Más allá del humo: la crucial discusión sobre la regulación de alternativas al tabaco

La salud pública y la innovación van de la mano, por eso surge la ineludible necesidad de regular los productos alternativos al cigarrillo en Colombia. Esta categoría de que abarca desde sistemas de calentamiento de tabaco hasta vapeadores o cigarrillos electrónicos, ha experimentado un crecimiento a escala global y local. 

La discusión sobre su regulación trae a colación dos voces prominentes que no excluyentes: por un lado, la industria de estos productos clama por una regulación diferenciada y técnica que permita su desarrollo responsable y que ofrezca alternativas más seguras a los fumadores, sumado a la perspectiva de la salud pública que destaca la necesidad de proteger a los jóvenes, garantizar la calidad de los productos y la información al consumidor, y promover la investigación rigurosa.

En este contexto, la regulación diferenciada se presenta como un punto crucial de convergencia. La sensatez debería llamar a  un dialogo entre la industria y los legisladores para generar normativas claras y certeras que distingan sus productos de los tradicionales, reconociendo su naturaleza sin combustión y promoviendo el principio de reducción de riesgo. Esta aproximación busca tanto salvaguardar los derechos de los consumidores adultos que exploran una alternativa menos perjudicial al cigarrillo (inclusive el derecho a recibir información veraz y suficiente sobre los productos), así como evitar a toda costa el acceso de los menores de edad al producto.

La protección de los menores de edad es una preocupación compartida y prioritaria. Alejar los productos de vapeo y tabaco calentado a esta población exige medidas regulatorias efectivas y contundentes que limiten su acceso y el ejercicio de actividades tradicionales del comercio como la publicidad. Restringir su venta y publicidad a los menores de edad se erige como un pilar esencial para evitar la iniciación temprana en la adicción a la nicotina.

Del mismo modo, se comparte la urgente necesidad de profundizar en la investigación y mantener la transparencia. Esta situación genera una brecha en el entendimiento, que repercute tanto en los consumidores como en los expertos de la salud. En este sentido, la regulación podría potenciar la asignación de recursos hacia investigaciones científicas que proporcionen información esencial para tomar decisiones informadas y fundamentales.

La calidad de los productos también es un punto en común. La ausencia de regulación podría llevar a la proliferación de productos de baja calidad o comercializados ilegalmente, lo que pone en riesgo la seguridad de los consumidores. Establecer estándares de calidad y requisitos de etiquetado preciso es un paso esencial para garantizar la confiabilidad y seguridad de los productos.

En última instancia, ambas perspectivas coinciden en la búsqueda de un equilibrio entre la libertad individual y la protección colectiva. La industria ve la regulación como una oportunidad para innovar de manera responsable, al tiempo que desde la salud pública se debería plantear como un medio para anticipar y mitigar futuros desafíos.

En esta discusión es indispensable brindar una alternativa de reducción de daños y riesgos para adultos usuarios de nicotina y la salud pública no son mutuamente excluyentes. Si bien la curva de aprendizaje de la regulación del cigarrillo tradicional no puede ser ignorada, la regulación diferenciada puede ser la respuesta para armonizar estas perspectivas y forjar un camino que proteja a los jóvenes, promueva la investigación y permita la innovación responsable. Colombia se encuentra en un momento crucial para establecer una regulación que se convierta en un referente regional, unificando esfuerzos en favor de una sociedad más consciente.

@marlagutierreza
Directora ejecutiva de Alterpro