuamente a docentes y directivos en temas de diversidad, e implementar una educación sexual integral de manera transversal. Pero, sobre todo, es momento de asumir un liderazgo público y valiente, comprometiéndose de forma abierta con la inclusión.
Como dijo una madre cuya hija tiene una experiencia de diversidad, además de salir del clóset, las instituciones educativas deben asumir una postura autocrítica respecto a cómo entienden la experiencia humana y la identidad, normada por un sistema cisgénero, heterosexual y binario. Mientras esta visión binaria de la realidad predomine, quedaremos atrapados en decisiones superficiales sobre la ropa, el baño o el pronombre, sin abordar el proceso profundo de construcción de identidad.
La diversidad no es una amenaza; es una oportunidad para construir una sociedad más justa y equitativa. Educar no es, ante todo, transitar hacia lo otro y hacia lo diferente; es acompañar, reconocer y transformar. Los colegios debemos salir del closet.