¿El fútbol femenino fracasó?

Quizás los feroces ataques en las redes sociales tienen el blanco equivocado, y ellas solo sean víctimas de la situación.


Luis Beltrán Rueda
septiembre 17 de 2024
06:00 a. m.
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La reciente eliminación de la selección femenina sub-20 en los cuartos de final del Mundial que organizamos en Colombia ha desatado una tormenta de críticas. Y sí, fue doloroso ver cómo las jugadoras cayeron ante Países Bajos en una tanda de penales, fallándolos todos. Pero lo que más sorprende no es el resultado, sino la avalancha de opiniones desde las redes sociales. Ahí están los argumentos de siempre:

  • "Son pecho frías."
  • "Falta mentalidad."
  • "¿Por qué patearon esas jugadoras y no otras?"
  • "Linda Caicedo no rindió."
  • "El profesor Paniagua no tiene los pergaminos para dirigir."

A muchos parece que se les olvidó que llegar a cuartos de final en un Mundial, con todas las limitaciones estructurales del fútbol femenino en Colombia, es ya un logro monumental. Claro, para algunos, cualquier cosa que no sea levantar la copa es un fracaso absoluto. Y sí, la derrota es dolorosa, pero ¿de verdad es justo apuntar a las jugadoras?

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Es ahí donde quiero enfocar mi crítica. No hacia las futbolistas, que lo dieron todo en la cancha, sino hacia las instituciones que las dejaron solas en los momentos cruciales. El fútbol moderno no se trata solo de patear un balón. Se trata de una preparación mental, emocional y táctica que exige un respaldo fuerte, profesional y constante, algo que, a todas luces, les falló a estas jóvenes de 20 años.

Colombia tiene talento de sobra, lo hemos demostrado en varias ocasiones, pero el verdadero fracaso es el de una sociedad y un sistema que no está preparado para apoyar ese talento cuando más lo necesita. Criticamos a las jugadoras sin detenernos a pensar en el esfuerzo que han hecho con las uñas. Nos olvidamos de las condiciones precarias en las que muchas veces deben entrenar, de la falta de apoyo psicológico o la presión social que tienen sobre sus hombros.

Este no es un fracaso de las niñas de la selección sub-20. Es el fracaso de una estructura sin los mejores cimientos, de la falta de una preparación robusta. Estas jugadoras tienen el nivel futbolístico para ganar, pero no tienen el respaldo que les permita competir sin miedo al contexto, sin temor a fallar en un momento tan decisivo como unos cuartos de final de un Mundial.

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Ejemplos de éxito basados en la preparación los tenemos en todos los deportes y contextos. ¿Acaso fue un golpe de suerte que Caterine Ibargüen, con años de trabajo, disciplina y un equipo sólido detrás, se convirtiera en campeona olímpica en salto triple? Claro que no. Detrás de cada salto había años de apoyo psicológico, físico y táctico que la prepararon para enfrentar las más grandes adversidades en las competiciones más exigentes.

En el fútbol, no podemos olvidar lo que sucedió con España en 2010. Venían de un Mundial 2006 decepcionante, pero invirtieron en una preparación exhaustiva tanto táctica como mental y siguieron un modelo exitoso de ese momento como el de Barcelona de Pep Guardiola. El resultado fue evidente: un equipo con una mentalidad ganadora, que supo manejar la presión y levantar la Copa del Mundo.

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Pero no hace falta ir tan lejos. Ahí está el caso de Alemania tras su fracaso en la Eurocopa de 2000. La Federación Alemana de Fútbol decidió invertir en un ambicioso proyecto a largo plazo: crearon academias de fútbol en todo el país, se enfocaron en el desarrollo juvenil y establecieron un sistema robusto para formar tanto jugadores como entrenadores. ¿El resultado? Campeones del mundo en 2014. No se trató de suerte, sino de una estrategia clara, inversión en las bases y tiempo para que los procesos dieran frutos.

Si miramos otros ejemplos de instituciones deportivas que arrancaron de cero, podemos mencionar a Nueva Zelanda y su dominio en el rugby. Los famosos "All Blacks" no siempre fueron la potencia mundial que son hoy. Durante años, Nueva Zelanda trabajó desde la base, desarrollando una cultura deportiva sólida, enfocada en la disciplina, la preparación física y mental, además de un programa de detección y formación de talentos que les ha permitido dominar el rugby a nivel mundial.

Otro gran ejemplo es el de Japón en el béisbol. Aunque este deporte se introdujo en Japón a finales del siglo XIX, fue tras la Segunda Guerra Mundial cuando el país comenzó a construir desde cero una estructura deportiva sólida. Crearon academias, invirtieron en la formación de entrenadores y establecieron una cultura de disciplina y respeto hacia el deporte. Hoy, Japón es una potencia mundial en béisbol, con títulos internacionales y jugadores que destacan en las Grandes Ligas de Estados Unidos.

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En lugar de enfocar nuestra crítica en ellas, deberíamos exigir procesos más sólidos, inversiones más serias y una verdadera apuesta por el deporte femenino. Si seguimos creyendo que las jugadoras deben enfrentarse solas a estas situaciones, estamos condenados a repetir la historia.

El verdadero fracaso es nuestro, como sociedad. Y hasta que no lo entendamos, seguiremos buscando culpables donde no los hay.

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