"Me enlisté en la guerra de Ucrania y esto es lo que vi durante un año"
La invasión rusa, desde los ojos de un soldado que, por voluntad, decidió luchar contra ella. “Solo cuando mueran miles de millones, será el final”.
Katheryne Ávila
08:29 a. m.
Vivía la guerra entre Rusia y Ucrania de frente, en la primera línea y bajo los ojos de un soldado que entregó su vida por defender ese país como un ucraniano más, a pesar de ser español. A simple vista, Juan, como dijo que se llamaba sin revelar mayores detalles, es un uniformado de 43 años sin mayor expresión en su rostro. En su mirada no hay temor, pero tampoco dulzura, tristeza o felicidad. No se ve nada.
A través de una pantalla de celular, una sola cosa es perceptible: la ausencia de un alma. Es como conversar con un ser humano que no se siente vivo, al que nada lo asusta ni lo conmueve. Y es que claro, no es la única que guerra que ha presenciado en su vida. La de Irak, Afganistán, Macedonia, Kosovo, también las vivió, y al final Ucrania. Conoce a la perfección los conflictos, ha visto durante décadas a los hombres que se asesinan por ideales políticos, territorios y control, todo bajo una lógica en la que “la sangre es el precio de la victoria”.
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Durante un año, Juan recorrió cada ciudad de Ucrania, vivió la intensidad del conflicto del que hablan medios de comunicación en todo el mundo, pero que solo quienes están allí conocen realmente.
Fue una decisión propia
Apenas comenzó la guerra el 24 de febrero de 2022, hace exactamente un año, decidió viajar a Ucrania para ayudar a los civiles; su primer destino: Leópolis, una pequeña ciudad ubicada al oeste de Ucrania, a pocos kilómetros de la frontera con Polonia. Este lugar ha soportado ataques en subestaciones eléctricas e infraestructura, sus calles están destruidas, pero en las paredes que quedan en pie se han pintado murales que hacen alusión a la esperanza de quienes están allí exiliados y sueñan con algún día volver a su hogar. “Al principio las personas no tenían una vida cotidiana, pero ahora sí. Cuando suena la alarma se esconden, pero intentan hacer una vida normal, hay que entender que llevan un año en guerra, la vida tiene que seguir”.
En la gran mayoría de ciudades los hogares no tienen luz. “Las pocas luces que ves son de gente que consigue un generador Diesel.”
Era su primera vez en Ucrania, y aunque llegó para ayudar, se hizo tan reconocido que en el Ejército le ofrecieron enlistarse. En España era soldado profesional, no era la primera vez que veía una guerra desde adentro, pero asegura que esta fue diferente. “No es una guerra justa”.
Dicen por ahí que en la guerra todo se vale, pero no hay afirmación más amañada que esta. En todo conflicto, se supone, también existe la ley, una que organizaciones internacionales intentan establecer para que, aun en medio del belicismo, pondere la humanidad. Pero la historia para los ucranianos es otra.
El Ejército es atacado con fósforo: unas bombas que alcanzan temperaturas de 815 °C, mientras que los proyectiles llegan a 2.000 °C. En contacto con el cuerpo humano esta sustancia provoca quemaduras de segundo y tercer grado, además crea una luz con nubes de humo blanco, similar a la de los fuegos pirotécnicos. A simple vista es un espectáculo agradable de ver, pero se hace para impedir ver el movimiento de las tropas. El humo además asfixia a los soldados con monóxido de carbono, envenena el cuerpo y daña la tráquea, los pulmones y las vías respiratorias. Para Human Rights Watch, usar esto en los conflictos es un crimen de guerra, pero en Ucrania lleva un año sucediendo a diario. La verdadera pregunta es si hay alguna guerra en el mundo que sea justa.
¿Qué hacen con los soldados rusos?
Cuenta que cuando capturaban a miembros del Ejército ruso, los llevaban a una cárcel especial en donde se les da ropa y comida, “lo único que hacen es cortar leña para dársela a los civiles ucranianos que pasan frío”.
Yo nunca fui capturado por el Ejército ruso, a algunos compañeros los mataban, a otros los torturaban
Juan es un hombre de pocas palabras, que recuerda los días que vivió con horror. “El día a día era sin comer, con mucho frío, durmiendo en el suelo, en un sitio que no conoces, en medio del campo y disparándote todos los días”.
Pasaba las noches en un tapete improvisado en el que intentaba dormir, pero durante un año asegura que nunca lo hizo. Para comer, “cogíamos yerbas del campo, las servíamos en una olla y nos hacíamos una sopa, o cogíamos una cabra, la sacrificábamos y nos comíamos la carne”. El Ejército ucraniano recibía donaciones de Italia, España, Alemania, y algunos países de Latinoamérica como Argentina. No solo les envían armamento, hasta el otro lado del mundo también llegaban las cajas con alimentos, medicamentos, ropa, y hasta medias y calzoncillos, por supuesto también cigarrillos en grandes cantidades. En la guerra, es permitido fumar.
