El efecto de la pandemia en la salud mental de un joven que no deja de luchar
Felipe Acosta pensó en suicidarse. Sin embargo, ahora está encontrando la salida gracias a su familia y a la ayuda profesional.
Marcela Boyacá
08:17 p. m.
Las cifras que hablan de enfermedades mentales se multiplicaron desde la Pandemia. El psiquiatra Rodrigo Córdoba habló sobre el efecto que apenas empezamos a conocer y que es causado por los momentos de soledad y aislamiento que llegaron con el covid-19.
Unos de los más afectados son los jóvenes y adolescentes que sacrificaron parte importante de su proceso formativo. El doctor José Manuel Santacruz aclara que muchos dieron el paso de la adolescencia a la adultez en medio del encierro y que eso los hizo cambiar drásticamente.
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Uno de esos ejemplos podría ser el de Felipe Acosta, un estudiante caleño que justo antes del aislamiento llegó a Bogotá para iniciar su carrera universitaria. Por esos días su principal sueño era el de terminar su carrera. Convencido de su disciplina, creía que pocas cosas podrían ponerlo contra la pared. Sin embargo, el peso de su nueva vida universitaria, que para otros parecería normal, en él se tornó insoportable. Ahora habla de lo sucedido: “En la Universidad en la que yo estudié había bastantes gastos. Cuando empecé en esta nueva ciudad que es Bogotá, que es una ciudad tan diferente, con tantas cargas y sin mi familia, me afectó bastante”.
Sin darse cuenta su vida cambió. Llegaron los momentos de ansiedad y las inseguridades les dieron paso a profundos sentimientos de decepción, en los que estaba convencido de que su situación no le importaba a nadie. “Empezó a pasar fue que cada vez iba quitando sueño. Después empecé a sentir como ansiedad, pero la ansiedad se expresa de diferentes formas. En ese momento yo no sabía que eso era ansiedad, entonces, por ejemplo, me pasaba que a veces me sudaban las manos, me temblaban. Me sentía cansado, no me podía concentrar, vivía preocupado. Y sentía constantemente preocupaciones. Estaba pensando constantemente en que algo iba a salir mal, me empezaba a aislar de las personas”.
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Los síntomas se repitieron de la misma manera que en otros jóvenes diagnosticados con depresión y ansiedad: perdió las ganas de levantarse, de estudiar o de hacer lo que antes amaba. Sin saberlo, sufría de un episodio depresivo.
En un intento por huirle a las sombras, regresó a casa con la familia, pero la soledad no necesariamente se alivia cuando estamos rodeados. Felipe acepta que ni siquiera la compañía lo ayudó. “Ya con mi familia muchas veces me encerraba en mi cuarto y no salía, nunca me aislaba mucho. Hasta que empecé a tener pensamientos de hacerme daño a mí. Eso llevó a que en algunos momentos ya estuviera teniendo pensamientos suicidas y que empezará a planear cómo ejecutarlos”.
Un día se encontró de frente con eso que tanto había planeado y solo la conciencia plena del amor familiar pudo salvarlo. “Lo que me detuvo de hacerme algo fue pensar en mis amigos, en mi mamá, en mis hermanos, pensar en mi mamá llorando por mi muerte, que mi hermano el día de mañana se suicide porque yo me suicidé”.
Felipe, que controló el impulso de acabar con todo, tuvo otro acierto: logró hablar con su mamá de lo que ocurría y eso lo salvó. Según la psiquiatra Andrea Otero, esta generación tiene algo a su favor cuando se trata de enfermedades mentales: “Esta generación está abierta a recibir ayuda profesional, tiene mucho menos tabú.”.
Felipe estuvo en una clínica psiquiátrica durante 15 días, el medicamento y el acompañamiento psicológico y psiquiátrico ayudan a su recuperación. La depresión y la ansiedad no se han ido, pero están contenidas. Como Felipe, cada vez son más los jóvenes que deciden combatirlas.