Las 15 frases típicas de los bogotanos
Frases como “jincho”, “machera” o “chicanear” están recopiladas en el ‘Bogotálogo’, el diccionario de usos, desusos y abusos del español hablado en Bogotá
Noticias RCN
06:53 p. m.
Se dice que las palabras vienen a parar a los diccionarios para escaparse del viento, para hacerle trampas al olvido, para no morir de inanición, de desatención.
Desde la jerga cachaca que distinguía a las familias bogotanas del siglo XX o las frases que llegaron a la capital en las maletas de migrantes campesinos en 1950, hasta estos tiempos de Wikipedias, conceptos fáciles y digitalizaciones atropelladas en redes sociales, la lengua hispana en Bogotá demuestra una cosa: el patrimonio cultura de la ciudad.
Sí. Nunca había sido tan cierta la gastada frase:
Dime cómo hablas y te diré quién eres.
Terminos como “jincho”, “machera”, “desenchiparse” o “chicanear” están recopiladas en el ‘Bogotálogo’, el diccionario de usos, desusos y abusos del español hablado en Bogotá. Una publicación promovida por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) y escrito por Andrés Ospina en el 2010, en el que se agruparon, de la A a la Z, cientos de años de cultura.
Es por eso que, a propósito de los 481 años de la fundación de Bogotá, decidimos recopilar aquellas frases que han caracterizado a nuestras generaciones.
Parte de la jerga actual en Bogotá es producto de la migración de distintas poblaciones a la ciudad. Foto. Freepik.com
Quizás tú o tu familia ha usado con frecuencia alguna de estas 15 frases
Ala: Interjección típicamente bogotana, cada vez menos común. La expresión constituye quizá la muletilla y la marca registrada del cachaco de antaño. "¡Ala! que gusto me da conocerlo!".
Camello: Trabajo, empresa complicada. "Compañeros, este fin de semana no puedo acompañarlos, tengo mucho camello".
Carachas: Expresión de sorpresa, reconocida como parte del repertorio clásico estereotipado cachaco. "¡Ah, carachas!".
Chicanear: Ufanarse. Sobreexponer un determinado objeto o una virtud propia con el propósito de aparecer como superior a los ojos de los demás.
"Mis abuelos se compraron ropa hipster y una grabadora y no paran de chicanear"
Chichigua: Cantidad mínima de dinero. Estipendio reducido. "¿Se acuerda del trabajo que me ofrecieron? No lo acepté; pagan una chichigua".
Chino: Persona joven. Usada como muletilla para expresar camaradería entre amigos. "¡Oiga chino!"
Cirilí: cantaleta inacabable, por lo general en tono de reproche. "Ahora quién se aguanta el cirilí de mis papás esta noche por llegar tarde?".
Jinchos de la perra: Dícese de quien se encuentra al borde de la inconsciencia por causa de una desmesurada ingesta de alcohol. "Ricardo, vio que los compañeros de trabajo hicieron el ridículo en la fiesta? Estaban jinchos de la perra".
¿Le anotó placas?: Forma de interrogación propia de la década de los noventa del siglo XX, empleada para comparar al acto de obtener los datos de contacto de una potencial mujer con la que pueda concertarse una cita, con el de los policías de tránsito al tomar atenta nota de la identidad de un infractor. Sinónimo de cotice, levante.
Machera: Hecho o situación agradable, plausible.
"Diego, si vio la carrera de Egan Bernal en Francia? ¡Fue la machera!".
Mecato: Golosina. Comida rápida de muy escaso valor nutritivo. "Sofía, ¿ya compró el mecato para el paseo del fin de semana?
Pachuco: Aburrido, poco interesante, ordinario o de mal gusto. "Amiga, ¿cómo le fue en el evento? No te perdiste de nada, estaba bien pachuco".
Patonear: Recorrer una distancia extensa caminando. "¡No se imagina la patoniada que me pegué desde el sur hasta el centro esta mañana!"
Pichurrio: De poco valor o carente de importancia. "Mi amor, veámonos otra película mejor, esa que dices se ve muy pichurria".
Sumercé: Pronombre personal derivado del ibérico ‘su merced’, prueba del carácter servicial y gentil del cundiboyacense. Aunque la expresión venía entrando en franco desuso al final del siglo XX, su frecuente uso, si bien algo impostado, por parte de la cantante bogotana Andrea Echeverri, terminó por conferirle una suerte de nuevo aire.
Como escribió Gabriel García Márquez en 1988, “no puede decirse en qué lugar se habla un mejor español, porque no hay un castellano, sino muchos”.