¡Qué montón de arrepentidos!
No es una sorpresa lo que está pasando. Las formas, los excesos, las evidencias, los datos diarios, los escándalos dominicales, los funcionarios untados de corrupción.
07:00 a. m.
¿Cómo se explica que cada exfuncionario de este gobierno tenga algún exceso o escándalo para contar? Peor aún, que los que le hicieron campaña, ¿hoy estén sorprendidos con algo que todos sabíamos cómo iba a terminar?
Lo anterior claramente está lleno de respuestas sobre cálculos políticos, algo de franco descaro, un poco de conveniencia y, pensándolo bien, ¡pero no somos tan pendejos! Una altísima cuota de inocencia, que indudablemente no se puede defender en un entorno informativo constante, que ya traía estos vestigios desde Cuba, Venezuela, la Ecuador de Correa, la Argentina de Cristina, la invivible Nicaragua; y algo acá, más local, la pésima y muy cuestionada gestión de Petro en la Alcaldía de Bogotá. Ya hablar de la de Quintero en Medellín, sería devolvernos a los excesos del innombrable de los 90s y esa está fuera de concurso.
Ya con la campaña a la vuelta de la esquina, y los 497 días que le quedan a este peligrosísimo gobierno, que lo más sustancial que ha ejecutado es la división entre los colombianos, por no hablar acá de los incrementos en masacres en las zonas más vulnerables, el hambre de la niñez en los focos que supuestamente iban a detenerse, el subdesarrollo de las comunidades donde pulula la corrupción, el incremento en omisiones para brindar una salud eficaz y que no mueran más colombianos por estas causas, la falta de acceso a la educación, a la comida, en fin; un sinnúmero de particularidades que se las achacarán a los gobiernos anteriores mientras llenan los bolsillos a punta de contratos de gente que no sabe ni controvertir una idea en tiempo real.
Ustedes se han puesto a pensar, ¿qué le pasaría a esta gente si le quitan del discurso la posibilidad de nombrar el apellido Uribe? Esa fascinación entusada y visceral a dónde iría sin poder elaborar más de 3 palabras como excusa para no hacer nada y ganársela fácil mientras juegan con el estómago de tantos colombianos a los que menosprecian por su criterio.
No es una sorpresa lo que está pasando. Las formas, los excesos, las evidencias, los datos diarios, los escándalos dominicales, los funcionarios untados de corrupción, el primo de la amiga de la hermana o la mujer del fulano, la tía de alguno, el primo varado, “el Beto Reyes” que no sabe ni por qué está ahí manejando presupuestos de la misma gente. Para ellos está bien decir que se graduaron de algo y a la vez decir que no presentaron la tesis porque no lo veían conveniente. Una caricaturización perversa del muy admirado Cantinflas, al que todo sí le salía bien con una mezcla dictatorial para señalar a todo el que no esté en sus nóminas o comité de aplausos.
Sin piedad ni control se van agarrando de cualquier foto de Carlos Gaviria para decir que los amaba, cuando según el mismo Héctor Abad en su columna de Semana les recordó que “con ira” le contó cómo “Petro cambiaba las actas del Polo, por la noche, para poner lo que no se había resuelto.” ¡Tramposo! Lo llamó en esa oportunidad.
Hablan de Jesús con una propiedad sacada de las patas que les deja el café en sus tasas cuestionadas por sus mismos exfuncionarios; excancilleres cercanos que dejan en entredicho tantos flagelos por los cuales podríamos estar descertificados en los próximos días.
No hay respeto, no hay coherencia, solo hay provocación y burla a un país del que se alimenta su ego, sus implantes y presuntamente sus bolsillos, al son de las necesidades de los que ven cómo se va la platica del medicamento en vulgaridades, estigmatizaciones y groserías monetizadas desde las cuentas públicas del Estado.