Incertidumbre vs. esperanza

Escuchar al sector privado y al Gobierno decir que pueden trabajar juntos en medio de una coyuntura retadora, es sinónimo de esperanza.


Gustavo Nieto
abril 05 de 2025
10:10 a. m.
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Resulta contradictorio y difícil de entender la aparente despreocupación del Gobierno por anuncios que, en mi modesta opinión, deberían encender las alarmas, sobre todo si se tiene en cuenta que afectan la estabilidad de los trabajadores y la reactivación económica.

Hablo de la decisión de varias empresas importantes sobre su futuro, unas no quieren estar en el país y otras reducen su producción a niveles que podrían significar despidos y un sensible golpe a los aportes a la Nación.

En los últimos días se supo de la disminución en la producción de El Cerrejón, la presidencia de la compañía anunció que la reducirá en un 30% por varios motivos: la demanda de carbón natural en Europa que ha bajado sensiblemente, los costos del transporte marítimo y otro, no menor, la difícil situación de orden público que afecta varias zonas del Caribe, que se traduce en bloqueos y ataques que hacen muy compleja la actividad de la empresa.

Miren, el año pasado se registraron 333 bloqueos que se resumen en que durante 135 días no se pudo llevar el mineral al puerto, sin contar con 5 atentados a la línea férrea.

Más allá de la animadversión de Petro por el carbón y otros combustibles fósiles, los recursos que deja El Cerrejón son muy importantes y deberíamos cuidarlos, incluso para empujar la transición energética. Imagínense, en los últimos tres años esta empresa le dejó a La Guajira 4.5 billones de pesos en regalías, en impuestos para municipios de ese departamento 175.000 millones y entre el 2023 y el 2024 invirtió 200 mil millones en proyectos sociales. Sumemos el hecho de que el año pasado fue el carbón el que nos permitió alimentar las termoeléctricas y no apagarnos cuando las represas se redujeron tanto que estuvimos a punto de un apagón generalizado.

Y si es por el lado de la transición energética que tanto le interesa al Gobierno, las cosas no son mejores. EDPR, la empresa portuguesa que construiría dos parques eólicos en La Guajira, tomó decisiones más drásticas, optó por salir de estos proyectos e irse del país.

Sí, así como lo leen, otro durísimo golpe al empleo y la economía. Las razones son varias, pero lo cierto es que los proyectos se hicieron inviables entre la espera de licencias ambientales, cambios en la legislación que pusieron nuevos impuestos y sobretasas a las energías renovables y una tasa de cambio afectada por la devaluación del peso. Para rematar, en noviembre pasado ENEL anunció que no sigue con otro proyecto eólico en La Guajira, como lo hizo EPM también en ese departamento. En últimas, más argumentos para alimentar nuestra ya robusta desconfianza.

Los anuncios preocupantes no paran, apenas la semana pasada CORFICOLOMBIANA, una de las empresas más poderosas en construcción de infraestructura dijo que, frente a la parálisis de las obras viales y la incertidumbre por las reglas para eventuales nuevos proyectos, está buscando propósitos en otros países. En conclusión, no hay un ambiente favorable para invertir.

Desde la orilla de un ciudadano que no necesita ser experto, solo tener algo de sentido común, no es difícil percibir un claro ambiente de incertidumbre. Pero preocupa más la percepción de que al Gobierno este tema no lo alarma.

Desde el oficialismo hay una pretendida tranquilidad porque, según el DANE, el desempleo sigue bajando. En febrero pasó de 11.7 % a 10.3%, sonaría bien sino tuviéramos en cuenta que mientras tanto la informalidad aumentó al 57.6 %, es decir, de los 23 millones de trabajadores que hay en el país, 13.5 millones son informales. No son cifras para celebrar, ni más faltaba, y menos cuando vemos cómo empresas importantes anuncian que se van.

Si la preocupación fuera aumentar el empleo y velar por su calidad, si el reto es dinamizar la economía y por consiguiente mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, pues habría que cuidar un poco más a los empresarios, quienes al fin y al cabo son lo que invierten, emplean y producen. No escribo nada que no se sepa, pero los hechos son evidentes y pareciera que por los lados de la Casa de Nariño esto no los afana mucho.

Ahora hay un nuevo ingrediente, la semana termina con la "guerra comercial" que le declaró Trump al mundo, les subió aranceles a prácticamente todos los países y la expectativa sobre las consecuencias de semejante decisión aún son impredecibles, pero en el país hay una actitud que sorprende y alienta. Gremios y Gobierno ven en todo esto una oportunidad, unos y otros han hablado de trabajar juntos y diseñar estrategias para convertir lo que parece una sanción en un motivo para crecer, ser creativos y producir más. Suena sorpresivo en medio de tanta hostilidad, pero ilusiona. Me quedo con esto último, con la ilusión, ¿será posible un país en el que todos empujemos para el mismo lado?

Escuchar al sector privado y al Gobierno decir que pueden trabajar juntos en medio de una coyuntura retadora, es sinónimo de esperanza y bueno, más allá del preocupante panorama descrito en las líneas anteriores, hay que decir que la esperanza es lo último que se pierde.

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