Una charla con Danne Aro Belmont: activismo, espiritualidad y lucha
¿Qué hace falta en Colombia para garantizar la inclusión y los derechos de las personas con orientación sexual, expresión o identidad de género diversas?
09:46 a. m.
El pasado 30 de junio Bogotá se vistió de colores y de orgullo. Al menos 50.000 personas salieron a las calles para conmemorar el Pride bajo el lema “Nada que curar”, una consigna que nació con el proyecto de ley inconvertibles y que toma fuerza a través de las voces de quienes luchan por materializar esta iniciativa.
Fue alrededor de esta fecha que tuve la oportunidad de conocer a Danne Aro Belmont, una mujer trans, activista, defensora de derechos humanos y sobreviviente de los Ecosieg (Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual e Identidad y Expresión de Género).
Nos encontramos en un café de Chapinero para charlar en torno a las mal llamadas terapias de conversión, el hundimiento del proyecto de ley que busca prohibirlas en el país y el largo camino que le queda a Colombia para garantizar realmente los derechos de las comunidades diversas.
Pero más allá de hablar de los tecnicismos y de explicarme a fondo lo que busca el articulado que se presentará de nuevo en el siguiente periodo legislativo; Danne se tomó el tiempo para contarme cómo ha sido caminar por el activismo siendo una mujer trans a la que intentaron “convertir”, pero que encontró en su causa la fuerza para dar voz a una comunidad.
Entre lo que me dijo, hubo varias cosas que me llamaron la atención: la primera de ellas está relacionada con la religión y la espiritualidad, pues precisamente algunos de los centros en los que se practican los Ecosieg son, además, espacios de congregación religiosa.
Parece impensable que, en pleno siglo XXI, en Colombia existan lugares para torturar a las personas bajo la premisa de cambiar su orientación sexual, expresión o identidad de género.
Sin embargo, es cierto que todavía muchas de las conversaciones que se dan en el país están atravesadas por la moralidad y la religión. Ahí es cuando uno entiende por qué no es descabellado que esto suceda.
Y que pase, además, bajo los ojos y en nombre de un dios que también es el de quienes son sometidos a estas prácticas que reducen su dignidad y que cercenan completamente su derecho a la espiritualidad.
Después de un rato le pregunté a Danne qué había sido lo más difícil durante sus 16 años de activismo. Ella me contó que lo más duro fue descubrir, durante unas charlas, que el exorcismo y el aislamiento al que la habían llevado en su adolescencia fueron parte de una de esas terapias de conversión.
Las mismas que ahora busca prohibir y erradicar, precisamente porque no quiere que nadie más tenga que pasar por eso.
“Lo más difícil fue lo último que pasó con el proyecto de ley. Yo no sabía que era una terapia de conversión hasta que en medio de la investigación nos empezaron a explicar y se me hizo conocido. Cuando les conté me dijeron que eso era una terapia. Entonces empecé a hilarlo y a sacar muchas cosas con mi familia, porque normalmente hablábamos de eso como si fuera un chiste”.
Cuando Danne me contó esto pensé en lo fácil que es juzgar. Casi siempre vamos por ahí viendo y señalando al que es diferente o piensa diferente, como si creyéramos que es sencillo serlo en un mundo lleno de normas excluyentes.
Pocas veces nos detenemos a pensar en las heridas que deja la burla, en las inseguridades que provocan los comentarios violentos y en las luchas internas de cada uno por aceptarse, reconocerse y salir al mundo sin miedo a mostrarse tal cual es.
Es eso mismo lo que alimenta la violencia y los crímenes de odio y discriminación en contra de las personas diversas. Según datos de la Fundación Gaat, 177 personas trans han sido asesinadas en los últimos cinco años en el país. Y solo en lo que va corrido del 2024, han sido 16 los casos.
Los datos señalan que los meses con mayor incidencia de estos crímenes son diciembre, enero y junio. Pero lo que más preocupa es que estas cifras son apenas una estimación tomada de los reportes de organizaciones sociales, denuncias directas y noticias publicadas en medios de comunicación, porque la mayoría de los casos se quedan en subregistros.
¿Qué hace falta en Colombia para garantizar la inclusión y los derechos de las personas LGBTIQ+? ¿Cuándo entenderemos como sociedad que el camino está en aceptar, respetar y construir desde la diferencia?