Premio Nobel: El día que Mario Vargas Llosa fue coronado por la literatura
El 7 de octubre de 2010, un llamado desde Suecia convirtió a Mario Vargas Llosa en Nobel de Literatura.

Noticias RCN
08:05 p. m.
Una mañana en Nueva York cambió para siempre la historia de las letras en español. El 7 de octubre de 2010, un llamado desde Suecia convirtió a Mario Vargas Llosa en Nobel de Literatura.
Ese jueves cualquiera, Vargas Llosa hacía lo que solía: trabajaba. Estaba en su apartamento de Manhattan, repasando una clase que dictaría en Princeton, cuando el teléfono sonó y la historia dio un vuelco. Al otro lado de la línea, una voz con acento nórdico le soltó lo impensable: “Ha ganado el Premio Nobel de Literatura”.
Por un instante, el silencio. Luego, la incredulidad. El escritor peruano pensó que era una broma, una equivocación, tal vez un periodista con ganas de jugarle una mala pasada. Pero no lo era. Era Peter Englund, secretario de la Academia Sueca. Era real. Era el Nobel.
Una ovación que viajó desde Estocolmo
Dos meses después, el 10 de diciembre de 2010, Vargas Llosa caminó hacia el podio en Estocolmo, con los ojos brillantes y el corazón latiendo como pocas veces. Le esperaba una sala colmada de personalidades, entre ellos su esposa Patricia, su familia, y el mundo de la literatura expectante.
Subió al estrado y leyó su discurso “Elogio de la lectura y la ficción”. Fue un acto de gratitud y de defensa: agradeció a sus maestros, a su infancia, a las bibliotecas que lo formaron, a los amigos que no lo dejaron renunciar a la literatura. Pero, sobre todo, defendió el poder de la ficción como un refugio de libertad en un mundo muchas veces hostil.
Conmovió cuando se quebró al hablar de Patricia, su compañera de vida. “Sin ella, mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico”, dijo. Esa frase, tan íntima y sincera, fue aplaudida tanto como sus novelas.
De Arequipa al mundo
Mario Vargas Llosa, nacido en Arequipa en 1936, cerró ese día un ciclo que empezó con una máquina de escribir y el sueño de ser narrador. Desde “La ciudad y los perros” hasta “La fiesta del Chivo”, cada libro fue un peldaño hacia esa cima que tocó a los 74 años.
El Nobel no solo lo consagró a él, también reivindicó a la literatura latinoamericana y su capacidad de transformar la mirada del mundo. Ese día, Vargas Llosa no ganó un premio: la literatura ganó una nueva eternidad.