Tejedoras de mochilas y un arte sometida a leyes de mercado que no valoran su trabajo
Los decretos de la emergencia para la emergencia en La Guajira ven en el turismo el motor que necesita la economía indígena. ¿Funciona?
Noticias RCN
08:25 p. m.
Los decretos de la emergencia para la emergencia en La Guajira ven en el turismo el motor que necesita la economía indígena, pero en este cuarto capítulo de ‘La ruta de la crisis wayuu’, las tejedoras de mochilas nos cuentan cómo su arte sigue sometido a unas leyes de mercado que no valoran su trabajo.
Cada mochila de hilo es un momento en la mente de una mujer wayuu. El dedo índice tensa las hebras, la mano que asegura la aguja gira adelante y atrás, y cada punto que se forma enlaza pensamientos durante días enteros. Días de necesidad.
El trabajo poco valorado en La Guajira
Al mercado nuevo en Riohacha llegan todos los días cientos de mujeres aún con hambre que necesitan vender los tejidos para comprar algo de alimento. Allí descubren más tristeza de la que traían, pues las leyes del mercado dicen que el hilo y los alimentos subieron de precio, pero sus artesanías las tienen que vender cada día más barato.
Porque para la mayoría de los compradores ese trabajo y creatividad no vale lo que ellas consideran.
Para el Gobierno la solución la trae el turista en sus bolsillos. Respaldado en la visita de 82.000 personas que llegaron a La Guajira entre enero y abril de 2023, se expidió el decreto 1267 para exonerar del impuesto de IVA a todos los comercios relacionados con la atención a turistas, menos en la media y alta Guajira.
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En Manaure los turistas hacen lo que pueden para disfrutar del viaje y dejar algo de dinero a las familias wayuu. Mientras los adultos consiguen el sustento sacando sal de las charcas en donde les dan chance de trabajar.
O también se desempeñan como guías turísticos que explican la historia de una salina que fue todavía más hermosa alguna vez. Por su parte, los niños aprendieron un trabajo: ayudar como fotógrafos a los turistas.
Buscando formas de llevar sustento en La Guajira
Las fotos en las que estos jóvenes wayuu buscan ángulos y perspectivas forzadas, y que se convierten en retratos exóticos para los visitantes, no alcanzan a contar esa parte de la historia en la que la cosecha de sal era suficiente para el sustento de las familias indígenas en Manaure.
Ni por qué la piscina que les llenaba la empresa Sama con el agua lista para cristalizarse ahora es una tierra sin uso ni beneficio. Cerca de ella, trabajadores sindicalizados mantienen un paro de actividades para exigir derechos adquiridos y mejor administración de la planta. Igual que con las mochilas, allí la cosecha del indígena tampoco vale.
Lo que hoy se convirtió en dinero, le sirvió a una mujer indígena para comprar pescado, arroz y ñame para el almuerzo; a los niños fotógrafos para llevar a la casa y comprar comida o arreglar la bicicleta, a los mineros de la sal para sostener a sus familias y comprar la gasolina cada vez más cara que prende las bombas que llevan el agua a las charcas y piscinas.
Y para todos los wayuu de estas historias, una razón más para dudar de las soluciones con las que se cree que pueden resolver sus problemas.