La condena de un inocente: Fabián Ramos pagó 10 años de prisión al ser confundido con un guerrillero

Es la pena de un inocente la que marca la historia de Fabián Ramos, quien nació hace 43 años en la vereda Caño Rayado, en Puerto Lleras, Meta; un lugar apartado donde vio correr la vida entre el sol, la tierra y el conflicto armado.

“Combatían ellos y yo con mi mamá escondido en la casa, de pronto una bala perdida. Siempre con la zozobra de pronto una bomba, tiros, siempre con temor”, relata Fabián.

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Su mayor anhelo era ver a su madre, Blanca Luz Montoya, feliz y sin preocupaciones. “Sacarla también adelante, ver por ella, yo era el que la ayudaba. Otros hermanos la ayudaban también, pero yo era el que estaba pendiente.

Y es que siendo un niño llegó la primera tragedia de su vida, el frente 43 de las Farc secuestró y asesinó a su papá. Un dolor que nunca pudo sanar ya que jamás pudo darle el adiós que se merecía.

“La guerrilla del frente 43 lo echó en un carro, se lo llevaron y lo desaparecieron y no supimos nada más de él”, dice.

En 2003, caminando junto a su tío Rogelio por el pueblo, que no quiso abandonar, el drama tocó nuevamente la puerta de su vida. Un retén del Ejército los detuvo y, en una ironía, los acusó de pertenecer al mismo grupo armado que años atrás le había quitado la vida a su papá.

“De una vez el Ejército nos empapeló, nos colocaron los fusiles para que firmáramos unos papeles. Esa fue la primera vez, nos empapelaron y de ahí a Villavicencio”, cuenta.

Fabián pensó que todo era un error y que pronto lo liberaría, pero no fue así. Los vecinos reunieron firmas y fondos para pagar a un abogado que los defendiera. Finalmente, tras casi un año de cárcel, fueron liberados.

“Pagamos un año de cárcel, nos cogieron porque se les dio la bendita gana”, relato Rogelio Ramos, tío de Fabián.

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Fabián dice que lo acusaron de ser alias Cachirre, un comandante de la guerrilla, pero a los ojos de sus vecinos, siempre ha sido sinónimo de honestidad y trabajo arduo. Para ellos nunca hubo dudas de su buen corazón.

Fabián fue detenido por segunda vez como si fuera 'Mauricio Pitufo'

Cinco años después, Fabián, quien ya había quedado marcado por la injusticia, fue detenido nuevamente, esta vez acusado de ser alias Mauricio Pitufo, un supuesto comandante de las Farc, responsable de un atentado terrorista en el Hotel Acapulco de Puerto Toledo, Meta, en el que murieron seis personas, entre ellos 2 niños y 4 militares.

“Cuando iba a sacar el pasado judicial para trabajar en una petrolera, de una vez (me dijeron): tienen orden de captura”, señala.

Nunca entendió por qué lo detenían, jamás había hecho daño a nadie. A pesar de su total inocencia, era confundido con un hombre que nunca conoció.

“Me hacen una audiencia y ahí resulta alias Mauricio Pitufo, frente 43, yo quedé sorprendido. Yo no soy Mauricio Pitufo y un jefe menos. Claro, uno se sorprende”, contó Fabián.

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En medio de irregularidades judiciales, fue condenado a 57 años de prisión por un crimen que no cometió. Su vida, marcada por la injusticia, entró en una nueva etapa de lucha.

“Me condenaron a 57 años, yo quedé frío. Decía dentro de mí: ¿por qué tengo que pagar toda esa condena? yo no debo nada, no pertenezco, soy un hombre trabajador. (Era) el mismo (frente) que se había llevado a mi papá (…) cómo cree que haciendo eso voy a meterme a la guerrilla, no. Ni que estuviera loco, soy un hombre trabajador”, dice.

Es ahí donde comenzó la verdadera batalla de Fabián Ramos. Durante diez años intentó que la justicia diera frutos, aunque estuviera atrapado tras las rejas.

El prisionero que se convirtió en la esperanza de Fabián Ramos

La vida de Fabián en esos años tras las rejas fue una batalla constante contra la desesperación. Enfrentó la amarga soledad de los muros de una prisión donde la injusticia se convirtió en su única compañera, sin embargo, la presencia de un hombre dentro de la cárcel cambiaría su destino: Carlos Parra, un prisionero que se conocía al verdadero ‘Mauricio Pitufo’, el hombre por el que lo habían confundido. Parra se convirtió en su esperanza.

