Derecho a ser lo que somos: Una pareja trans que construyó una familia diversa
La tercera entrega no enseña cómo dos personas trans deciden formar una pareja y construir una familia diversa.
Noticias RCN
01:55 p. m.
Hablar de identidad de género no es sencillo, y mucho menos cuando se trata de pedirle a alguien que exponga su intimidad. Pero con empatía y respeto, Noticias RCN comenzó un especial para contar historias de personas que lo han enfrentado todo por ejercer lo que llamamos 'El derecho a ser lo que somos'.
Capítulo 3: "Nuestro mayor acto de rebeldía es existir": así es ser una pareja trans del mismo sexo en Colombia
En Colombia no es fácil ser una persona transgénero. Mucho menos cuando dos personas trans deciden formar una pareja y construir una familia diversa, desafiando no solo las miradas inquisitivas, sino también los prejuicios más arraigados en una sociedad que aún conserva un fuerte tinte tradicionalista.
“Todavía se piensa que familia es papá, mamá, perro, gato, hijos… pero ser familia es simplemente estar unidas por el amor”, afirman dos mujeres trans que han decidido vivir su relación con orgullo, aunque eso implique ser observadas, juzgadas y, muchas veces, incomprendidas.
La transición de género en Colombia sigue siendo un camino lleno de obstáculos, y para muchas personas implica renunciar a vínculos familiares, redes de apoyo e incluso a su país. “Pensé en irme de Colombia para empezar de cero, porque sabía que serían muchos los retos”, relata una de ellas. Pero decidieron quedarse, enfrentarse al estigma y, juntas, desafiar la soledad a la que muchas personas LGBTIQ+ son condenadas al llegar a la vejez, como si el amor no fuera una posibilidad real para quienes no encajan en la norma.
Vivir su cotidianidad como cualquier otra pareja, salir a caminar, tomarse un café, tomarse de la mano, se convierte en un acto político. “Llamamos la atención por nuestra estatura, pero cuando mostramos cariño, la reacción cambia: se vuelve morbo, chisme, susurros”. Lo han vivido en centros comerciales, en la calle, en reuniones familiares. Aún hoy, muchos no logran verlas como una pareja porque “no entra en la normalidad del imaginario colectivo”.
A pesar de los rechazos, también han encontrado aceptación. Sus familias, luego de un proceso de comprensión y diálogo, hoy las respaldan. “Mi mamá pensó que ya todo lo difícil había pasado y no entendía cómo ahora mi pareja también era trans. Pero ahora tenemos una relación maravillosa con ambas familias”. Ese es el otro lado de la moneda: cuando el amor y el respeto se imponen sobre la ignorancia.
¿Cómo se ven en el futuro? Lo tienen claro: envejecer juntas, ser felices, navegar por el mundo o acompañarse en la carrera policial. Su lucha no es con pancartas, sino con presencia. “Nuestra forma de hacer activismo es vivir. Vivir como mujeres, como madres, como trabajadoras, como estudiantes. Y demostrar que amar debería ser la única condición válida”. Porque, como bien dicen, no hay que entender para respetar.
Capítulo 2: “Yo sentía que hacía daño por ser yo”: la historia de Nicole, una mujer trans que nació siendo Nicolás
A los 37 años, Nicolás tenía lo que muchos considerarían una vida perfecta: una familia amorosa, amigos cercanos, una empresa exitosa y estabilidad económica. Pero por dentro, sentía un vacío profundo, una desconexión que arrastraba desde la adolescencia. Durante casi 20 años se preguntó qué era lo que le pasaba. No encajaba con las etiquetas que conocía y aunque lo intentó, vivir como hombre nunca le dio la felicidad completa. Hasta que un día, encontró una respuesta: era una mujer trans.
Esa comprensión no llegó sola. Con ella vino una avalancha de culpa, miedo y confusión. “Sentía que estaba haciendo daño solo por ser yo”, recuerda Nicole, quien por años vivió bajo el estereotipo del hombre proveedor, masculino y exitoso. Su búsqueda de respuestas la llevó a explorar términos como “género fluido” hasta que entendió que su identidad era femenina. “Desde el momento en que descubrí mi lado femenino, no volví al masculino. Nicolás murió y nació Nicole”.
El proceso de transición no fue fácil. Le tomó meses tener el valor de contárselo a su familia y más aún a sus clientes, siendo una mujer trans en una ciudad como Cartagena. Sin embargo, la sorpresa fue positiva: sus hermanos la apoyaron sin entender del todo, sus padres reaccionaron con confusión, pero su abuela, con 85 años, le dijo algo que aún la emociona: “Yo solo quiero verte feliz”. Y en el trabajo, sus clientes, en lugar de rechazarla, le expresaron respeto y respaldo.
Pero no todo ha sido sencillo. Enfrentarse al sistema de salud ha sido uno de los mayores retos: la dificultad para agendar citas con especialistas que correspondan a su cuerpo, la burocracia para cambiar su nombre en documentos oficiales, y el miedo constante a no ser comprendida. “El miedo demoró cinco meses, más que el trámite de la cédula”, cuenta. Aun así, Nicole sigue adelante, entendiendo que las causas de su identidad aún están siendo investigadas, pero su vivencia es real y válida.
Nicole sabe que no todos entenderán su historia, pero tiene claro el mensaje que quiere dejar: la empatía no cuesta nada. “No tienes que entenderme, pero si esto me hace feliz, al menos no me juzgues. Solo di: sé feliz”. Su historia no solo visibiliza la experiencia de una mujer trans adulta en Colombia, también invita a reflexionar sobre la importancia de acompañar, respetar y no temerle a lo que no se conoce.
Capítulo 1: "Mi único deseo era acostarme siendo niño y despertar siendo niña": la historia de María José, primera mujer trans oficial de la Policía
La primera entrega está dedicada a María José, una mujer trans que, desde muy joven, sintió que vivía en un cuerpo ajeno.
Desde su infancia, María José tenía un deseo que la acompañaba todas las noches: dormir siendo niño y despertar como una niña. En una época en la que no había acceso fácil a internet ni a información sobre las identidades trans, creció creyendo que lo que sentía era una enfermedad. "Cuando entendí que había otras personas como yo, me sentí menos sola", cuenta. Pero el camino hacia la autoaceptación fue largo y lleno de culpas, dudas y miedo a ser rechazada.
Su familia, profundamente católica, y con una tradición policial que incluía a su abuelo y su padre, fue uno de los entornos más difíciles. Entró a la Policía con la esperanza de “curarse” de lo que sentía, pero pronto entendió que esa vida no le daría felicidad. Luego de ser descubierta por su entonces pareja, su historia llegó a sus padres, quienes inicialmente no aceptaron su identidad. “Me dijeron que se avergonzaban de mí”, recuerda con dolor.
Después de dejar la institución, María José inició su proceso de transición, legalizó su cambio de nombre y sexo, y más adelante, fue restituida en la Policía, que para entonces ya había dado algunos pasos hacia una mayor inclusión. "La Policía en la que volví no es la misma de la que me fui", afirma. Hoy, su vida es distinta: se siente libre, vive en plenitud y ha recuperado el amor y apoyo de sus padres, quienes, con el tiempo, aprendieron a aceptar y a entender.
María José tiene claro su mensaje: el respeto a la diversidad no debería ser una lucha, sino una realidad. “Así como tú tienes derecho a vivir bajo tus propias reglas, deja que los demás también lo hagan”, dice. Su historia es una invitación a la empatía, a dejar de pensar que la felicidad es un concepto único, y a entender que todas las personas, sin excepción, merecen el derecho a ser quienes son.