Ni derecha ni izquierda: un giro hacia los ‘outsiders’
Veremos qué nos depara Argentina: ¿Será una nueva suma al movimiento outsider o un nuevo voto de confianza a la política tradicional?
11:54 a. m.
En tiempos tumultuosos, la política global se halla en un incesante estado de cambio, inestabilidad y renovación. Mientras Israel y Hamás sostienen un conflicto que ha desplazado a más de un millón de personas, generando una aguda crisis humanitaria y dejando al mundo en un estado de confusión y desinformación, América Latina está por dar un giro notable con la elección de nuevos líderes.
Para noviembre, tres naciones latinoamericanas habrán escogido presidente. Aunque solo dos ya están definidos todos ellos reflejan una inclinación por candidatos outsiders, señalando no solo la problemática común de la región sino también una preferencia electoral que desafía los moldes tradicionales.
El término outsider solía referirse a candidatos a cargos de elección popular que no provenían de contextos políticos. Sin embargo, esta definición ha evolucionado. Hoy, no solo se refiere a quienes carecen de un trasfondo político, sino también a aquellos no alineados con partidos tradicionales o que desafían el sistema, presentándose como agentes de cambio capaces de romper con la estructura partidista dominante.
Quiero también recalcar que el término outsider no equivale a ser extremista, populista o radical. Aunque pueda parecer un concepto moderno, radica en la antigua táctica de presentar al candidato como una figura apolítica o técnica, sugiriendo que la participación en política de manera permanente, continuada o aspiracional disminuye la aptitud para gobernar. Recientemente, países como Ecuador y Guatemala eligieron líderes que rompieron con el tradicionalismo político y Argentina podría seguir ese rumbo.
Sin embargo, nos encontramos frente a una falacia: suponer que los outsiders, por el simple hecho de serlo, poseen una mayor capacidad de comprensión o acción que sus contrapartes tradicionales. Se crea una falsa dicotomía: ser técnico o ser político, como si ambas características fueran excluyentes. Lo cierto es que no existe un único molde para el outsider o el político convencional. Últimamente conocemos a los outsiders por etiquetas narrativas y la exportación de ideas políticas que gozan de gran popularidad como el estereotipo de “el nuevo Bukele” – el cual referencia a cualquier joven candidato con una propuesta centrada en la seguridad –, esta simplificación cada vez más ignora las complejidades y matices de cada proyecto político y a su vez las complejidad es de cada escenario electoral.
Ecuador es un claro ejemplo. Las elecciones vieron a Jan Topic en primera vuelta y al posterior ganador, Daniel Noboa, bajo el estandarte outsider. Pese a que algunos interpretan este resultado como un "rechazo a Correa" o un "giro a la derecha", tales afirmaciones distan de la realidad local y subestiman la diversidad y profundidad del pensamiento del electorado. El triunfo de Daniel Noboa no puede interpretarse sin ver el hartazgo hacia la política tradicional de derecha que presentaba Guillermo Lasso, que deja la oficina con una aprobación muy por debajo del 13%. ¿Es entonces correcto decir que Ecuador ha “girado a la derecha”? Considero que no. No se puede girar de un camino en el que se estaba antes.
Hay otros outsiders que presentan aún más un rompimiento del status quo. que son perseguidos, bloqueados y amenazados, ese es el caso del presidente electo en Guatemala, Bernardo Arévalo.
Arévalo presenta otro tipo de político, aquel que aún inserto en la política no espera mostrar una cara de jóven, millenial o amante de las redes sociales.
En Argentina también es posible la llegada de un outsider que en muchos causa temor por el radicalismo que ha generado a su alrededor y la poca claridad en la posible ejecución de sus ideas políticas que a pesar de decirse liberales constantemente están intentando limitar libertades individuales de aquellos que no se alinean con una línea conservadora y tradicional.
Encuentro en este giro outsider un diagnóstico claro de la política de la región: los malos gobiernos y la mala oposición abren ventanas de oportunidad para nuevos actores políticos, muchas veces erráticos como el caso de Milei o desconocidos como el caso de Noboa, que además se alimentan de un sentimiento de rechazo a las instituciones, muchas veces incluso a aquellas que sostienen la democracia. En los últimos años hemos aprendido que el presidente que es derrotado rara vez vuelve a tener el poder.
Veremos qué nos depara Argentina: ¿Será una nueva suma al movimiento outsider o un nuevo voto de confianza a la política tradicional?
Politóloga y administradora de empresas. Maestrante en Estudios Internacionales.
@gabrielafoam