Desigualdad para asintomáticos
Si la desigualdad le causa algún síntoma, no lea esta nota.
06:00 a. m.
Twitter: @carlosdazajr
“Igor y Boris son unos campesinos extremadamente pobres, que apenas logran cultivar en sus pequeños terrenos lo suficiente para alimentar a sus familias. La única diferencia entre ellos consiste en que Boris posee una cabra escuálida. Un día a Igor se le aparece un hada y le concede un deseo, Igor dice: -Mi deseo es que se muera la cabra de Boris-”
¿Cuánto nos afecta vivir en una sociedad desigual?, generalmente, esta pregunta nos llevaría a una respuesta moral, y es que la discusión de la desigualdad es en mayor medida una discusión que tiene que ver con una noción de justicia.
Los interlocutores del igualitarismo, es decir, a las personas cuya existencia de la desigualdad les causa un tipo de síntoma de insatisfacción -a mi juicio- parten de dos errores, el primero es la falacia de la cantidad fija, idea que viene representada en la carrera de la vida, donde uno parten metros arriba de otros, una analogía a que la riqueza es una torta fija que se reparte y los cambios son casos tan excepcionales que se deben tornar irrelevantes en la discusión, nada más falso, la riqueza no es una cantidad fija, donde el beneficio de uno despoja a otros de esos beneficios, la riqueza es el producto de la creatividad con la cual el empresario en asociación con trabajadores suple las necesidades del resto de personas.
El otro error de partida es el llamado ‘dogma de Montaigne’, una idea que se resume en que no hay ganancia de uno sin perjuicio de otro, entre muchas conclusiones, nos sirve para explicar la absurda idea de que la desigualdad es el generador de pobreza, la pobreza, fuera de todo mito, es un estado natural del hombre, no necesita explicación, contrario a la riqueza, que tiene si tiene causas.
Si muchos de nosotros somos asintomáticos de la desigualdad, preocupémonos pues de la pobreza.
Por Carlos Manjarrés