Pero las ayudas no solo llegaban de otros países, de hecho, el soldado de 43 años asegura que la población se encargaba de enviarles postres y cartas. Niños y niñas le escribían a diario. “No sabía cómo agradecer la muestra de cariño del pueblo ucraniano, recibí cientos de cartas de niños y mujeres, rezando por mí, agradeciendo lo que hacía por Ucrania”.
Lo que la guerra le enseñó
“La guerra me enseñó que el que menos tiene es el que más da. He pedido ayuda y la gente que menos tiene es la que más dona, los que tienen dinero son los que menos. Quizás porque los primeros saben lo que es no tener”
Durante un año vivió momentos que, asegura, fueron aterradores. Por seguridad no se refiere a ninguno de ellos específicamente. “Muchos momentos complejos, durante mucho tiempo. Es un año, son todos los días, son 365 días malviviendo, donde te disparan a todas horas”. A su celular llegaba una alarma que lo alertaba por los bombardeos 1 minuto antes de que cayeran en el lugar en el que estaba. Tan solo 60 segundos para salir de ahí, para salvar su vida.
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“De los misiles no se escapa nadie por mucho que tengas casco y chaleco antibalas”. Como a él, a toda la población ucraniana con un celular comprado en el país les llegan a diario dichas advertencias. “La gente se resguarda en los sótanos, en el metro, en donde haya pasos subterráneos, en las cañerías, debajo de puentes de carreteras, donde se pueda”. Mientras los soldados intentan evacuar a la población civil, “nosotros intentamos ayudarlos para que no mueran. Las personas viven escondidas en un sótano, se tiran tres o cuatro meses sin alimentarse, comiendo hierbas del campo o manzanas y cosas que cuando se escapan de su escondite, consiguen en el campo, son frutas que siguen creciendo así haya guerra. Así sobreviven y la mayoría de ellos son niños, mujeres y ancianos".
Víctima de un bombardeo
Pero sin duda, durante los 365 días que pasó en Ucrania hubo uno que marcó su vida para siempre. En julio de 2022 quedó en medio de un bombardeó en la artillería. “Cinco días en UCI por impacto de artillería. Perdí los dedos de la mano derecha, parte del muslo de la pierna derecha, tres costillas rotas, hígado y riñón dañados, el cuerpo lleno de agujeros de metralla donde me cabe una canica y mucho más. Casi pierdo la pierna entera, pero reaccionaron rápido mis compañeros”, cuenta con frialdad.
No puede correr y duró casi siete semanas en recuperación, luego volvió al terreno, junto con sus compañeros para ir al frente. Pero las huellas que dejó la guerra en este soldado no solo fueron físicas, también mentales.
Lo que vio durante estos días jamás lo olvidará, y aunque no habla mucho al respecto, por seguridad y comodidad, un solo pensamiento le quedó de todo esto: "el ser humano no merece vivir en este planeta, es egoísta y solo mira por su interés. Tú miras por tu interés y el otro también, nadie mira por el de los demás. Lo digo porque yo he estado muy cerca de morir y es lo que he visto, lo que he vivido”.
Pero también le dejó momentos imborrables. Fue condecorado por el mismo presidente Volodímir Zelenski con la medalla "Héroe de Ucrania". El mandatario le ordenó abandonar el país, volver a España y contar todo lo que sucede allí, para seguir ayudando desde la distancia.
“La pierna no me la he cuidado y si no lo hago me la van a amputar. También porque el presidente Zelenski después de un año quiere que cuente lo que he vivido en Ucrania para ver si así puedo seguir ayudando desde aquí. Me devolví porque quería, creo que ya era mi tiempo”.
Pasó por República Checa, Alemania, Francia y finalmente ingresó a España, con dirección a Barcelona. En su país continuará la lucha, pero sin empuñar un arma. Ahora, a través de la palabra, contándole al mundo lo que viven las personas en Ucrania.
El final de la guerra
Durante un año vivió la guerra desde lo más profundo. Vio morir compañeros, amigos, personas inocentes y casi pierde su propia vida. Él más que nadie conoce el verdadero panorama de la guerra en Ucrania. Asegura que el conflicto es peor en el frente, en dos puntos: el Dombás y Jersón, “en el resto del país solo caen misiles de vez en cuando”. También afirma que, tras doce meses de conflicto, al menos 42.000 muertos, cerca de 56.000 heridos, más de 15.000 desaparecidos y 14 millones de personas desplazadas, el final de la guerra no está cerca.
La guerra no está por terminar, creo que se va a volver peor.
¿Conoces de historia?, me preguntó.
“La salida va a ser así: va que pasar lo mismo que con Hiroshima, cuando haya una bomba nuclear y se mueran millones de personas, entonces uno de los dos bandos dirá “firmemos la paz” pero por desgracia, solo cuando mueran miles de millones, ese será el final de la guerra entre Rusia y Ucrania”, concluyó.