Las dos caras de ser propietario
Contrastar la tenencia de vivienda en Europa con el contexto local no es, precisamente, el comparativo más idóneo.
10:00 a. m.
A inicios del pasado agosto, el reconocido economista, Sergio Clavijo, dedicó una de sus columnas de opinión en El Tiempo: ‘¿País de propietarios?’, a reflexionar sobre el verdadero impacto que tienen las políticas que promueven la tenencia de bienes como un vehículo de crecimiento.
Concretamente: tener vivienda vs. vivir en arriendo, ser dueño de una buseta vs. trabajar para un sistema masivo centralizado de transporte, y ser un micro-agricultor propietario vs. laborar en una gran planta agroindustrial. Con estos tres escenarios, el expresidente de la Anif evidenció que, aunque políticamente atractivas y populares, estas políticas no necesariamente redundan en mayor bienestar y desarrollo.
En la vivienda VIS, por ejemplo, Clavijo explicó que los programas de subsidios estatales no impactan más allá del 1% del déficit habitacional y se ha comprobado que resulta mejor apostar por un crecimiento sectorial diversificado, más allá de la vivienda; en el caso del transporte, tener un vehículo se tradujo en largas jornadas de trabajo y en la ausencia de la seguridad social; y en los micro-agricultores -ante la falta de vías, distritos de riego o garantías crediticias-, baja competitividad frente a los mercados internacionales.
En ese sentido, y como bien se explicó en dicho texto, las seductoras y rimbombantes iniciativas para facilitar el acceso a los bienes y la propiedad no se traducirán en crecimiento social ni económico, si no están articuladas dentro de un plan que vaya más allá de un subsidio o un ‘regalo’ estatal.
Ahora bien, este es el análisis desde la cara técnica y cuantitativa sobre el ser propietario, desde la exactitud del Excel y la inequívoca matemática; que no necesariamente contempla el factor emocional ni el simbolismo que hay implícito con el acceso a un bien que ha sido esquivo por generaciones.
Demostrar fiscalmente por qué aumentar los propietarios en el país ha sido contraproducente es relevante y debe tenerse en cuenta -especialmente en el primer gobierno de izquierda en Colombia-. Sin embargo, no es sinónimo de desechar por completo la iniciativa, pues, de enfocarse bien y articularse, se está poniendo a disposición de la población un bien que genera sentido de pertenencia, orgullo y responsabilidad; algo que difícilmente se puede tabular.
Contrastar la tenencia de vivienda en Europa con el contexto local no es, precisamente, el comparativo más idóneo. ¿Cuántos de los jóvenes europeos que hoy prefieren vivir en arriendo y ahorrar a través de portafolios de inversión vieron a sus padres ser propietarios? Es decir, ¿cuántos europeos que hoy optan por arrendar saben indirectamente lo que es ser propietario?, mientras que, ¿cuántos jóvenes colombianos de estratos bajos no conocen el sentimiento de decir ‘esta es mi casa’, ni siquiera de manera indirecta?
Las respuestas a estas preguntas no vienen en blanco o negro, tienen matices y deben priorizarse según la coyuntura económica del país. El mensaje que aquí se quiere dejar, en aras de contrastar la óptica meramente técnica, es que hay variables que van más allá de los encadenamientos productivos, el aporte al PIB o el recaudo de la nación, que en el largo plazo pueden marcar una diferencia.
En todo caso, son decisiones que deben tomarse a la luz de la evidencia, el rigor técnico y el bienestar colectivo; no deben ser combustible de aplausos ni de populismo irresponsable, sobre todo ante el periodo electoral que se avecina.