Ladislao Kubala, “aquel chico de la pelota”
Hace 61 años se retiró por primera vez. El que huyó del régimen de su país. El que hizo construir el Camp Nou. El que revolucionó la historia del Barcelona.
Sebastián Arenas
07:19 a. m.
El club Ferencváros fue el segundo amor de Ladislao Kubala. El primero, la pelota. Esa que dominaba su padre representando a mencionado equipo, por el que el pequeño sufría en la década del 30. Tiempos en los que también deleitaba a los vecinos de la calle Ludovigeum, en Budapest (Hungría), por su dominio del juguete redondo más sagrado. “Aquel chico de la pelota”, lo llamaban.
Su infancia fue entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En ese periodo su refugio era su primer amor. El balón hacía sonreír al ser que nació el 10 de junio de 1927, hace exactamente 95 años. Su talento deleitó a su adorado Ferencváros, pero él, coherente con sus convicciones de querer lo mejor para dicha institución, respondió que no se sentía preparado aún. Con apenas 12 años, y papeles falsos, se fue al Ganza de tercera división, tomó experiencia durante cuatro temporadas y luego sí se puso la indumentaria del cuadro que colmaba sus adentros.
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En Ferencváros siguió siendo “aquel chico de la pelota” y con 17 años fue convocado a la selección húngara. La felicidad parecía irrompible. Pero sufrió, quizá, el golpazo más potente de su existencia. Falleció su papá, su ídolo. El que alentó desde los tablones. Para no recibir más palizas de la tristeza, se fue a la desaparecida Checoslovaquia a jugar con Bratislava. Representó al combinado de esa nación y retornó a Ferencváros.
Pero una vez más los aspectos políticos y sociales influyeron en su vida. No aguantó la dictadura de su país y en 1948, junto a cuatro compañeros de equipo, huyó después de despedirse de su mamá, pero sin decirle que cruzaría el “Telón de Acero”. Así se denominaba a la frontera política entre Europa oriental y occidental. Los cinco futbolistas tomaron un vehículo con placas de la Unión Soviética y lograron atravesarla. Arribaron a Austria y Kubala se fue a Italia.
El talentoso húngaro estuvo cerca de fichar con Torino y de subirse al avión que el 4 de mayo de 1949 se estrelló contra la Basílica de Superga y terminó con la vida de ese plantel. Se vinculó al Aurora Pro Italia y luego se inscribió en el Hungaria, un equipo conformado por húngaros que disputaba encuentros de exhibición. En uno de ellos apareció el FC Barcelona. El entrenador del club catalán de esa época, José Samitier, quedó encantando con las condiciones de Kubala y convenció a la junta directiva de contratarlo en 1950.
Por una sanción que le había impuesto la FIFA, duró varios meses sin jugar. Debutó el 29 de abril de 1951. Fecha memorable en la historia blaugrana. En 256 partidos, entre 1951 y 1962, convirtió 194 goles. Y otras tantas asistencias gracias a su claridad conceptual, a su entendimiento brillante del juego. Y dejó exhibiciones mágicas que los aficionados que las disfrutaron archivaron eternamente en sus pensamientos. Gambeteaba con la cintura y con el freno. Amagaba. Sacaba remates efectivos con pelota quieta o en movimiento. La creatividad del Barça era de su propiedad.
Lo único que le quedó pendiente fue ganar la Copa de Europa. En la final de 1961 estrelló cinco pelotas en los palos y perdió contra el Benfica. “Fue increíble. Pienso que éramos superiores al Benfica, pero ellos nos ganaron el partido. Fue sorprendente. La verdad es que aquello no tiene muchas explicaciones”, lanzó un Kubala que el 30 de agosto de 1961, hace exactamente 61 años, fue despedido por el barcelonismo en su primer retiro del fútbol, con un partido ante Stade Reims en el que participaron, entre otros, Di Stéfano y Puskas.
Después de retirarse asumió como entrenador del Barcelona. Quiso volver a jugar y en el club no lo dejaron, por lo que se fue al Espanyol, el rival de la ciudad. Rebeldía en pro de seguir divirtiéndose, de continuar siendo “aquel chico de la pelota”. Lo fue aún en su etapa de técnico y en el homenaje que recibió en 1993 en el estadio de Montjuïc. Lo fue hasta el 17 de mayo de 2022, cuando murió en Barcelona, ciudad que ahora ostenta el Camp Nou. El Camp de Les Corts hubo que cambiarlo, porque ya no cabían las personas que anhelaban ver las fintas de Ladislao Kubala.
Por: Sebastián Arenas / @SebasArenas10