“Me dice: yo soy de la vereda Caño Rayado y que él distinguía a ‘Mauricio Pitufo’, el verdadero. Me da alegría porque él sabe cuál es ‘Mauricio Pitufo’. Le dije, injustamente estoy pagando una condena de lo que yo no soy”.

En la cárcel de Acacías Fabián pasó 10 años, 8 meses y 13 días antes de que ese error comenzara a aclararse.

Aquella promesa de su compañero de prisión de hablar ante las autoridades fue el primer destello de esperanza para Fabián, pero no bastaba con una palabra de aliento, hacía falta una acción contundente y fue en esos días de incertidumbre que conoció a Jairo Quitián, un hombre común, pero cuya vida estaba dedicada a una causa noble: ayudar a aquellos prisioneros con condenas injustas.

“En uno de los fundamentos que tuvo la Fiscalía y el juzgado era que él estaba asustado porque habla tartajoso, supuestamente era de los nervios, eso confirmaba que él era un guerrillero porque se asustaba”, relató Quitián.

Tras escuchar la historia de Fabián, Jairo se comprometió a luchar por él y no tardó en conseguir la ayuda de un abogado que con convicción asumiría la defensa de este campesino.

“Los testigos en ningún momento mintieron, ellos dijeron la verdad porque efectivamente sí había. Lo que pasa es que a Fabián Ramos solamente le montaron el alias y la Fiscalía no le hizo ningún reconocimiento porque ya estaba supuestamente según ellos plenamente identificado con los órdenes de batalla, o sea, así de sencillo, así es que opera nuestra justicia”, añadió el defensor de derechos humanos.

La ayuda llegó cuando más se necesitaba, Marco Tulio Daza, un abogado comprometido con la justicia social, asumió el caso de Fabián sin pedirle nada a cambio.

“Cuando yo tuve contacto directo con él, él vino a Bogotá, habló conmigo, me mostró su visión de la situación, noté realmente una gran transparencia del señor”, dijo Daza.

Con su intervención comenzó un proceso que se extendería por meses, pero que al final le daría la oportunidad de mostrar que la verdad, aunque tardía, siempre prevalecería.

“Él dijo que estaba dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias porque él nunca fue miembro de ese grupo, no tuvo cercanía ni él ni su familia, y que él simplemente le colocaron ese alias para poderlo condenar, pero que él no era Mauricio Pitufo ni Pitufo del Frente 43 de las Farc”.

“Pude ser falso positivo, le colocan a uno el uniforme y lo hacen pasar por guerrillero (…) me siento muy afortunado porque ya estoy vivo, no me pasó nada”, señala Fabián.

La JEP declaró inocente a Fabián Ramos

Con el apoyo de su abogado Fabián logró llegar ante la Justicia Especial para la Paz (JEP), una instancia creada para revisar los casos relacionados con el conflicto armado.

Su voz, por fin fue escuchada y lo que parecía una condena irreversible, comenzó a desmoronarse ante la evidencia de su inocencia.

“Es terrible que en estos casos un campesino que no tenía absolutamente nada que ver con los hechos haya sido condenado a 31 años por unos delitos que jamás cometió, porque no era el comandante del Frente 43 quien murió el 1 de diciembre del año 2010 en un operativo del Ejército”, indicó Alejandro Ramelli, presidente de la JEP.

La justicia al fin había dado la razón, pero eso no significaba que su dolor se evaporara de inmediato. El tiempo perdido, los años que jamás podrá recuperar, las heridas emocionales de no haber podido estar junto a su madre en su último adiós, no sanarán fácilmente.

Tras la decisión de la JEP, Fabián espera no solo justicia en el plano judicial, sino también en el aspecto económico. Su abogado ha interpuesto recursos para que el Estado le otorgue una indemnización por los años perdidos en prisión, un proceso que sigue en curso.

Fabián Ramos comienza a reconstruir su vida dejando atrás las sombras de la cárcel y mirando al futuro con la esperanza de vivir en paz.

¿A usted le gustaría que le pidiera perdón públicamente por todos esos años?

“Claro, eso sí me gustaría, claro. Ya ellos estarían pidiendo perdón a uno y agradecido sigue uno la vida adelante. La vida sigue, no sé qué atrás, sigue”.