¿Qué significa que Colombia tenga por primera vez una Política Exterior Feminista?
La primera embajadora itinerante para asuntos de género y política global feminista, Arlene B. Tickner, habló con Noticias RCN sobre los retos de la Política Exterior Feminista y su impacto en el interior del país.
Laura Alturo
05:19 p. m.
Por primera vez, Colombia tiene una embajadora itinerante para asuntos de género y política global feminista. Arlene B. Tickner es la encargada de representar al país en estos temas y de encabezar la ejecución de la Política Exterior Feminista (PEF) propuesta el Gobierno Nacional.
Con más de 30 años de experiencia en docencia, investigación, asesoría y consultoría de campo en las Relaciones Internacionales, Tickner se ha desempeñado como embajadora alterna de Colombia ante Naciones Unidas y ha centrado sus investigaciones en política exterior, pensamiento feminista, postcolonial, decolonial y antimilitarista.
En entrevista con Noticias RCN, la embajadora explicó en qué consiste y por qué es importante la Política Exterior Feminista de Colombia, cómo impacta a las comunidades al interior del país y la forma en la que se ha llevado a cabo el trabajo conjunto con las organizaciones de mujeres y LGBTIQ+ para integrar sus necesidades a la PEF.
¿Por qué es importante para Colombia tener un cargo dirigido a trabajar temas de género?
Arlene B. Tickner: Es un paso fundamental hacia la priorización de temas relacionados con género y las comunidades vulnerables en la política exterior. Este cargo es nuevo en el mundo, solo existe en un puñado de países, y Colombia como tercer país de América Latina en anunciar la PEF ha decidido evidencia la importancia de estos asuntos en la política internacional.
¿Cuál es la apuesta de Colombia para la implementación del ethos feminista y los asuntos de género?
A. T.: Hubo una primera cumbre de política exterior feminista en México y, básicamente, constituye la consecuencia natural de que un número creciente de países están declarando tener PEF. En esta oportunidad lo más llamativo es observar la importancia creciente que América Latina va adquiriendo en la Política Exterior Feminista, toda vez que son varios países que la han declarado (México, Chile y Colombia), y otros como Brasil que aunque non la han declarado, sí han introducido un enfoque de género en sus políticas exteriores.
Ante los retrocesos que hemos observado en temas que creíamos superados en relación con las mujeres, hay mucha expectativa frente al continente para llevar la batuta de la PEF.
¿Cuáles son los temas pendientes por resolver?
A. T.: Son muchos. En Naciones Unidas, el número de embajadoras permanentes siguen siendo una marcada minoría en comparación con los Estados miembros de la organización. Los porcentajes de mujeres jefes de gobierno siguen siendo muy bajos. Según ONU Mujeres, nos va a tomar un siglo o más para lograr la igualdad de género en los indicadores planteados por los objetivos de desarrollo sostenible.
Estamos observando retrocesos, como el caso del derecho al aborto en Estados Unidos, en donde hubo decisiones que retrocedieron en el tiempo la adquisición de este derecho.
¿Cómo se articula la PEF con temas como el aborto o los sistemas del cuidado?
A. T.: En cuanto a los sistemas de cuidado, Colombia ha sido un país a la vanguardia en la conversación. En espacios multilaterales, el tema del cuidado es de os más visibles en este momento. Todo lo que implica cuestionar el patriarcado y los derechos adquiridos es polémico, pero este ha ido avanzando en espacios como la ONU.
En temas de derechos y salud sexual y reproductiva, la decisión de la Corte nos puso a incursionar en un contexto en el que estos asuntos son cuestionados por países que han girado a la derecha y que deben ser defendidos.
El propósito de tener una PEF es prestar el músculo de Colombia para defender los derechos adquiridos, buscar oportunidades para avanzar y ayudar a defender los logros que son amenazados.
¿Cómo se incluye a las mujeres y a las comunidades históricamente vulneradas en temas como la seguridad y la paz?
A. T.: La PEF ha sido co-construida con organizaciones feministas y personas de la comunidad LGBTIQ+ y tiene un lente interseccional que acompaña muchas de las políticas que el gobierno está introduciendo, toda vez que la política reconoce que existen formas entrecruzadas de exclusión, discriminación, violencia y desigualdad, en función de género, raza, clase social, etnia y discapacidad.
La apuesta de esta política ha sido incluir a todas las voces en búsqueda de la construcción de una política que tenga en cuenta las vivencias y visiones de todos y que mediante la participación permita la apropiación de los actores locales.
¿Cómo impacta la PEF al interior del país?
A. T.: Muchas veces a las poblaciones nacionales les es difícil dimensionar para qué sirve la política exterior. Esta debe orientarse hacia los intereses nacionales en sentido plural, que en este gobierno en particular se han ido identificando en función de ejercicios participativos, con miras a que el interés internacional no sea solo de algunos actores, sino que obedezca a las expectativas, necesidades y sueños de múltiples sectores, sobre todo de aquellos en condición de vulnerabilidad.
En ese ejercicio, la política exterior sirve para satisfacer necesidades nacionales.
¿Cómo se articula a los territorios y a las poblaciones excluidas?
A. T.: Cuando hablamos de política exterior, es difícil dimensionar las múltiples formas en las que los procesos de globalización han afectado la vida cotidiana incluso en las zonas marginadas. Solemos pensar la política exterior y la globalización en clave capital, cuando realmente son procesos que afectan profundamente a todo un país y esto lo vemos en temas relacionados con violencias y los intentos de construcción de paz.
¿Cuál es su lectura sobre el panorama de Violencias Basados en Género en el país?
A. T.: Es alarmante ver que las VBG han aumentado, igual que las tasas de feminicidio, y esto pone presente lo mucho que hay por hacer para garantizar que estos hechos no ocurran en todo nivel. El Estado en todas sus ramas tiene una enorme responsabilidad, pero hablamos también de una cultura patriarcal que ha naturalizado los actos de violencia y Colombia está en mora de impulsar un proceso de socialización, para poner presente que las violencias no son normales y es hora de condenarlas.
Algo esperanzador es que en temas como paz y seguridad, hay intentos crecientes por involucrar a distintas organizaciones y lideresas en el territorio con miras a que sean ellas las que introducen recomendaciones en torno a cómo combatir estos fenómenos en función de sus experiencias.
Estos son procesos lentos, pero han sido ejercicios interesantes y exitosos, en los cuales se ha puesto de presente que la tendencia de ver a las mujeres solo como víctimas es problemático; las mujeres son lideresas, son protagonistas y sin su participación en estos procesos, difícilmente va a haber logros.
Sin las mujeres no podemos garantizar una paz duradera, ni una seguridad duradera, ni el fin de las VBG