¿Crisis ministerial o recomposición de fuerzas?

No se esperaba que Petro removiera a José Antonio Ocampo ni a Carolina Corcho, aunque por razones distintivas.


Mauricio Jaramillo Jassir
abril 27 de 2023
06:57 a. m.
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Los cambios en el gabinete de Gustavo Petro sorprenden al menos por dos razones. Primero por el tiempo, pues si bien son normales este tipo de renovaciones y casi todas las administraciones en el último tiempo lo han hecho, es atípico que ocurra cuando ni siquiera ha pasado un año desde su posesión. Segundo, tampoco se esperaba que Petro removiera a José Antonio Ocampo ni a Carolina Corcho, aunque por razones distintivas.   

Ocampo era percibido internamente como una voz sensata en temas económicos, en especial por la incertidumbre que genera la falta de definición en la gradualidad de la transición energética, más aún cuando la presión de los mercados internacionales empieza a asomar. De igual forma, la salida de Corcho causa desconcierto, pues Petro le había expresado su apoyo y en ninguna de las tensas discusiones a propósito de la reforma a la salud, dejó entrever inconformidad con la hoy exministra.

Apresuradamente, algunos análisis apuntan a que el cambio en siete carteras significa una radicalización del oficialismo y el fin de la coalición. En realidad, los nombramientos no muestran la llegada de figuras radicales, sino cercanas a Petro, como en los casos de Ricardo Bonilla, William Camargo y Guillermo Alfonso Jaramillo, con quienes trabajó cuando fue alcalde de Bogotá; o de mayor sensibilidad con el progresismo como Jhenifer Mojica.  

Dicho de otro modo, la coalición no ha caducado, sino que el gobierno apunta a una recomposición de fuerzas donde la dosis de progresismo aumente, preservando los sectores de centro, bien sea de La U con Mauricio Lizcano, la Alianza Verde con Carlos Ramón González y liberales disidentes con Luis Fernando Velasco. Este último es un mensaje contundente a César Gaviria, quien dispone de un poder desmedido para ser un político no elegido y cuya intransigencia ha quedado al descubierto en las últimas semanas.

Petro ha pedido la protección de derechos de María Eugenia Lopera y Dolcey Torres -a la luz de la Convención Interamericana-, Representantes a la Cámara que expresaron su apoyo a la reforma a la salud. El Partido Liberal pidió abrir una investigación al compás de las declaraciones del expresidente Gaviria sobre sanciones para quienes se aparten de su línea. La coyuntura obliga al liberalismo a definirse como una fuerza cercana a la socialdemocracia o como un partido de centro, defensor del establecimiento económico. 

Tampoco es cierto que el remezón sea equiparable con la salida de funcionarios cuando Petro era alcalde de Bogotá. Las renuncias de Antonio Navarro Wolf, María Valencia o Daniel García-Peña, entre otras, ocurrieron en medio de choques y disensos con el entonces alcalde por inconformidad con su estilo de gobierno. La carta que en ese entonces envió García-Peña expone en crudos términos su decepción por la forma como Petro tomaba decisiones.

En este caso, no se trata de renuncias que reflejen animosidad con el mandatario, sino una recomposición de cara a ganar en gobernabilidad y consistencia ideológica. No se observa una disputa de fondo entre Corcho y el jefe de gobierno, sino el deseo de oxigenar la discusión sobre la salud y posiblemente el anhelo por no exponerla más. De Corcho se construyó la imagen de intransigente y por más que la exministra ceda, será imposible deshacerla. La única salida comparable con las de su paso por la alcaldía es la de Alejandro Gaviria. El ex rector no ha dejado de lanzar críticas desde que salió, pero valga recordar que sus aspiraciones dentro del gabinete parecían desmesuradas, habida cuenta de la cartera a su cargo -de la que habló poco- y su poca representatividad (cuarto lugar en la consulta del centro con menos de 350 mil votos).   

El gobierno no dispone de un “cheque en blanco” para gobernar, pero también es cierto que ganó las elecciones presidenciales y parte de las legislativas (mayorías simples no absolutas) con un mandato que no puede concretarse sin la deliberación en el Congreso. Aunque no tenga poderes absolutos, dispone de una capacidad de iniciativa para concretar un cambio cuyos matices deben definirse en franca discusión. De no concretarse el tan mencionado “cambio” el revés sería significativo no solo para la izquierda, sino para un centro que cada vez hace más prueba de dogmatismo, antítesis de la moderación. Paradoja de la dinámica política colombiana.

Profesor de la Universidad del Rosario
@mauricio181212

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