La paranoia desenmascarada

"Dentro de la narrativa macartista ninguna opinión disidente podrá ser una opinión reconocida como digna de escucha".


Gabriela Forero Amézuita
noviembre 18 de 2023
12:45 p. m.
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Un fantasma recorre América Latina, el fantasma del macartismo. Este fenómeno, propio de los años cincuenta en Estados Unidos se caracterizaba por la persecución y acusaciones de faltar a la lealtad, de subversión, traición a la patria o de “comunista” a todo aquel que vocalice ideas de izquierda, de disidencia política. El término viene de las listas del senador Estadounidense Joseph MccArthy, quien identificaba personajes que percibía como “comunistas” los cuales sufrieron despidos, violencias y la más absurda condena al ostracismo. 

Estoy segura que incluso solo escribir esta columna podrá desatar redes de comentarios que intentarán encasillarme, sugerir que hago parte de un plan de respaldo a un personaje o a un partido y desacreditar mis palabras. Sé que no debería tener miedo de escribir esta columna pero la realidad es que lo tengo porque dentro de la narrativa macartista ninguna opinión disidente podrá ser una opinión reconocida como digna de escucha. El uso de estas narrativas como herramienta política en Latinoamérica es peligroso y problemático. 

Cada día son más presentes e insistentes las redes que intentan deslegitimar a aquellos que parecen afines al gobierno o aquellos que aún sin ser afines, me incluyo, no comparten un ideario conservador y cuidador de los valores tradicionales o aquellos que denuncian tajantemente las violaciones a los derechos humanos. Esta práctica en América Latina ha perseguido y estigmatizado opositores políticos que se etiquetan como subversivos o traidores, y en la era Petro también como “vendidos al gobierno”. Esta táctica ha tenido consecuencias profundas que no sólo rompen con el tejido social del país, sino que exacerban la violencia justificando el uso de la misma contra individuos y colectividades. Esta hostilidad no solo es física, la vemos todos los días en redes sociales, la vemos frecuentemente en las amenazas a líderes sociales y políticos e incluso a las infancias activistas. 

Demonizar un sector de la sociedad intensifica una polarización que se transforma en variados discursos de odio que trascienden la arena política y se permea en la sociedad creando un ambiente de “nosotros contra ellos” dificultando cualquier posibilidad de diálogo o consensos, fundamentales en la democracia. Así mismo la retórica del macartismo legitima la represión estatal, permitiendo a los gobiernos justificar medidas autoritarias bajo el pretexto de la "seguridad nacional" incluyendo la censura, la detención arbitraria, la militarización o la hipervigilancia. 

El macartismo es un antecesor del autoritarismo. Hace pocos días en Guatemala, varios estudiantes fueron arrestados y sus hogares allanados bajo la excusa de sostener una “toma” a la Universidad San Carlos de Guatemala cuyo rector había sido elegido bajo el establecimiento liderado por Alejandro Giammattei. El ministerio público de dicho país ha incluso pedido el retiro de la inmunidad diplomática del electo presidente Bernardo Arévalo en un afán exorbitante de impedir que llegue al poder después de una justa elección en la que el país podía cambiar el rumbo de años de una derecha envejecida y torpe. 

Esta táctica no es solo un atentado a los valores democráticos sino a los derechos y libertades individuales. Es una bandera que suprime el pensamiento crítico y crea una cultura de miedo y desconfianza. 

La naturaleza intrínsecamente represiva del macartismo tiene efectos devastadores en la estructura social y en la psique individual. Por medio de prácticas de injuria, estigmatización y “cancelación”, la censura y la autocensura se convierten en norma, limitando severamente el intercambio de ideas y opiniones. Preferimos callar o seremos llamados “guerrilleros”, “azuzadores”, “bodegueros” y otras palabras y frases de turno que anulan por completo al otro como un interlocutor válido. El macartismo se basa en el miedo y la desinformación para manipular a la sociedad. Reconocer esto es vital para evitar ser engañados por retóricas que buscan dividir y controlar. 

El temor a ser etiquetado como subversivo genera un clima de desconfianza generalizada. La sospecha se infiltra en las relaciones cotidianas, debilitando la solidaridad comunitaria. Esta uniformidad ideológica es antitética a la naturaleza plural de las sociedades democráticas, donde la diversidad de perspectivas y el debate abierto son cruciales para el progreso. 

Observo con angustia la campaña de Javier Milei, que bajo el lema 'zurdos de mierda', ha logrado encasillar a todo aquel que no piense como él y ha contribuido a sostener un ambiente de violencia entre su electorado. Cualquier persona que no esté de acuerdo con sus ideas será atacada en su forma de expresarse y acusada de apoyar a 'la casta'. Me preocupa que un presidente anule a quienes no voten por él, tachándolos de 'escoria' y además llamando a su destrucción. Esto produce una violencia reactiva que azuza la polarización, lo cual amenaza la integridad del sistema democrático, impidiendo un diálogo constructivo y respetuoso que es esencial para el desarrollo armónico y sostenible de la sociedad. 

Hoy el macartismo, especialmente en las redes sociales, es una fuerza que no solo está en aumento en América Latina, sino que también se ha convertido en la narrativa dominante de las campañas políticas que ganan elecciones. Este fenómeno empuja a los votantes hacia un estado de paranoia e irracionalidad, lo que conlleva una cultura de violencia. No es casualidad el empoderamiento de movimientos violentos que se enuncian como “anti-woke” o “anticomunistas” y que se fortalecen en Brasil, España, Guatemala y Estados Unidos.

De este lado del mundo, mientras vemos el avance de esta nueva ola de discursos violentos, es crucial promover la verdad y la transparencia tanto en los discursos políticos como en los mediáticos y ejercer activamente un compromiso con los hechos y una reprobación activa de la desinformación.

Politóloga y administradora de empresas. Maestrante en Estudios Internacionales.
@gabrielafoam

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