Lo prometido, ¿es deuda?
Hacer política no es prometer imposibles en discursos ni mucho menos jugar con las expectativas y los sueños de la gente.
02:50 p. m.
Hacer política, aspirar a un cargo de elección popular para sentarse en la mesa donde se toman las decisiones más importantes para el país, es estudiar qué está pasando, analizar qué puede hacerse basado en evidencia y evaluar si es posible hacerlo con los recursos disponibles. Luego, decírselo al país. Y si se llega a quedar electo, cumplir. Hacer política dista de hacer politiquería, esa misma politiquería que ha invadido al país sin diferenciar entre derechas, centros o izquierdas y que ha cooptado durante años nuestros recursos públicos, además de posponer y minimizar las esperanzas de la gente.
Por eso quien llega a la plaza pública a señalar a los politiqueros, siempre es aplaudido, y quien construye su imagen alrededor del cambio, siempre es bienvenido. Esa es la historia de Gustavo Petro, un presidente que apenas llegando a sus 100 días como gobernante, ya les ha hecho tragar varios sapos a quienes confiaron en él. Habló de combatir la politiquería y los clanes políticos y armó muy rápido una coalición en el Congreso con casi todos los partidos y con una cantidad de congresistas de dudosa reputación, obviamente esta coalición la armó en la forma tradicional que antes criticó: puestos, cupos indicativos y otras cositas. Es una lástima que el “todo vale” haya opacado el “cambio histórico”. Que de señalar politiqueros, Petro haya saltado a gobernar con ellos. Conveniente, por decir lo menos.
Los jóvenes que participaron en el Paro Nacional del 2021 en Cali insistieron, con mucho orgullo, que votarían por Gustavo Petro porque era el único de los candidatos que desmontaría el Esmad de manera permanente. No les cumplió. Construyó una reforma en donde le cambia el nombre al escuadrón, el uniforme y las tanquetas en las que se movilizan, pero no su objetivo primordial: contener una manifestación en el momento en que se desborde. Recuerdo que en muchas ocasiones expertos y académicos llamaron su atención diciendo que desmontar el Esmad era un error. Como candidato no lograron cambiar su opinión, pero una vez sentado en la Casa de Nariño pareciera que sí fue posible hacerlo entrar en razón. Decepcionante para quienes confiaron. Aclaro que yo estoy de acuerdo en reformarlo pero no en acabarlo.
Hasta el momento, de cambio muy poco, excepto por la terquedad ideológica de la ministra de Minas que quiere empobrecer al país con su política de decrecimiento y por el populismo de Petro de decir que el sistema de salud de Colombia es de los más malos del mundo para justificar acabarlo, cuando al contrario, según la evidencia, es uno de los mejores del mundo. Si volteamos a ver hacia la austeridad, tampoco está haciendo mucho. No solo gastó 3.500 millones de pesos en su acto de posesión. También han salido cuentas de fiestas en el Palacio por millones de pesos que bien podrían estar dirigidos a las prioridades sociales que durante meses abanderaron, sin hablar de los plumones de ganso que compraron para dormir sabroso.
Cambiar la política no es prometer proyectos vacíos, ni jugar con las esperanzas de nadie. Los colombianos están mamados de que les incumplan.
@ReyesKuri
Abogado - exrepresentante a la Cámara