El Ministerio de la Desigualdad
Una cosa es dar igualdad de oportunidades a todos y otra muy distinta es imponer la distribución plana de recursos.
07:38 a. m.
¿Recuerda usted, apreciado lector, la última vez que estuvo en el médico? Imagine que, en vez de hacer algo por usted, su médico hubiese empezado a cantar odas a la buena salud. Lo extraño es que personajes así acumulen adeptos, pero todo tiene una explicación: la mezcla perversa entre una difícil realidad y la atracción de las historias que contamos. Hablemos entonces del nuevo proyecto de este ambiguo gobierno. Hablemos del Ministerio de la Igualdad.
En una discusión que adorna un café, ¿cómo estaríamos usted y yo en contra de luchar por menos desigualdad en una sociedad que carece de oportunidades? Sería absurdo, diría uno; prefiere la marginalización, diría, otro, pero no. No es por ahí. Hay dos temas extraños que debemos deshilvanar. Por un lado, está el problema de crear otro ministerio y, por el otro, más interesante aún, la preocupación por la engañosa narrativa de la igualdad.
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El primer punto es un homenaje a lo que llamo las culturas del malgasto público, y a la vez, a ese médico que suelta melodías contra las infecciones. Creemos que una oficina será la solución para un problema; preferimos engañarnos para estar tranquilos, como la persona que cree que trabajó porque estuvo en una reunión que no sirvió para nada. Trabajar por menos desigualdad no necesariamente requiere más contratistas, funcionarios públicos, mesas, camionetas blindadas, jugo de naranja protocolario, tarjetas de visita, y cuántas cosas más. Ya tienen entidades que conocen los problemas del país y han elaborado propuestas hace rato (p.ej. el DNP, Prosperidad Social); que sean ellos los que coordinen y/o apoyen a otras entidades en la ejecución. Hagamos memoria y preguntemos si el MinDeportes y MinCiencias realmente han servido para algo distinto a la generación de unos pocos empleos, infografías, y extrañas rendiciones de cuentas.
Pero ahora viene lo más preocupante: lo llamaré “el juego de los dos grupos”, los vivos y los entusiastas. ¿A quién le conviene que aparezca otro ministerio realmente? A los que llenan los cargos. Ustedes saben quiénes son: los vivos. Estos serán los más fervientes defensores. Pero el segundo grupo, los entusiastas, fungen como la línea de peones del ajedrez del político: creen genuinamente que el ministerio sirve para luchar contra el problema de la desigualdad de oportunidades, y celebrarán decretos y palabrería que pudieron haber salido de otro lugar. Esos fans son la cortina de humo de los vivos. ¿Luego, no quiere usted que haya igualdad? ¡Neoliberal (atrevido)!
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Ahora entramos en el segundo tema, filosófico, por no decir más. ¿Qué es la igualdad? ¿Qué tipo de igualdad quieren? Una cosa es dar igualdad de oportunidades a todos y otra muy distinta es imponer la distribución plana de recursos, forzar cuotas y hacernos creer que todos debemos hacer lo mismo. Por ahí aparece el concepto cercano, “equidad”. Hay definiciones por doquier. Algunos ven la igualdad como el mero reconocimiento de derechos para todos, mientras que la equidad aparece como un principio ético en donde entendemos las circunstancias de cada uno (Charrier et al.,2022. Link). Otros ven la igualdad como “imparcialidad” y la equidad como la carencia de sesgos, o simplemente asocian la igualdad con proveer la misma experiencia a todos y la equidad como el trabajo conjunto para acabar con la marginalización (Minow, 2021, Link).
Así, hay varios tipos de igualdades, pero el tema se pone complejo cuando nos metemos con los recursos. Podemos estar todos de acuerdo en que una sociedad se beneficiaría mucho si hubiese igualdad de oportunidades, si no hubiera discriminación ni marginalización. Pero vamos a estar fuertemente en desacuerdo si algunos creen que esto implica forzar la igualdad en la distribución de los recursos, porque estaríamos atentando contra el principio del mérito. Sí, Colombia no es una meritocracia. Muy lejos está. Pero la mala noticia es que un ministerio tampoco la traerá. ¿Qué hacer entonces? Se ha dicho de mil maneras: buscar la prosperidad socioeconómica para que la gente tenga opciones.
Una sociedad en donde una persona no tiene que vender su alma a un político para enclaustrarse en una entidad pública es la que tiene opciones. Pero esas opciones nacen de la prosperidad, rodeada por instituciones fuertes y equitativas, es decir que ven a todos como iguales en cuanto a sus derechos, deberes y oportunidades. ¿Y qué hace este gobierno? Anunciar erráticamente cosas que empobrecen el país. Ni a las ESAL las dejan tranquilas; sueltan arengas contra Estados Unidos, juegan con las expectativas y los temores de la gente, se auto enaltecen por mandar unas cajas a San Andrés, no les molesta el simbolismo de la desigualdad al contar con excelentísimos y onerosos cocineros en sus eventos, contribuyen a los incentivos perversos con sus irresponsables intenciones de indulto, no les importa llegar tarde porque igual los tienen que esperar, en fin. ¿Quieren seguir la senda la igualdad latinoamericana, es decir, todos un poco más pobres y miserables, para poblar los museos del populismo?
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Hablan de crear una “institucionalidad para los nadies y las nadies de este país”, pero no entienden que es la prosperidad socioeconómica y las instituciones legítimas las que hacen algo por los nadies y las nadies. Con el ministerio simplemente tendrán otra élite temporal más, sentada en su torre de marfil de la desigualdad material y simbólica, bajándose ceremoniosamente de sus camionetas mientras no tienen cabeza para los necesitados, porque están “trabajando”. ¿Trabajando para quién?
Que la situación del país sea tremendamente difícil y que la pobreza sea uno de sus terribles flagelos nadie lo duda. Que la falta de oportunidades sea una de las raíces de tantos problemas sociales tampoco se puede dudar. Que haya que atacar la desigualdad en muchos frentes está claro. Que haya discriminación en todos los niveles, imposible negarlo y urgente atacarlo. Pero el hecho de que estas tragedias se agolpen una sobre la otra, no quiere decir que la narrativa de la igualdad hecha ministerio sea la solución. ¿Cuándo entenderá este país, o mejor, este continente, que creando una oficina no se soluciona un problema, sino que se profundizan otros? El extraño médico, parecido al que no quería revelar sus títulos en la Hojarasca de García Márquez, seguirá cantando en vez de curar, y su grupo de entusiastas le dirá al paciente, ¿es usted amigo de la enfermedad o callará para dejar cantar a nuestro doctor?
Erick Behar-Villegas
Profesor de Economía @ProfErickB